El milagro es un servicio. Es el máximo servicio que le puedes prestar a otro. Es una manera de amar al prójimo como a ti mismo, en la que reconoces simultáneamente tu propia valía y la de él.
Esta es otra forma de decir lo que ya hemos discutido, que el milagro nos ayuda a reconocer y a recordar que somos uno y el mismo, y que nuestra valía la establece Dios. Tu valía es lo mismo que la mía. Si percibo que eres más valioso que yo, o menos valioso de lo que yo soy [víctima o victimario] entonces eso es un ataque. Básicamente, es un ataque a la Filiación y, por consiguiente, tiene que ser un ataque al Creador de la Filiación.
Es una enseñanza consistente de Un Curso En Milagros que todos somos lo mismo, al movernos más allá de las diferencias superficiales de nuestros cuerpos—físicos y psicológicos—hacia la unidad subyacente no sólo del Cristo en nosotros, sino también nuestra necesidad compartida de recordar lo que hemos olvidado y de escapar de la prisión de nuestra culpa.
Así, al final del Capítulo 15, que se escribió cerca del Año Nuevo, aparece esta breve oración: "Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo" T-15.XI.10:11. Aprendemos a ver que todo es lo mismo porque, en verdad, sólo hay un problema, y por eso sólo puede haber una solución. Y todas las cosas y toda la gente en el mundo sirven para enseñarnos esta única lección.
Un milagro es un servicio porque, obviamente, es una manera de traer amor a alguien que cree en el miedo, y al traerle amor o ser un canal de amor para usted que está atemorizado, también lo estoy canalizando hacia mí.
Repito, el milagro no es aplicable a la conducta, a pesar de lo que a veces puede parecernos efectos en el comportamiento. Únicamente ocurre en el nivel de la mente. Lo más amoroso que jamás pudiéramos hacer no tiene nada que ver con lo que hacemos en el nivel de la forma. Es más bien el unirnos los unos con los otros a través del perdón.