Los milagros son una especie de intercambio. Como toda expresión de amor,
que en el auténtico sentido de la palabra es siempre milagrosa, dicho
intercambio invierte las leyes físicas. Brindan más amor tanto al que da como
al que recibe.
La
interpretación del ego de lo que significa dar, es que cuando doy algo ya no lo
tengo. Si le doy algo, usted tiene más y yo tengo menos. Dar, para el ego, es
siempre cuantitativo. Ahora, esto es así bien sea que hablemos sobre cosas
materiales, o sobre asuntos o pensamientos psicológicos. Uno de los aspectos
clave de la proyección es que al adjudicarle mi culpa a usted yo me libero de
ella, y usted la tiene. Siempre creemos que cuando nos liberamos de un
pensamiento, alguien más lo tiene y nosotros no.
El milagro corrige eso y nos enseña que lo
que damos es también lo que recibimos puesto que somos uno.
Como en
realidad no doy nada que exista aquí, porque aquí no hay nada, todo reside en
mi mente. Por lo tanto, el dar es realmente reforzar. Si le adjudico mi culpa
al proyectarla sobre usted y atacarlo, lo que hago en realidad es reforzar mi
propia culpa. Si le doy amor, entonces lo que hago es reforzar el hecho de que
hay Una Presencia de Amor Que está dentro de mí, y esa Presencia, el Espíritu Santo,
Es la Única
que en verdad da ese amor. Es por eso que lo que damos es lo que verdaderamente
recibimos. Dar y recibir es lo mismo. Ese es uno de los principios clave que
encontramos en este material. Varias lecciones del libro de ejercicios lo
tienen como idea básica [e.g., Lecciones
108, 126] y ciertamente el texto lo discute una y otra vez.
Por lo
tanto, los milagros se convierten en un intercambio. Le permito al Espíritu Santo que extienda Su amor a
través de mí, lo cual refuerza no sólo quién es usted como hijo del amor, sino
que también refuerza quién soy yo, y nos sana a ambos.
Esa idea es
el reverso de cómo piensa el mundo o de cómo piensa el ego, y eso es lo que
significa esa aseveración. Esta invierte las leyes físicas porque el mundo
enseña, repito, que tenemos menos de aquello que damos, de modo que mientras
más milagros elegimos, y mientras más nos permitimos ser instrumentos del milagro, más recibimos los beneficios
del mismo.
Mientras más amamos, sanamos y perdonamos, más amados, sanos y
perdonados nos sentimos. La Oración de San Francisco es una hermosa expresión
de ese principio.