L-pII.3.1. El mundo es una
percepción falsa. Nació de un error, y no ha abandonado su fuente. Persistirá
mientras se siga abrigando el pensamiento que le dio vida. Cuando el pensamiento
de separación haya sido sustituido por uno de verdadero perdón, el mundo se verá de una manera completamente distinta; de
una manera que conduce a la verdad en la que el mundo no puede sino desaparecer
junto con todos sus errores. Ahora su fuente ha desaparecido, al igual que sus
efectos.
L-pII.3.2. El mundo se fabricó
como un acto de agresión contra Dios. Es el símbolo del miedo. Mas ¿qué es el
miedo sino la ausencia de amor? El mundo, por lo tanto, se fabricó con la
intención de que fuese un lugar en el que Dios no pudiese entrar y en el que Su
Hijo pudiese estar separado de Él. Esa fue la cuna de la percepción, pues el
conocimiento no podría haber sido la causa de pensamientos tan descabellados.
Mas los ojos engañan, y los oídos oyen falsedades. Ahora es muy posible cometer
errores porque se ha perdido la certeza.
L-pII.3.3. Y para sustituirla
nacieron los mecanismos de la ilusión, que ahora van en pos de lo que se les ha
encomendado buscar. Su finalidad es servir el propósito para el que se fabricó
el mundo, de modo que diese testimonio de él y lo hiciera real. Dichos
mecanismos ven en sus ilusiones una sólida base donde existe la verdad y donde
se mantiene aparte de las mentiras. No obstante, no informan más que de
ilusiones, las cuales se mantienen separadas de la verdad.
L-pII.3.4. Del mismo modo en que
el propósito de la vista fue alejarte de la verdad, puede asimismo tener otro
propósito. Todo sonido se convierte en la llamada de Dios, y Aquel a quien Dios
designó como el Salvador del mundo puede conferirle a toda percepción un nuevo
propósito. Sigue Su Luz, y verás el
mundo tal como Él lo ve. Oye sólo Su Voz en todo lo que te habla. Y deja que Él
te conceda la paz y la certeza que tú desechaste, pero que el Cielo salvaguardó
para ti en Él.
L-pII.3.5. No nos quedemos
tranquilos hasta que el mundo se haya unido a nuestra nueva percepción. No nos
demos por satisfechos hasta que el perdón
sea total. Y no intentemos cambiar nuestra función. Tenemos que salvar al
mundo. Pues nosotros que lo fabricamos tenemos que contemplarlo a través de los
ojos de Cristo, de modo que aquello que se concibió para que muriese pueda ser
restituido a la vida eterna.