LUZ (64)

conocimiento: metáfora que se usa para describir la esencia del espíritu. Dios y Cristo.

percepción verdadera: metáfora que describe la visión de Cristo, o el perdón, el cual nos une en relaciones santas y remueve los tenebrosos velos de culpa que nos mantienen arraigados en el sueño del ego. Ver: *traer la oscuridad (ilusiones) a la luz (verdad)(126), Grandes Rayos (45)

GLOSARIO-ÍNDICE / luz

cuerpo
T-24.VII.4-9; T-25.I.4;
T-25.II.7-11; T-25.III.5-7
culpa
T-13.IX.7-8; T-13.X.8-14;
T-14.V.4; T-18.IX.5-9
curación/sanación
T-5.in; T-12.II.1-2;
T-14.III.6; L-pI.108.1-3
Dios/Cielo
T-3.VII.5-6; T-4.IV.9; T-8.VII.12; T-11.III.4-8
T-11.IV.3; T-26.IX.4-7; T-30.II.3; T-30.III.8-11
T-31.VIII.11-12; L-pI.44; L-pI.59.4;L-pI.94.2;
L-pII.225.1; L-pII.239.2; L-pII.249.1
; L-pII.283.1
Espíritu Santo
T-5.II.4; T-5.III.7; T-6.V-C.1;
T-13.VII.12-14; T-14.II.4; C-6.3
Expiación
T-2.III.1; T-3.I.6-7
iluminación
T-4.in.1; T-7.V.10; T-8.III.1;
T-12.II.4; T-12.VI.7; L-pI.188.1
instante santo
T-20.V.5; T-26.V.11
Jesús 
T-8.IV.2
; T-19.IV-B.6-8
mente
T-7.III.4-5; T-7.XI.5;
T-9.II.5; T-9.V.7
milagro
T-1.I.33; T-3.V.10;
T-13.VIII.8; L-pI.78;
L-pI.91;L-pl.92;
L-pII.345; C-2.5-6
mundo
T-5.II.10; T-6.II.13; L-pI.61;
L-pI.81.1-2; L-pI.100.3; L-pI.124.2-7; 
L-pI.156.4-8; L-pI.157.4-7; L-pI.188
mundo real
T-13.VI.11; T-18.IX.8-13;
L-pI.73.4-5; L-pI.75;
L-pI.131.13-14
; L-pI.135.20-25;
L-pI.182.4; L-pI.189.1-5
oscuridad/tinieblas
T-I.IV.3; T-4.III.5; T-13.VI.2-12;
T-14.X.5; T-15.XI.2; 
T-25.IV.3-5; T-25.VI.2-7;
L-pI.88.1; L-pI.97.6; M-1.1-2
luz/perdón
T-23.in.6; T-26.IV.2-5;
T-29.III.3-5; L-pI.57.5;
L-pI.62.1;L-pI.63.1-3;
L-pI.81.3; L-pI.82.1;
L-pI.121.10-13; L-pII.332.1
relación santa
T-18.I.13; T-18.III; T-20.II.9-11;
T-20.III.7-11;T-20.II.12;
T-22.IV.3-4;
T-22.VI.4-15; T-23.IV.4-6;
T-31.II.11; L-pI.153.11
sueño
T-2.I.4; T-29.IX.4
velo/nube
T-15.VI.6; T-19.IV.D-2; T-29.VIII.3-5;
T-31.VII.6-15; L-pI.41.5;
L-pI.56.4;
L-pI.69; L-pI.70.8-9; L-pI.95.12
visión 
T-13.V.8-11
; T-13.VIII.2-5; T-20.VIII.3-4;
T-21.I.8-10;
L-pI.15.2-3; L-pI.158.7-11;
L-pII.265.1

Duración promedio de lectura: 3 hrs 33 minutos

luz/cuerpo
T-24.VII.4-9; T-25.I.4; T-25.II.7-11; T-25.III.5-7

VII. El punto de encuentro

T-24.VII.4 Hazte a ti mismo esta pregunta: ¿Puedes proteger la mente? El cuerpo sí, un poco, mas no del tiempo, sino temporalmente. Y mucho de lo que crees que lo protege, en realidad le hace daño. ¿Para qué quieres proteger el cuerpo? Pues en esa elección radica tanto su salud como su destrucción. Si lo proteges para exhibirlo o como carnada para pescar otro pez, o bien para albergar más elegantemente tu especialismo o para tejer un marco de hermosura alrededor de tu odio, lo estás condenando a la putrefacción y a la muerte. Y si ves ese mismo propósito en el cuerpo de tu hermano, tal es la condena del tuyo. Teje, en cambio, un marco de santidad alrededor de tu hermano, de modo que la verdad pueda brillar sobre él y salvarte a ti de la putrefacción.

T-24.VII.5 El Padre mantiene a salvo todo lo que creó, lo cual no se ve afectado por las falsas ideas que has inventado, debido a que tú no fuiste su creador. No permitas que tus absurdas fantasías te atemoricen. Lo que es inmortal no puede ser atacado y lo que es sólo temporal no tiene efectos. Únicamente el propósito que ves en ello tiene significado, y si éste es verdad, su seguridad está garantizada. Si no es verdad, no tiene propósito alguno, ni sirve como medio para nada. Cualquier cosa que se perciba como medio para la verdad comparte la santidad de ésta y descansa en una luz tan segura como la verdad misma. Esa luz no desaparecerá cuando ello se haya desvanecido. Su santo propósito le confirió inmortalidad, encendiendo otra luz en el Cielo, que tus creaciones reconocen como un regalo procedente de ti: como una señal de que no te has olvidado de ellas.

T-24.VII.6 La prueba a la que puedes someter todas las cosas en esta tierra es simplemente esta: ¿"Para qué es"? La contestación a esta pregunta es lo que le confiere el significado que ello tiene para ti. De por sí, no tiene ninguno, sin embargo, tú le puedes otorgar realidad, según el propósito al que sirvas. En esto no eres más que un medio, al igual que ello. Dios es a la vez Medio y Fin. En el Cielo, los medios y el fin son uno y lo mismo, y son uno con Él. Éste es el estado de verdadera creación, el cual no se encuentra en el tiempo, sino en la eternidad. Es algo indescriptible para cualquiera aquí. No hay modo de aprender lo que ese estado significa. No se comprenderá hasta que vayas más allá de lo Dado y vuelvas a construir un santo hogar para tus creaciones.

T-24.VII.7 Un co-creador con el Padre tiene que tener un Hijo. Sin embargo, este Hijo tiene que haber sido creado a semejanza de Sí Mismo: como un ser perfecto, que todo lo abarca y es abarcado por todo, al que no hay nada que añadir ni nada que restar; un ser que no tiene tamaño, que no ha nacido en ningún lugar o tiempo ni está sujeto a límites o incertidumbres de ninguna clase. Ahí los medios y el fin se vuelven uno, y esta unidad no tiene fin. Todo esto es verdad, y, sin embargo, no significa nada para quien todavía retiene en su memoria una sola lección que aún no haya aprendido, un solo pensamiento cuyo propósito sea aún incierto o un solo deseo con dos objetivos.

T-24.VII.8 Este curso no pretende enseñar lo que no se puede aprender fácilmente. Su alcance no excede el tuyo, excepto para señalar que lo que es tuyo te llegará cuando estés listo. Aquí los medios y el propósito están separados porque así fueron concebidos y así se perciben. Por lo tanto, los tratamos como si lo estuviesen. Es esencial tener presente que toda percepción seguirá estando invertida hasta que se haya comprendido su propósito. La percepción no parece ser un medio. Y es esto lo que hace que sea tan difícil entender hasta qué punto depende del propósito que tú le asignas. Parece que es la percepción la que te enseña lo que ves. Sin embargo, lo único que hace es dar testimonio de lo que tú enseñaste. Es el cuadro externo de un deseo: la imagen de lo que tú querías que fuese verdad.

T-24.VII.9 Contémplate a ti mismo y verás un cuerpo. Contempla este cuerpo bajo otra luz y se verá diferente. Y sin ninguna luz parecerá haber desaparecido. Sin embargo, estás convencido de que está ahí porque aún puedes sentirlo con tus manos y oír sus movimientos. He aquí la imagen que quieres tener de ti mismo; el medio para hacer que tu deseo se cumpla. Te proporciona los ojos con los que lo contemplas, las manos con las que lo sientes y los oídos con los que escuchas los sonidos que emite. De este modo te demuestra su realidad.

I. El vínculo con la verdad

T-25.I.4 Tú eres el medio para llegar a Dios; no estás separado ni tienes una vida aparte de la Suya. Su Vida se pone de manifiesto en ti que eres Su Hijo. Cada uno de Sus aspectos está enmarcado en santidad y pureza perfectas, y en un amor celestial tan absoluto que sólo anhela liberar todo lo que contempla para que se una a él. Su resplandor brilla a través de cada cuerpo que contempla, y lleva toda la oscuridad de éstos ante la luz al mirar simplemente más allá de ella hacia la luz. El velo se descorre mediante su ternura y nada oculta la faz de Cristo de los que la contemplan. Tu hermano y tú os encontráis ante Él ahora, para dejar que Él descorra el velo que parece manteneros separados y aparte.

II. El que se salva de las tinieblas

T-25.II.7 Acepta el marco de Dios en vez del tuyo y verás la obra maestra. Contempla su belleza, y entiende la mente que la concibió, no en carne y hueso, sino en un marco tan bello como Ella Misma. Su santidad ilumina la impecabilidad que el marco de las tinieblas oculta, y arroja un velo de luz sobre la faz del cuadro que no hace sino reflejar la luz que desde ella se irradia hacia su creador. No creas que por haberla visto en un marco de muerte esta faz estuvo jamás nublada. Dios la mantuvo a salvo para que pudieses contemplarla y ver la santidad que Él le otorgó.

T-25.II.8 Vislumbra dentro de la oscuridad al que te salva de las tinieblas, y entiende a tu hermano tal como te lo muestra la mente de tu Padre. Al contemplarlo él emergerá de las tinieblas y ya nunca más verás la oscuridad. Las tinieblas no lo afectaron, como tampoco te afectaron a ti que lo extrajiste de ellas para poderlo contemplar. Su impecabilidad no hace sino reflejar la tuya. Su mansedumbre se vuelve tu fortaleza, y ambos miraréis en vuestro interior gustosamente y veréis la santidad que debe estar ahí por razón de lo que viste en él. Él es el marco en el que está montada tu santidad, y lo que Dios le dio tuvo que habérsete dado a ti. Por mucho que él pase por alto la obra maestra en sí mismo y vea sólo un marco de tinieblas, tu única función sigue siendo ver en él lo que él no ve. Y al hacer esto, compartes la Visión que contempla a Cristo en lugar de a la muerte.

T-25.II.9 ¿Cómo no iba a complacer al Señor de los Cielos que aprecies Su obra maestra? ¿Qué otra cosa podría hacer sino darte las gracias a ti que amas a Su Hijo como Él lo ama? ¿No te daría a conocer Su amor, sólo con que te unieses a Él para alabar lo que Él ama? Dios ama la creación como el perfecto Padre que es. Y de esta manera, Su alegría es total cuando cualquier parte de Él se une a Sus alabanzas y comparte Su alegría. Este hermano es el perfecto regalo que Él te hace. Y Dios se siente feliz y agradecido cuando le das las gracias a Su perfecto Hijo por razón de lo que es. Y todo Su agradecimiento y felicidad refulgen sobre ti que haces que Su alegría sea total, junto con Él. Y así, tu alegría se vuelve total. Aquellos cuya voluntad es que la felicidad del Padre sea total, y la suya junto con la de Él, no pueden ver ni un solo rayo de oscuridad. Dios Mismo ofrece Su gratitud libremente a todo aquel que comparte Su propósito. Su voluntad no es estar solo. Ni la tuya tampoco.

T-25.II.10 Perdona a tu hermano, y no podrás separarte de él ni de su Padre. No necesitas perdón, pues los que son totalmente puros jamás han pecado. Da, entonces, lo que Él te ha dado, para que puedas ver que Su Hijo es uno, y dale gracias a su Padre como Él te las da a ti. No creas que Sus alabanzas no son para ti también. Pues lo que tú das es Suyo, y al darlo, comienzas a entender el don que Él te ha dado. Dale al Espíritu Santo lo que Él le ofrece al Padre y al Hijo por igual. Nada tiene poder sobre ti excepto Su voluntad y la tuya, la cual no hace sino extender la Suya. Para eso fuiste creado, al igual que tu hermano, quien es uno contigo.

T-25.II.11 Sois lo mismo, tal como Dios Mismo es Uno, al no estar Su voluntad dividida. Y no podéis sino tener un solo propósito, puesto que Él os dio el mismo propósito a ambos. Su voluntad se unifica a medida que unes tu voluntad a la de tu hermano, a fin de que se restaure tu plenitud al ofrecerle a él la suya. No veas en él la pecaminosidad que él ve, antes bien, hónrale para que puedas apreciarte a ti mismo así como a él. Se os ha otorgado a cada uno de vosotros el poder de salvar, para que escapar de las tinieblas a la luz sea algo que podáis compartir, y para que podáis ver como uno solo lo que nunca ha estado separado ni excluido de todo el amor de Dios, el cual Él da a todos por igual. 

III. Percepción y elección

T-25.III.5 En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su creador. En Su percepción del mundo, no hay que nada que no justifique el perdón y la Visión de la perfecta impecabilidad; nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total, ni nada que pueda permanecer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable más allá de los fútiles intentos del especialismo de expulsarla de la mente -donde no puede sino estar- e iluminar al cuerpo en su lugar. Los luceros del Cielo no son para que tu mente elija donde los quiere ver. Si elige verlos en otra parte que no sea su hogar, como si estuviesen arrojando su luz sobre un lugar donde jamás podrían estar, entonces el Hacedor del mundo tiene que corregir tu error, pues de otro modo te quedarías en las tinieblas, donde no hay luceros.

T-25.III.6 Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido sólo ni necesita quedarse más de un instante. Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz.

T-25.III.7 ¿Cómo podría ser que una percepción errónea fuese un pecado? Deja que todos los errores de tus hermanos sean para ti únicamente una oportunidad más de ver las obras del Ayudante que se te dio para que vieses el mundo que Él construyó en vez del tuyo. ¿Qué puede estar entonces justificado? ¿Qué es lo que quieres? Pues estas dos preguntas son lo mismo. Y cuando hayas visto que son lo mismo, habrás tomado una decisión. Pues ver ambas preguntas como una sola es lo que te libera de la creencia de que hay dos maneras de ver. Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas las oportunidades que te brinda para extender tu perdón. Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver la paz y el perdón descender sobre ellos y ofrecerles la luz.

luz/culpa
T-13.IX.7-8; T-13.X.8-14; T-14.V.4; T-18.IX.5-9

IX. La nube de culpabilidad

T-13.IX.7 La culpabilidad te ciega, pues no podrás ver la luz mientras sigas viendo una sola mancha de culpabilidad dentro de ti. Y al proyectarla, el mundo te parecerá tenebroso y estar envuelto en ella. Arrojas un oscuro velo sobre él, y así no lo puedes ver porque no puedes mirar en tu interior. Tienes miedo de lo que verías, pero lo que temes ver no está ahí. Aquello de lo que tienes miedo ha desaparecido. Si mirases en tu interior, verías solamente la Expiación, resplandeciendo serenamente y en paz sobre el altar a tu Padre.

T-13.IX.8 No tengas miedo de mirar en tu interior. El ego te dice que lo único que hay dentro de ti es la negrura de la culpabilidad, y te exhorta a que no mires. En lugar de eso, te insta a que contemples a tus hermanos y veas la culpabilidad en ellos. Mas no puedes hacer eso sin condenarte a seguir estando ciego, pues aquellos que ven a sus hermanos en las tinieblas, y los declaran culpables en las tinieblas en las que los envuelven, tienen demasiado miedo de mirar a la luz interna. Dentro de ti no se encuentra lo que crees que está ahí, y en lo que has depositado tu fe. Tu Padre no te evalúa como tú te evalúas a ti mismo. Él se conoce a Sí Mismo, y conoce la verdad que mora en ti. Sabe que no hay diferencia alguna entre Él y dicha verdad, pues Él no sabe de diferencias. ¿Puedes acaso ver culpabilidad allí donde Dios sabe que hay perfecta inocencia? Puedes negar Su conocimiento, pero no lo puedes alterar. Contempla, pues, la luz que Él puso dentro de ti, y date cuenta de que lo que temías encontrar ahí, ha sido reemplazado por el amor.

X. Tu liberación de la culpabilidad

T-13.X.8 Ahora se te concede poder sanar y enseñar, para dar lugar a lo que algún día será ahora, pero que de momento aún no lo es. El Hijo de Dios cree estar perdido en la culpabilidad, solo en un mundo tenebroso donde el dolor le acosa por todas partes desde el exterior. Cuando haya mirado en su interior y haya visto la radiante luz que allí se encuentra, recordará cuánto lo ama su Padre. Y le parecerá increíble que jamás hubiese podido pensar que su Padre no le amaba y que lo condenaba. En el momento en que te des cuenta de que la culpabilidad es una locura totalmente injustificada y sin ninguna razón de ser, no tendrás miedo de contemplar la Expiación y de aceptarla totalmente.

T-13.X.9 Tú que has sido despiadado contigo mismo, no recuerdas el amor de tu Padre. Y al contemplar a tus hermanos sin piedad, no recuerdas cuánto Lo amas. Tu amor por Él, no obstante, es por siempre verdadero. La perfecta pureza en la que fuiste creado se encuentra dentro de ti en paz radiante. No temas mirar a la excelsa verdad que mora en ti. Mira a través de la nube de culpabilidad que empaña tu Visión, más allá de la oscuridad, hasta el santo lugar donde verás la luz. El altar de tu Padre es tan puro como Aquel que lo elevó hasta Sí Mismo. Nada puede impedir que veas lo que Cristo quiere que veas. Su voluntad es como la de Su Padre, y Él es Misericordioso con todas las criaturas de Dios, tal como quisiera que tú lo fueses.

T-13.X.10 Libera a otros de la culpabilidad tal como tú quisieras ser liberado. Ésa es la única manera de mirar en tu interior y ver la luz del amor refulgiendo con la misma constancia y certeza con la que Dios Mismo ha amado siempre a Su Hijo. Y con la que Su Hijo lo ama a Él. En el amor no hay cabida para el miedo, pues el amor es inocente. No hay razón alguna para que tú, que siempre has amado a tu Padre, tengas miedo de mirar en tu interior y ver tu santidad. Tú no puedes ser como has creído ser. Tu culpabilidad no tiene razón de ser porque no está en la mente de Dios, donde tú estás. Y ésta es la sensatez que el Espíritu Santo quiere restituirte. Él sólo desea desvanecer tus ilusiones. Pero quiere que veas todo lo demás. Y en la Visión de Cristo te mostrará la perfecta pureza que se encuentra por siempre dentro del Hijo de Dios.

T-13.X.11 No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. El amor no hace excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios ama. No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo. A él le digo: 

Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y permanece muy quedo. Contempla serenamente su santidad, y dale gracias a su Padre por el hecho de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

T-13.X.12 Ni una sola de las ilusiones que has albergado contra él ha mancillado en forma alguna su inocencia: Su radiante pureza, que no se ve afectada en modo alguno por la culpabilidad y es completamente amorosa, brilla dentro de ti. Contemplémosle juntos y amémosle, pues en tu amor por él radica tu inocencia. Y sólo con que te contemples a ti mismo, la alegría y el aprecio que sentirás por lo que veas erradicará la culpabilidad para siempre. Gracias, Padre, por la pureza de Tu santísimo Hijo, a quien creaste libre de toda culpa para siempre.

T-13.X.13 Al igual que tú, yo deposito mi fe y mi creencia en lo que tengo en gran estima. La diferencia es que yo amo solamente lo que Dios ama conmigo, y por esa razón el valor que te otorgo transciende el valor que tú te has atribuido a ti mismo, y es incluso igual que el valor que Dios Mismo te otorgó. Amo todo lo que Él creó y le ofrezco toda mi fe y todo el poder de mi creencia. Mi fe en ti es tan inquebrantable como el amor que le profeso a mi Padre. Mi confianza en ti es ilimitada, y está desprovista del temor de que tú no me oigas. Doy gracias al Padre por tu hermosura, y por los muchos dones que me permitirás ofrecerle al Reino en honor de su plenitud, que es la de Dios.

T-13.X.14 Alabado seas tú que haces que el Padre sea uno con Su Propio Hijo. Por separado, no somos nada, pero unidos, brillamos con un fulgor tan intenso que ninguno de nosotros por sí solo podría ni siquiera concebir. Ante el glorioso esplendor del Reino la culpabilidad se desvanece, y habiéndose transformado en bondad ya nunca volverá a ser lo que antes fue. Cada reacción que experimentes estará tan purificada que será digna de ser ofrecida como un himno de alabanza a tu Padre. Ve en lo que Él ha creado únicamente una alabanza a Él, pues Él nunca cesará de alabarte a ti. Nos hallamos unidos en esta alabanza ante las puertas del Cielo donde sin duda habremos de entrar debido a nuestra inocencia. Dios te ama. ¿Cómo iba a poder yo, entonces, no tener fe en ti y amarlo a Él perfectamente?

V. El círculo de la Expiación

T-14.V.4 El Hijo de Dios tiene derecho a heredar el Reino, el cual se le dio en su creación. No trates de robárselo, pues estarás buscándote culpabilidad y no podrás sino experimentarla. Protege su pureza contra cada pensamiento que quisiera robársela y ocultarla de sus ojos. Lleva la inocencia a la luz, en respuesta a la llamada de la Expiación. Nunca permitas que la pureza permanezca oculta, sino que, por el contrario, descorre con tu luz los pesados velos de culpabilidad tras los cuales el Hijo de Dios se ha ocultado a sí mismo de sus propios ojos.

IX. Los dos mundos

T-18.IX.5 El cuerpo seguirá siendo el mensajero de la culpabilidad y actuará tal como ella le dicte mientras tú sigas creyendo que la culpabilidad es real. Pues la supuesta realidad de la culpabilidad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es.

T-18.IX.6 Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. Esta aparente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada.

T-18.IX.7 Pero en ese banco de nubes es fácil ver todo un mundo. Las cordilleras, los lagos y las ciudades que ves, son todos producto de tu imaginación; y desde las nubes, los mensajeros de tu percepción regresan a ti, asegurándote que todo eso se encuentra allí. Se destacan figuras que se mueven de un lado a otro, las acciones parecen reales, y aparecen formas que pasan de lo bello a lo grotesco. Y esto se repite una y otra vez, mientras quieras seguir jugando el juego infantil de pretender ser otra cosa. Sin embargo, por mucho que quieras jugar ese juego, e independientemente de cuánta imaginación emplees, no lo confundes con el mundo que le subyace ni intentas hacer que sea real.

T-18.IX.8 Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabilidad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. No te pueden magullar al atravesarlas. Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insustancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. Sus sombras sólo nublan el mundo que se encuentra más allá de ellas, el cual está aún más alejado de la luz. Sin embargo, no pueden arrojar sombras sobre la luz.

T-18.IX.9 Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el perdón. Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabilidad. Aquí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia, donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensamiento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. Ahí no se ataca al Hijo de Dios, y a ti se te da la bienvenida. Ahí se encuentra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte y prepararte para el paso final de tu viaje interno. Ahí se dejan de lado los sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente reemplazados por la pureza y el amor.

luz/curación/
sanación
T-5.in; T-12.II.1-2; T-14.III.6; L-pl.108.1-3

Introducción

T-5.in.1 Curar es hacer feliz. Te he dicho que pensases en las muchas oportunidades que has tenido de regocijarte y en las muchas que has dejado pasar. Esto es lo mismo que decirte que has rehusado sanar. Tu luz es la luz de la dicha. El resplandor no está asociado con la aflicción. La dicha suscita que uno esté completamente dispuesto a compartirla, y fomenta el impulso natural de la mente de responder cual una sola. Quienes intentan curar sin ser ellos mismos completamente dichosos, suscitan diferentes respuestas a la vez y, por consiguiente, privan a otros de la dicha de responder de todo corazón.

T-5.in.2 Para poder actuar de todo corazón tienes que ser feliz. Si el miedo y el amor no pueden coexistir, y si es imposible estar completamente atemorizado y seguir viviendo, el único estado de plenitud posible es el del amor. No existe diferencia alguna entre el amor y la dicha. Por lo tanto, el único estado de plenitud posible es el de absoluta dicha. Curar o hacer feliz es, por lo tanto, lo mismo que integrar y unificar. Por eso es por lo que no importa a qué parte de la Filiación se le ofrece la curación o qué parte la lleva acabo. Todas las partes se benefician, y se benefician por igual.

T-5.in.3 Todo pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte del mundo te bendice. Deberías querer bendecirles a tu vez, como muestra de agradecimiento. No tienes que conocerlos personalmente ni ellos a ti. La luz es tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al Padre por irradiar Su dicha sobre ella. Únicamente los santos Hijos de Dios son canales dignos de Su hermosa dicha porque sólo ellos son lo suficientemente hermosos como para conservarla compartiéndola. Es imposible que un Hijo de Dios pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. De ahí que la plegaria del sanador sea:

¡Que conozca a este hermano como me conozco a mí mismo!

II. Cómo recordar a Dios

T-12.II.1 Los milagros son simplemente la transformación de la negación en verdad. Si amarse uno a sí mismo significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí mismos. Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se están negando a sí mismos. Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no podrían estar enfermos. La tarea del obrador de milagros es, por lo tanto, negar la negación de la verdad. Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad mora en ellos. Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar sobre la suya porque dicha luz es suya.

T-12.II.2 La luz brilla en todos ellos con igual intensidad independientemente de cuán densa sea la niebla que la oculta. Si no le otorgas a la niebla ningún poder para ocultar la luz, no tiene ninguno. Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere. Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de Dios. Tú puedes recordar esto por toda la Filiación. No permitas que tu hermano se olvide, pues su olvido es también él tuyo. Pero cuando tú lo recuerdas, lo estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. Esto es lo que has olvidado. Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. Pues te olvidaste de tus hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de recordar.

III. La decisión en favor de la inocencia

T-14.III.6 Nadie le impone sanción alguna al Hijo de Dios, salvo la que él se impone a sí mismo. Cada oportunidad que se le da para sanar es otra oportunidad más de reemplazar las tinieblas por la luz y el miedo por el amor. Si la rechaza, se condena a sí mismo a las tinieblas, puesto que no eligió liberar a su hermano y entrar con él en la luz. Al otorgarle poder a lo que no es nada, desperdicia la gozosa oportunidad de aprender que lo que no es nada no tiene ningún poder. Y al no disipar las tinieblas, se vuelve temeroso de ellas y de la luz. El gozo que resulta de aprender que las tinieblas no tienen poder alguno sobre el Hijo de Dios es la feliz lección que el Espíritu Santo enseña, y que desea que tú enseñes con Él. Enseñarla es Su gozo, tal como será el tuyo.


[L-pI.108] Dar y recibir son en verdad lo mismo.

L-pI.108.1 La visión depende de la idea de hoy. La luz se encuentra en ella, pues reconcilia todos los aparentes opuestos. ¿Y qué puede ser la luz sino la resolución, nacida de la paz, de fundir todos tus conflictos y pensamientos erróneos en un solo concepto que sea completamente cierto? Incluso éste desaparecerá, ya que el Pensamiento que se encuentra tras él aparecerá para ocupar su lugar. Y ahora estás en paz para siempre, pues en ese punto al sueño le llega su fin.

L-pI.108.2 La verdadera luz que hace posible la verdadera visión no es la luz que los ojos del cuerpo contemplan. Es un estado mental que se ha unificado en tal grado que la oscuridad no se puede percibir en absoluto. Y de esta manera, lo que es igual se ve como lo mismo, mientras que lo que es diferente ni se nota, pues no está ahí.

L-pI.108.3 Ésta es la luz en la que no se pueden ver opuestos, y la visión, al haber sanado, tiene el poder de sanar. Ésta es la luz que extiende tu paz interior hasta otras mentes, para compartirla y regocijarse de que todas ellas sean una contigo y una consigo mismas. Esta es la luz que sana porque genera una sola percepción, basada en un solo marco de referencia, del que procede un solo significado.

luz/Dios/Cielo

T-3.VII.5-6; T-4.IV.9; T-8.VII.12; T-11.III.4-8
T-11.IV.3; T-26.IX.4-7; T-30.II.3; T-30.III.8-11
T-31.VIII.11-12; L-pI.44; L-pI.59.4
L-pI.94.2; L-pII.225.1; L-pII.239.2; L-pII.249.1
L-pII.283.1

VII. Crear en contraposición a fabricar una imagen propia

T-3.VII.5 La mente puede hacer que la creencia en la separación sea muy real y aterradora, y esta creencia es lo que es el "diablo". Es una idea poderosa, dinámica y destructiva que está en clara oposición a Dios debido a que literalmente niega Su Paternidad. Examina tu vida y observa lo que el diablo ha hecho. Pero date cuenta de que eso que ha hecho se desvanecerá completamente a la luz de la verdad, ya que su cimiento es una mentira. El hecho de que Dios te haya creado constituye el único cimiento que no puede ser debilitado, ya que la luz se encuentra en él. Tu punto de partida es la verdad, y tienes que retornar a tu origen . Mucho se ha visto desde entonces, pero en realidad no ha ocurrido nada. Tu Ser no ha dejado de estar en paz, a pesar de que tu mente está en conflicto. Todavía no has retornado lo suficiente, y de ahí que tengas tanto miedo. A medida que te acercas a tu origen, experimentas el miedo a la destrucción de tu sistema de pensamiento como si se tratase del miedo a la muerte. Pero la muerte no existe. Lo que existe es la creencia en la muerte.

T-3.VII.6 La rama que no da fruto será cortada y se secará. ¡Alégrate de que sea así! La luz brillará desde la verdadera Fuente de la vida, y tu forma de pensar quedará corregida. No puede ser de otra manera. Tú que tienes miedo de la salvación estás eligiendo la muerte. Vida y muerte, luz y oscuridad, conocimiento y percepción, son conceptos irreconciliables. Creer que se pueden reconciliar es creer que Dios y Su Hijo no pueden reconciliarse. Sólo la unicidad del conocimiento está libre de conflicto. Tu reino no es de este mundo porque te fue dado desde más allá de él. La idea de un problema de autoridad tiene sentido únicamente en este mundo. Al mundo no se le abandona mediante la muerte sino mediante la verdad, y la verdad sólo la pueden conocer aquellos para quienes el Reino fue creado, y por quienes espera.

IV. Esto no tiene porqué ser así

T-4.IV.9 Eres un espejo de la verdad, en el que Dios Mismo brilla en perfecta luz. Al tenebroso espejo del ego no tienes sino que decirle: "No voy a mirar ahí porque sé que esas imágenes no son verdad". Deja entonces que el Santísimo brille sobre ti en paz, sabiendo que así y sólo así es como debe ser. Su mente resplandeció sobre ti en tu creación y le dio existencia a tu mente. Su mente resplandece todavía sobre ti y no puede sino resplandecer a través de ti. Tu ego no puede impedir que Dios resplandezca sobre ti, pero sí puede impedirte que le dejes resplandecer a través de ti.

VII. El cuerpo como medio de comunicación

T-8.VII.12 Comunicar es unir y atacar es separar. ¿Cómo ibas a poder hacer ambas cosas simultáneamente utilizando el mismo medio y no sufrir por ello? La percepción del cuerpo sólo se puede unificar cuando se ha aceptado un solo propósito. Esto libera a la mente de la tentación de ver al cuerpo bajo distintas luces, y puede entonces entregárselo por completo a la única Luz en la que puede ser realmente entendido. Confundir un recurso de aprendizaje con un objetivo del plan de estudios es una confusión básica que impide el entendimiento de ambos. El aprendizaje tiene que conducir más allá del cuerpo, al re-establecimiento del poder de la mente en él. Esto sólo se puede lograr si la mente se extiende hasta otras mentes, y no interrumpe su extensión. Esta interrupción es la causa de todas las enfermedades porque la única función de la mente es extender.

III. De las tinieblas a la luz

T-11.III.4 El camino no es arduo, pero es muy diferente. El tuyo es el camino del dolor, de lo cual Dios no sabe nada. Ése es el camino que en verdad es arduo y muy solitario. El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado.

T-11.III.5 Dios no le oculta nada a Su Hijo, aun cuando Su Hijo quiere ocultarse a sí mismo. El Hijo de Dios, no obstante, no puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y le dio la luz que refulge en él. Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía. Cuando vagas sin rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. Los compañeros siniestros y el camino tenebroso, no son más que ilusiones. Vuélvete hacia la luz, pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz tan espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. Pues tu Padre es tu creador y tú eres como Él.

T-11.III.6 Las criaturas de la luz no pueden morar en la oscuridad, pues no hay oscuridad en ellas. No te dejes engañar por los consoladores siniestros, ni permitas que entren en la mente del Hijo de Dios, pues no tienen cabida en Su templo. Cuando te sientas tentado de negar a Dios recuerda que no hay otros dioses que puedas anteponer a Él, y acepta lo que Su voluntad dispone para ti en paz, pues no la puedes aceptar de ninguna otra manera.

T-11.III.7 Sólo el Consolador de Dios puede darte consuelo. En la quietud de Su templo, Él espera para darte la paz que es tuya. Da de Su paz, para que puedas entrar en el templo y encontrarla allí esperándote. Mas sé santo en Presencia de Dios, o, de lo contrario, no sabrás que estás allí, pues lo que no es como Dios no puede entrar en Su mente porque no fue Su pensamiento y, por lo tanto, no es de Él. Y si quieres saber lo que es tuyo, tu mente tiene que ser tan pura como la Suya. Protege cuidadosamente Su templo, pues Él Mismo mora allí en paz. No puedes entrar en la Presencia de Dios con los compañeros siniestros a tu lado, pero tampoco puedes entrar solo. Todos tus hermanos tienen que entrar contigo, ya que hasta que no los hayas aceptado, tú no podrás entrar. Pues no podrás entender lo que es la Plenitud a menos que tú mismo seas pleno, y ninguna parte del Hijo puede ser excluida si su deseo es conocer la Plenitud de su Padre.

T-11.III.8 Puedes aceptar en tu mente a la Filiación en su totalidad y bendecirla con la luz que tu Padre le dio. Serás entonces digno de morar en el templo con Él, puesto que tu voluntad no es estar solo. Dios bendijo a Su Hijo para siempre. Si tú le bendices mientras estás en el tiempo, morarás en la eternidad. El tiempo no puede separarte de Dios si lo usas en favor de lo eterno.

IV. La herencia del Hijo de Dios

T-11.IV.3 Tu paz reside en el hecho de que Su paz es ilimitada. Limita la paz que compartes con Él, y tu Ser se vuelve necesariamente un extraño para ti. Todo altar a Dios forma parte de ti porque la luz que Él creó es una con Él. ¿Le negarías a un hermano la luz que posees? No lo harías si te dieses cuenta de que con ello sólo podrías nublar tu propia mente. En la medida en que lo traes de regreso, regresas también tú. Ésa es la ley de Dios para la protección de la plenitud de Su Hijo.

IX. Pues Ellos han llegado

T-26.IX.4 ¿Qué son cien años para Ellos, o mil, o cientos de miles? Cuando Ellos llegan, el propósito del tiempo se consuma. Lo que nunca tuvo lugar desaparece en la nada cuando Ellos llegan. Lo que el odio reivindicaba se entrega ahora al amor, y la libertad ilumina toda cosa viviente y la eleva hasta el Cielo, donde las luces se encienden con mayor fulgor a medida que cada una vuelve al hogar. Lo incompleto se vuelve completo de nuevo, y el gozo del Cielo aumenta porque lo que era suyo le ha sido restituido. La tierra ha quedado limpia de toda mancha de sangre, y los dementes se han desprendido de sus vestimentas de demencia para unirse a Ellos en el lugar donde tú te encuentras.

T-26.IX.5 El Cielo se siente agradecido por este regalo que por tanto tiempo le había sido negado. Pues Ellos han venido a congregar a los Suyos. Lo que se había clausurado se abre; lo que se mantenía oculto de la luz se le entrega a ésta para que pueda iluminarlo sin dejar ningún espacio o distancia entre la luz del Cielo y el mundo.

T-26.IX.6 El más santo de todos los lugares de la tierra es aquel donde un viejo odio se ha convertido en un amor presente. Y Ellos acuden sin demora al templo viviente, donde se les ha preparado un hogar. No hay un lugar en el Cielo que sea más santo. Y Ellos han venido a morar en el templo que se les ha ofrecido para que sea Su lugar de reposo, así como el tuyo. Lo que el odio le ha entregado al amor, se convierte en la luz más brillante de todo el resplandor del Cielo. Y el fulgor de todas las luces celestiales cobra mayor intensidad, como muestra de gratitud por lo que se les ha restituido.

T-26.IX.7 Los ángeles revolotean amorosamente a tu alrededor, a fin de mantener alejado de ti todo sombrío pensamiento de pecado y asegurarse de que la luz permanezca allí donde ha entrado. Las huellas de tus pasos iluminan el mundo, pues por donde tú caminas el perdón te acompaña jubilosamente. No hay nadie en la tierra que deje de dar gracias a aquel que ha restaurado su hogar, protegiéndolo, así del crudo invierno y del gélido frío. ¿Y cómo podrían el Señor, de los Cielos y Su Hijo dar menos como muestra de agradecimiento cuando han recibido mucho más?

II. El libre albedrío

T-30-II.3 Contempla una vez más a tu enemigo, al que elegiste odiar en vez de amar. Pues así es como nació el odio en el mundo y como se estableció en él el reino del miedo. Escucha ahora a Dios hablarte a través de Aquel que es Su Voz así como la tuya, recordándote que tu voluntad no es odiar ni ser un prisionero del miedo, un esclavo de la muerte o una insignificante criatura de escasa vida. Tu voluntad no tiene límites, pues no es tu voluntad que sea limitada. Lo que mora en ti se ha unido a Dios Mismo en el nacimiento de toda la creación. Acuérdate de Aquel que te creó, Quien a través de tu voluntad creó todo. Todo lo creado te está agradecido, pues nació gracias a tu voluntad. Ni una sola luz celestial podría brillar si no fuese por ti, pues fue tu voluntad lo que las ubicó en el Cielo.

III. Más allá de todo ídolo

T-30-III.8 Los pensamientos de Dios están mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio y su resplandor es eterno. No están esperando a nacer, sino a que se les dé la bienvenida y se les recuerde. El pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno. Se encuentra tan alto en el Cielo que aquellos que se encuentran fuera del Cielo no saben que está allí. No obstante, brillará por toda la eternidad sereno, puro y hermoso. En ningún momento ha dejado de estar allí, ni ha habido jamás un instante en que su luz se haya atenuado o haya perdido su perfección.

T-30-III.9 El que conoce al Padre conoce esta luz, pues Él es el eterno firmamento que la mantiene a salvo, por siempre elevada y firmemente anclada. La perfecta pureza de esa luz no depende de si se ve en la tierra o no. El firmamento la envuelve y la mantiene dulcemente en su perfecto lugar, el cual está tan lejos de la tierra como la tierra lo está del Cielo. No es la distancia ni el tiempo lo que hace que esta estrella sea invisible desde la tierra. Mas aquellos que andan en pos de ídolos no pueden saber que la estrella está ahí.

T-30-III.10 Más allá de todo ídolo se encuentra el pensamiento que Dios abriga de ti. Este pensamiento no se ve afectado en modo alguno por la confusión y el terror del mundo, por los sueños de nacimiento y muerte que aquí se tienen, ni por las innumerables formas que el miedo puede adoptar, sino que, sin perturbarse en lo más mínimo, sigue siendo tal como siempre fue. Rodeado de una calma tan absoluta que el estruendo de batallas ni siquiera llega hasta él, dicho pensamiento descansa en la certeza y en perfecta paz. Tu única realidad se mantiene a salvo en él, completamente inconsciente del mundo que se postra ante ídolos y no conoce a Dios. El pensamiento que Dios abriga de ti, completamente seguro de su inmutabilidad y de que descansa en su eterno hogar, nunca ha abandonado la mente de su creador, al que conoce tal como su creador sabe que dicho pensamientose encuentra en Su Propia mente.

T-30-III.11 ¿Dónde podría existir el pensamiento que Dios abriga de ti sino donde tú te encuentras? ¿Podría acaso tu realidad ser algo aparte de ti y encontrarse en un mundo que le es completamente desconocido? Fuera de ti no hay firmamento eterno, ni estrella inmutable, ni realidad alguna. La mente del Hijo del Cielo, en el Cielo está, pues ahí la mente del Padre y la del Hijo se unieron en la creación, la cual no tiene fin. Tú no tienes dos realidades, sino una sola, y no puedes ser consciente más que de una. Tu realidad es o bien un ídolo, o bien el pensamiento que Dios abriga de ti. No olvides, por lo tanto, que los ídolos tienen que mantener oculto lo que tú eres, no de la mente de Dios, sino de la tuya. La estrella sigue brillando y el firmamento jamás ha cambiado. Mas tú, el santo Hijo de Dios, no eres consciente de tu realidad.

VIII. Elige de nuevo

T-31.VIII.11 Mi mano se extiende en gozosa bienvenida a todo hermano que quiera unirse a mí para ir más allá de la tentación, y mirar con firme determinación hacia la luz que brilla con perfecta constancia más allá de ella. Dame los míos, pues te pertenecen a Ti. ¿Y podrías Tú dejar de hacer lo que es Tu voluntad? Te doy las gracias por lo que mis hermanos son. Y según cada uno de ellos elija unirse a mí, el himno de gratitud que se extiende desde la tierra hasta el Cielo se convertirá, de unas Cuantas notas sueltas, en un coro todo-abarcador, que brota de un mundo redimido del infierno y que te da las gracias a Ti.

T-31.VIII.12 Y ahora decimos "Amén". Pues Cristo ha venido a morar al lugar que, en el sosiego de la eternidad, Tú estableciste para Él desde antes de los orígenes del tiempo. La jornada llega a su fin, y acaba donde comenzó. No queda ni rastro de ella. Ya no se le otorga fe a ninguna ilusión, ni queda una sola mota de oscuridad que pudiese ocultarle a nadie la faz de Cristo. Tu voluntad se hace, total y perfectamente, y toda la creación Te reconoce y sabe que Tú eres la única Fuente que tiene. La Luz, clara como Tú, irradia desde todo lo que vive y se mueve en Ti. Pues hemos llegado allí donde todos somos uno, y finalmente estamos en casa, donde Tú quieres que estemos.

[L-pI.44] DIOS ES LA LUZ EN LA QUE VEO.

L-pI.44.1 Hoy continuamos con la idea de ayer, agregándole otra dimensión. No puedes ver en la oscuridad, y no puedes fabricar luz. Puedes fabricar oscuridad y luego pensar que ves en ella, pero la luz refleja vida, y es, por lo tanto, un aspecto de la creación. La creación y la oscuridad no pueden coexistir, pero la luz y la vida son inseparables, pues no son sino diferentes aspectos de la creación.

L-pI.44.2 Para poder ver, tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu interior y no afuera. No puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra fuera de ti el equipo que necesitas para poder ver. Una parte esencial de ese equipo es la luz que hace posible el que puedas ver. Esa luz está siempre contigo, haciendo que la visión sea posible en toda circunstancia.

L-pI.44.3 Hoy vamos a intentar llegar hasta esa luz. Para tal fin, utilizaremos una forma de ejercicio que ya se sugirió anteriormente, y que vamos a utilizar cada vez más. Dicha forma de ejercicio es especialmente difícil para la mente indisciplinada y representa uno de los objetivos principales del entrenamiento mental. Requiere precisamente lo que le falta a la mente sin entrenar. Con todo, si has de ver, dicho entrenamiento tiene que tener lugar.

L-pI.44.4 Lleva a cabo como mínimo tres sesiones de práctica hoy, cada una de tres a cinco minutos de duración. Recomendamos enfáticamente que les dediques más tiempo, pero únicamente si notas que el tiempo pasa sin que experimentes ninguna sensación de tensión o muy poca. La forma de práctica que vamos a utilizar hoy es la más natural y fácil del mundo para la mente entrenada, tal como parece ser la más antinatural y difícil para la mente sin entrenar.

L-pI.44.5 Tu mente ya no está completamente sin entrenar. Estás bastante listo para aprender la forma de ejercicio que vamos a utilizar hoy, pero es posible que te topes con una gran resistencia. La razón es muy simple. Al practicar de esta manera, te desprendes de todo lo que ahora crees y de todos los pensamientos que has inventado. Propiamente dicho, esto constituye tu liberación del infierno. Sin embargo, si se percibe a través de los ojos del ego, es una pérdida de identidad y un descenso al infierno.

L-pI.44.6 Si te puedes apartar del ego, aunque sólo sea un poco, no tendrás dificultad alguna en reconocer que su oposición y sus miedos no significan nada. Tal vez te resulte útil recordarte a ti mismo de vez en cuando, que alcanzar la luz es escapar de la oscuridad, independientemente de lo que creas al contrario. Dios es la luz en la que ves. Estás intentando llegar a Él.

L-pI.44.7 Da comienzo a la sesión de práctica repitiendo la idea de hoy con los ojos abiertos, luego ciérralos lentamente mientras repites la idea varias veces más. Trata entonces de sumergirte en tu mente, abandonando cualquier clase de interferencia e intrusión a medida que te sumerges serenamente más allá de ellas. No hay nada, excepto tú, que pueda impedirle a tu mente hacer esto. Tu mente está sencillamente siguiendo su curso natural. Trata de observar los pensamientos que te vengan sin involucrarte con ninguno de ellos, y pásalos de largo tranquilamente.

L-pI.44.8 Si bien no se recomienda ningún enfoque en particular para esta forma de ejercicio, sí es necesario que te des cuenta de cuán importante es lo que estás haciendo, el inestimable valor que ello tiene para ti, así como que seas consciente de que estás intentando hacer algo muy sagrado. La salvación es el más feliz de todos tus logros. Es asimismo el único que tiene sentido porque es el único que tiene verdadera utilidad para ti.

L-pI.44.9 Si experimentas cualquier clase de resistencia, haz una pausa lo suficientemente larga como para poder repetir la idea de hoy con los ojos cerrados, a no ser que notes que tienes miedo. En ese caso es probable que abrir los ojos brevemente te haga sentir más tranquilo. Trata, sin embargo, de reanudar los ejercicios con los ojos cerrados tan pronto como puedas.

L-pI.44.10 Si estás haciendo los ejercicios correctamente, deberías experimentar una cierta sensación de relajación, e incluso sentir que te estás aproximando a la luz o de hecho adentrándote en ella. Trata de pensar en la luz, sin forma y sin límites, según pasas de largo los pensamientos de este mundo. Y no te olvides de que no te pueden atar a él a no ser que tú les des el poder de hacerlo. 

L-pI.44.11 Durante el transcurso del día, repite la idea a menudo con los ojos abiertos o cerrados, como mejor te parezca en su momento. Pero no te olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte.

[L-pI.59.1] [41] Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

L-pI.59.4 No puedo ver en la oscuridad. Dios es la única luz. Por lo tanto, si he de ver, tiene que ser por medio de Él. He tratado de definir lo que es ver y me he equivocado. Ahora se me concede poder entender que Dios es la luz en la que veo. Le daré la bienvenida a la visión y al mundo feliz que me mostrará.

[L-pI.94] Soy tal como Dios me creó.

L-pI.94.2 La verdadera luz es fortaleza, y la fortaleza es impecabilidad. Si sigues siendo tal como Dios te creó, tienes que ser fuerte, y la luz tiene que encontrarse en ti. Aquel que se aseguró de que fueses impecable, tiene que ser necesariamente la garantía de tu fortaleza y tu luz. Eres tal como Dios te creó. Las tinieblas no pueden ensombrecer la gloria del Hijo de Dios. Te encuentras en la luz, firme en la impecabilidad en la que fuiste creado y en la que permanecerás por toda la eternidad.

[225] Dios es mi Padre, y Su Hijo lo ama.

L-pII.225.1 Padre, no puedo sino corresponder a Tu Amor, pues dar es lo mismo que recibir y Tú me has dado todo Tu Amor. Tengo que corresponder a él, pues quiero tener plena conciencia de que es mío, de que arde en mi mente y de que, en su benéfica luz, la mantiene inmaculada, amada, libre de miedo y con un porvenir en el que sólo se puede perfilar paz. ¡Cuán apacible es el camino por el que a Tu amoroso Hijo se le conduce hasta Ti!

[239] Mía es la gloria de mi Padre.

L-pII.225.2 Te damos gracias, Padre, por la luz que refulge por siempre en nosotros. Y la honramos porque Tú la compartes con nosotros. Somos uno, unidos en esa luz y uno Contigo, en paz con toda la creación y con nosotros mismos.

[249] El perdón pone fin a todo sufrimiento y a toda sensación de pérdida.

L-pII.249.1 El perdón nos ofrece un cuadro de un mundo en el que ya no hay sufrimiento, es imposible perder y la ira no tiene sentido. El ataque ha desaparecido y a la locura le ha llegado su fin. ¿Qué sufrimiento podría concebirse ahora? ¿En qué pérdida se podría incurrir? El mundo se convierte en un remanso de dicha, abundancia, caridad y generosidad sin fin. Se asemeja tanto al Cielo ahora, que se transforma en un instante en la luz que refleja. Y así, la jornada que el Hijo de Dios emprendió ha culminado en la misma luz de la que él emanó.

[283] Mi verdadera Identidad reside en Ti.

L-pII.283.1 Padre, forjé una imagen de mí mismo, y a eso es a lo que llamo el Hijo de Dios. Mas la creación sigue siendo como siempre fue, pues Tu creación es inmutable. No quiero rendirle culto a ningún ídolo. Yo soy aquel que mi Padre ama. Mi santidad sigue siendo la luz del Cielo y el Amor de Dios. ¿Cómo no va a estar a salvo lo que Tú amas? ¿No es acaso infinita la luz del Cielo? ¿No es Tu Hijo mi verdadera Identidad, toda vez que Tú creaste todo cuanto existe?

luz/Espíritu Santo
T-5.II.4; T-5.III.7; T-6.V-C.1; T-13.VII.12-14; T-14.II.4; C-6.3

II. La Voz que habla por Dios|

T-5.II.4 Tú eres el Reino de los Cielos, pero permitiste que la creencia en la oscuridad se infiltrase en tu mente, por lo que ahora necesitas una nueva luz. El Espíritu Santo es el resplandor al que debes permitir que desvanezca la idea de la oscuridad. Suya es la gloria ante la cual la disociación desaparece y el Reino de los Cielos pasa a ocupar el lugar que le corresponde: Antes de la separación no tenías necesidad de dirección, pues disponías de conocimiento, tal como dispondrás de él de nuevo, pero como no dispones de él ahora.

III. El Guía a la salvación

T-5.III.7 El Espíritu Santo es el mediador entre las interpretaciones del ego y el conocimiento del Espíritu. Su capacidad para utilizar símbolos le permite actuar con las creencias del ego en el propio lenguaje de éste. Su capacidad para mirar más allá de los símbolos hacia la eternidad le permite entender las leyes de Dios, en nombre de las cuales habla. Puede, por consiguiente, llevar a cabo la función de reinterpretar lo que el ego forja, no mediante la destrucción, sino mediante el entendimiento. El entendimiento es luz, y la luz conduce al conocimiento. El Espíritu Santo se encuentra en la luz porque Él está en ti que eres luz, pero tú desconoces esto. La tarea del Espíritu Santo consiste, pues, en reinterpretarte a ti en nombre de Dios.

C. Mantente alerta sólo en favor de Dios y de su Reino

T-6.V.C.1 Hemos dicho anteriormente que el Espíritu Santo evalúa, y tiene que hacerlo. El Espíritu Santo separa lo verdadero de lo falso en tu mente, y te enseña a juzgar cada pensamiento que dejas que se adentre en ella a la luz de lo que Dios puso allí. El Espíritu Santo, con vistas a reforzar el Reino en ti, conserva lo que está de acuerdo con esa luz, y acepta y purifica lo que está parcialmente de acuerdo con el Reino. Mas lo que está en completo desacuerdo lo rechaza juzgando contra ello. Así es como Él mantiene la perfecta consistencia del Reino y su perfecta unificación. Recuerda, no obstante, que lo que el Espíritu Santo rechaza el ego lo acepta. Ello se debe a que ambos están en completo desacuerdo en relación con todo, dado que están en completo desacuerdo con respecto a lo que tú eres. Las creencias del ego en torno a esta cuestión tan fundamental varían considerablemente, y ésta es la razón de que él suscite diferentes estados de ánimo. El Espíritu Santo nunca varía en este punto, y, por lo tanto, el único estado de ánimo que genera es uno de dicha. Él protege dicho estado rechazando todo lo que no lo fomenta, y así, sólo Él puede mantenerte en un estado, de perfecta dicha.

VII. La consecución del mundo real

T-13.VII.12 Sólo el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. Pues Él te proveerá de todas las cosas que no obstaculizan el camino hacia la luz. ¿Qué otra cosa podrías necesitar? Mientras estés en el tiempo, Él te proveerá de todo cuanto necesites, y lo renovará siempre que tengas necesidad de ello. No te privará de nada mientras lo necesites. Mas Él sabe que todo cuanto necesitas es temporal, y que sólo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades y te des cuenta de que todas ellas han sido satisfechas. El Espíritu Santo no tiene, por lo tanto, ningún interés en las cosas que te proporciona. Lo único que le interesa es asegurarse de que no te valgas de ellas para prolongar tu estadía en el tiempo. Sabe que ahí no estás en casa, y no es Su voluntad que demores tu jubiloso regreso a tu hogar.

T-13.VII.13 Deja, por lo tanto, todas tus necesidades en Sus manos. Él las colmará sin darles ninguna importancia. Lo que Él te provee no conlleva ningún riesgo, pues Él se asegurará de que no pueda convertirse, en un punto tenebroso, oculto en tu mente y que se conserva para hacerte daño. Bajo Su dirección viajarás ligero de equipaje y sin contratiempos, pues Él siempre tiene puestas Sus miras en el final de la jornada, que es Su objetivo. El Hijo de Dios no es un viajero por mundos externos. No importa cuán santa pueda volverse su percepción, ningún mundo externo a él contiene su herencia. Dentro de sí mismo no tiene necesidades de ninguna clase, pues la luz sólo necesita brillar en paz para dejar que desde sí misma sus rayos se extiendan quedamente hasta el infinito.

T-13.VII.14 Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil que no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres, y di:
El Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir? ¿Qué otra necesidad tengo, salvo la de despertar en Él?
II. El alumno feliz

T-14.II.4 Al igual que tú, el Espíritu Santo no creó la verdad. Al igual que Dios, Él sabe que la verdad es verdad. El Espíritu Santo lleva la luz de la verdad a las tinieblas y deja que resplandezca sobre ti. Y a medida que resplandece en ti, tus hermanos la ven, y al darse cuenta de que esta luz no es obra tuya, ven en ti mucho más de lo que tú mismo ves. Ellos serán los felices alumnos de la lección que esa luz les muestra porque les enseña a liberarse de lo que no es nada y de todas las obras de lo que no es nada. No podrán ver que las pesadas cadenas que parecen atarlos a la desesperación no son nada hasta que tú les lleves la luz. Se darán cuenta entonces de que las cadenas han desaparecido y de que, por lo tanto, no podían haber sido nada. Y tú te darás cuenta de esto junto con ellos. Y puesto que les enseñaste lo que es la felicidad y la liberación, ellos se convertirán en tus maestros de liberación y felicidad.

CLARIFICACIÓN DE TÉRMINOS
6. EL ESPÍRITU SANTO

C-6.3 Al Espíritu Santo se le describe como el último vínculo de comunicación que queda entre Dios y Sus Hijos separados. A fin de llevar a cabo esta función especial, Él ha asumido una doble función. Goza de conocimiento porque es parte de Dios; percibe porque fue enviado para salvar a la humanidad. Él es el gran principio corrector, el portador de la verdadera percepción, el poder intrínseco de la visión de Cristo. Él es la luz en la que se percibe el mundo perdonado, en el que solamente puede verse la faz de Cristo. Él nunca se olvida del Creador ni de Su Creación. Él nunca se olvida del Hijo de Dios. Él nunca se olvida de ti. Te brinda el Amor de tu Padre en un eterno resplandor que nunca será extinguido porque Dios Mismo lo depositó ahí.

luz/Expiación
T-2.III.1; T-3.I.6-7

III. El altar de Dios

T-2.III.1 Sólo puedes aceptar la Expiación dentro de ti liberando la luz interior. Desde la separación, las defensas se han usado casi exclusivamente para defenderse contra la Expiación y mantener así vigente la separación. Generalmente esto se manifiesta como una necesidad de proteger el cuerpo. Las múltiples fantasías corporales a las que las mentes se entregan proceden de la creencia distorsionada de que el cuerpo puede usarse como un medio para alcanzar la "Expiación" Percibir el cuerpo como un templo es únicamente el primer paso en el proceso de corregir esta distorsión, ya que sólo la altera en parte. Dicha percepción del cuerpo ciertamente reconoce que la Expiación en términos físicos es imposible. El siguiente paso, no obstante, es darse cuenta de que un templo no es en modo alguno una estructura. Su verdadera santidad reside en el altar interior en torno al cual se erige la estructura. Hacer hincapié en estructuras hermosas es señal de que se teme a la Expiación y de que no se está dispuesto a llegar al altar en sí. La auténtica belleza del templo no puede verse con los ojos físicos. La Visión Espiritual, por otra parte, al ser una Visión perfecta, no puede ver la estructura en absoluto. Puede, no obstante, ver el altar con perfecta claridad.

I. Expiación sin sacrificio

T-3.I.6 La inocencia es incapaz de sacrificar nada porque la mente inocente dispone de todo y sólo se esfuerza por proteger su plenitud. No puede proyectar. Tan sólo puede honrar a otras mentes porque honrar a otros es el saludo natural de los verdaderamente amados hacia los que son como ellos. El cordero "quita los pecados del mundo" en el sentido de que el estado de inocencia, o gracia, es uno en que el significado de la Expiación es perfectamente obvio. La Expiación carece por completo de ambigüedad. Es perfectamente inequívoca porque existe en la luz. Únicamente los intentos de ocultarla en las tinieblas han hecho que sea inaccesible para aquellos que eligen no ver.

T-3.I. La Expiación de por sí sólo irradia verdad. Es, por lo tanto, el epítome de la mansedumbre y derrama únicamente bendiciones. No podría hacer eso si procediese de cualquier otra fuente que no fuese la perfecta inocencia. La inocencia es sabiduría porque no tiene conciencia del mal; y el mal no existe. No obstante, es perfectamente consciente de todo lo que es verdad. La resurrección demostró que nada puede destruir a la verdad. El bien puede resistir cualquier clase de mal, al igual que la luz disipa cualquier clase de oscuridad. La Expiación es, por lo tanto, la lección perfecta. Es la demostración concluyente de que todas las demás lecciones que enseñé son ciertas. Si puedes aceptar esta generalización ahora, no tendrás necesidad de aprender muchas otras lecciones de menor importancia. Basta con que creas esto para que te liberes de todos tus errores.

luz/iluminación
T-4.in.1; T-7.V.10; T-8.III.1; T-12.II.4;
T-12.VI.7; L-pI.188.1

Introducción

T-4.in.1. La Biblia dice que si un hermano te pide que camines con él una milla, que le acompañes dos. Ciertamente no sugiere que le retrases en su viaje. Tu dedicación a un hermano no puede tampoco retrasarte a ti. Sólo puede conducir a un progreso mutuo. El resultado de una dedicación genuina es la inspiración, palabra que, si se entiende correctamente, es lo opuesto a la fatiga. Estar fatigado es estar des-animado, mas estar inspirado es estar en el Espíritu. Ser ego céntrico es estar des-animado, mas estar centrado en Sí Mismo, en el buen sentido de la expresión, es estar inspirado o en el Espíritu. Los verdaderamente inspirados están iluminados y no pueden morar en las tinieblas.

IV. La curación como reconocimiento de la verdad

T-7.V.10 No puedes olvidarte del Padre porque yo estoy contigo, y yo no puedo olvidarme de Él. Cuando te olvidas de mí, te olvidas de ti mismo y de Aquel que te creó. Nuestros hermanos son olvidadizos. Por eso es por lo que necesitan que te acuerdes de mí y de Aquel que me creó. Mediante ese recuerdo puedes cambiar sus mentes con respecto a ellos mismos, tal como yo puedo cambiar la tuya. Tu mente es una luz tan potente que tú puedes contemplar las mentes de tus hermanos e iluminarlas, tal como yo puedo iluminar la tuya. No quiero compartir mi cuerpo en el acto de comunión porque no estaría compartiendo nada. ¿Por qué iba tratar de compartir una ilusión con los santísimos Hijos de un santísimo Padre? *(Y sin embargo lo hago.)  Quiero compartir mi mente contigo porque somos de una misma mente, y ésa mente es nuestra. Contempla sólo esa mente en todas partes porque sólo esa mente está en todas partes y en todas las cosas. Dicha mente lo es todo porque abarca a todas las cosas dentro de sí. Bendito seas tú que percibes únicamente esto porque estás percibiendo únicamente lo que es verdad.

La frase (Y sin embargo lo hago.) no aparece en el íngles original. Con esta frase pareciera que Jesús esta diciendo que apesar de que no esta compartiendo su cuerpo en el acto de comunion, por ser esta una ilusión, al final de cuentas lo hace, lo cual es un contradicción de su mensaje.

III. El encuentro santo

T-8.III.1 Gloria a Dios en las alturas, y también a ti porque así lo ha dispuesto Su voluntad. Pide y se te dará, pues ya se te ha dado. Pide luz y aprende que eres luz. Si quieres tener entendimiento e iluminación aprenderás que eres luz, ya que tu decisión de aprender esto es la decisión de querer escuchar al Maestro que sabe de luz y que, por lo tanto, puede enseñarte lo que ésta es. No hay límite en lo que puedes aprender porque tu mente no tiene límites. Las enseñanzas del Espíritu Santo no tienen límites porque Él fue creado para enseñar. AI comprender perfectamente cuál es Su función, la desempeña perfectamente porque ése es Su gozo y el tuyo.

II. Cómo recordar a Dios

T-12.II.4 Recuerda lo que dijimos acerca de las percepciones atemorizantes que tienen los niños pequeños, las cuales son aterrorizantes para ellos porque no las entienden. Si piden iluminación y la aceptan, sus miedos se desvanencen. Pero si ocultan sus pesadillas, las conservan. Es fácil ayudar a un niño inseguro, ya que reconoce que no entiende el significado de sus percepciones. Tú, sin embargo, crees que entiendes el significado de las tuyas. Criatura de Dios, estás ocultando tu cabeza bajo unas pesadas mantas que tú mismo te has echado encima. Estás ocultando tus pesadillas en la oscuridad de tu falsa certeza y negándote a abrir los ojos y a mirarlas de frente.

VI. La visión de Cristo

T-12.VI.7 Cada Hijo de Dios es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en Dios. El amor de Cristo por ti es Su amor por Su Padre, que Él conoce porque conoce el amor de Su Padre por Él. Cuando el Espíritu Santo te haya conducido finalmente hasta Cristo en el altar de Su Padre, la percepción se fundirá con el conocimiento porque se habrá vuelto tan santa que su transferencia a la santidad será sencillamente su extensión natural. El amor se transfiere al amor sin ninguna interferencia, pues ambos son uno. A medida que percibas más y más elementos comunes en todas las situaciones, la transferencia del entrenamiento bajo la dirección del Espíritu Santo aumentará y se generalizará. Aprenderás gradualmente a aplicarlo a todo el mundo y a todas las cosas, pues su aplicabilidad es universal. Una vez que esto se logra, la percepción y el conocimiento se vuelven tan similares que comparten la unificación de las leyes de Dios.

[L-pI.188] La paz de Dios refulge en mí ahora

L-pI.188.1 ¿Por qué esperar al Cielo? ?Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos. La luz ya está en ellos. La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio. La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.

luz/instante santo
T-20.V.5; T-26.V.11

V. Los heraldos de la eternidad

T-20.V.5 El cuerpo de tu hermano tiene tan poca utilidad para ti como para él. Cuando se usa únicamente de acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, no tiene función alguna. Pues las mentes no necesitan el cuerpo para comunicarse. La Visión que ve al cuerpo no le es útil al propósito de la relación santa. Y mientras sigas viendo a tu hermano como un cuerpo, los medios y el fin no estarán en armonía. ¿Por qué se han de necesitar tantos instantes santos para alcanzar una relación santa, cuando con uno solo bastaría? No hay más que uno. El pequeño aliento de eternidad que atraviesa el tiempo como una luz dorada es sólo uno: no ha habido nada antes ni nada después.

V. El pequeño obstáculo

T-26.V.11 El Hijo que Dios creó sigue siendo tan libre como Dios lo creó. Renació en el mismo instante en que eligió morir en vez de vivir. ¿Y te negarías ahora a perdonarlo porque cometió un error en un pasado que Dios ni siquiera recuerda y que no existe? Estás ahora oscilando entre el pasado y el presente. A veces el pasado te parece real, como si fuese el presente. Oyes voces del pasado y luego dudas de que las has oído. Eres como alguien que aún tiene alucinaciones, pero que no está seguro de lo que percibe. Ésta es la zona fronteriza entre los dos mundos, el puente entre el pasado y el presente. Aquí todavía ronda la sombra del pasado; sin embargo, se vislumbra ya la luz del presente. Una vez que esta luz se ve, es imposible olvidarse de ella. Y esa luz te rescatará del pasado y te conducirá al presente, donde realmente te encuentras.

luz/Jesús
T-8.IV.2; T-19.IV-B.6-8

IV. El regalo de la libertad

T-8.IV.2 He venido como una luz a un mundo que en verdad se ruega todo a sí mismo. Hace eso simplemente al disociarse de todo. Dicho mundo es, por lo tanto, una ilusión de aislamiento que se mantiene vigente por miedo a la misma soledad que es su ilusión: Os dije que estaría con vosotros siempre, incluso hasta el fin del mundo. Por eso es por lo que soy la luz del mundo: Si estoy contigo en la soledad del mundo, la soledad desaparece. No puedes mantener la ilusión de soledad si no estás solo. Mi propósito, pues, sigue siendo vencer el mundo. Yo no lo ataco, pero mi luz no puede sino desvanecer lo por razón de lo que es. La luz no ataca a la oscuridad, pero la desvanece con su fulgor. Si mi luz va contigo a todas partes, tú desvaneces la oscuridad conmigo. La luz se vuelve nuestra, y ya no puedes morar en la oscuridad tal como la oscuridad no puede morar allí donde tú vas. Acordarte de mí es acordarte de ti mismo, así como de Aquel que me envió a ti.

CAPÍTULO 19 - B. EL SEGUNDO OBSTÁCULO:
La creencia de que el cuerpo es valioso por razón de lo que ofrece

T-19.IV.B.6 Deja que yo sea para ti el símbolo del fin de la culpabilidad, y contempla a tu hermano como me contemplarías a mí. Perdóname por todos los pecados que crees que el Hijo de Dios cometió. Y a la luz de tu perdón él recordará quién es y se olvidará de lo que nunca fue. Te pido perdón, pues si tú eres culpable, también lo tengo que ser yo. Mas si yo superé la culpabilidad y vencí al mundo, tú estabas conmigo. ¿Qué quieres ver en mí, el símbolo de la culpabilidad o el del fin de ésta? Pues recuerda que lo que yo signifique para ti es lo que verás dentro de ti mismo.

T-19.IV.B.7 Desde tu relación santa la verdad proclama la verdad y el amor se contempla a sí mismo. La salvación fluye desde lo más profundo del hogar que nos ofrecisteis a mi Padre y a mí. Y allí estamos juntos, en la serena comunión en la que el Padre y el Hijo están unidos. ¡Venid, oh fieles, a la santa unión del Padre y del Hijo en vosotros! Y no os mantengáis aparte de lo que se os ofrece como muestra de agradecimiento por haberle dado a la paz su hogar en el Cielo. Llevad a todo el mundo el jubiloso mensaje del fin de la culpabilidad, y todo el mundo contestará. Piensa en lo feliz que te sentirás cuando todos den testimonio del fin del pecado y te muestren que el poder de éste ha desaparecido para siempre. ¿Dónde puede seguir habiendo culpabilidad una vez que la creencia en el pecado ha desaparecido? ¿Y dónde está la muerte, una vez que se ha dejado de oír para siempre a su gran defensor?

T-19.IV.B.8 Perdóname por tus ilusiones, y libérame del castigo que me quieres imponer por lo que no hice. Y al enseñarle a tu hermano a ser libre, aprenderás lo que es la libertad que yo enseñé, y, por lo tanto, me liberarás a mí. Formo parte de tu relación santa, sin embargo, preferirías aprisionarme tras los obstáculos que interpones a la libertad e impedirme llegar hasta ti. Mas no es posible mantener alejado a Uno que ya está ahí. Y en Él se hace posible que nuestra comunión, en la que ya estamos unidos, sea el foco de la nueva percepción que derramará la luz que reside en ti por todo el mundo.

luz/mente
T-7.III.4-5; T-7.XI.5; T-9.II.5; T-9.V.7

III. La realidad del Reino

T-7.III.4 Estar en el Reino quiere decir que pones toda tu atención en él. Mientras sigas creyendo que puedes prestar atención a lo que no es cierto, estarás eligiendo aceptar el conflicto. Mas ¿es esto realmente una elección? Parece serlo, pero las apariencias y la realidad no pueden ser lo mismo. Tú, que eres el Reino, no tienes nada que ver con las apariencias. La realidad es tuya porque tú eres la realidad. De esta manera es como en última instancia tener y ser se reconcilian en tu mente, no en el Reino. "El altar que se encuentra allí es la única realidad. El altar es perfectamente inequívoco en el pensamiento porque es un reflejo del pensamiento perfecto. Tu mente recta ve únicamente: hermanos porque ve únicamente en su propia luz.

T-7.III.5 Dios Mismo iluminó tu mente, y la mantiene iluminada con Su Luz porque Su Luz es lo que tu mente es. Esto está más allá de cualquier duda, y cuando lo pones en duda se te da una respuesta. La Respuesta simplemente cancela la pregunta al establecer el hecho de que poner en duda la realidad no tiene sentido. De ahí que el Espíritu Santo nunca ponga nada en duda. Su única función es eliminar lo cuestionable y, por ende, conducir a la certeza. Los que tienen certeza gozan de perfecta calma porque no tienen dudas. No cuestionan nada porque en sus mentes no entra nada que sea cuestionable. Esto los mantiene en un estado de perfecta serenidad, ya que al saber lo que son, eso es lo que comparten.

XI. El estado de gracia

T-7.XI.5 Cuando una mente contiene solamente luz, conoce solamente la luz. Su propia luminiscencia alumbra todo en su derredor, y se extiende hasta la penumbra de otras mentes, y las transforma en majestad. La Majestad de Dios se encuentra en ellas para que la reconozcas, la aprecies y la conozcas. La manera de aceptar tu herencia es reconociendo la Majestad de Dios en tu hermano. Dios sólo da de manera equitativa. Si reconoces Su don en cualquiera, habrás reconocido lo que Él te ha dado a ti. Nada es más fácil de reconocer que la verdad, ya que es un reconocimiento inmediato, inequívoco y natural. Te has enseñado a ti mismo a no reconocerla, y esto ha sido muy difícil para ti.

II. La respuesta de la oración

T-9.II.5 El mensaje que tu hermano te comunica depende de ti. ¿Qué te está diciendo? ¿Qué desearías que te dijese? Lo que hayas decidido acerca de tu hermano determina el mensaje qué recibes. Recuerda que el Espíritu Santo mora en él, y Su Voz te habla a través de él. ¿Qué podría decirte un hermano tan santo, excepto la verdad? Mas ¿le escuchas? Es posible que tu hermano no sepa quién es, pero en su mente hay una luz que sí lo sabe. El resplandor de esta luz puede llegar hasta tu mente, infundiendo verdad a sus palabras y haciendo posible el que las puedas oír. Sus palabras son la respuesta que el Espíritu Santo te da a ti. ¿Es la fe que tienes en tu hermano lo suficientemente grande como para permitirte oír dicha respuesta? 

V. El sanador no sanado

T-9.V.7 Ambas formas del enfoque del ego te llevarán forzosamente a un callejón sin salida, la típica "situación imposible" a la que el ego siempre conduce. Tal vez sea una ayuda para alguien el que se le indique hacia dónde se está encaminando, pero de poco le sirve si no se le ayuda además a cambiar de rumbo. El sanador no sanado no puede hacer eso por él, puesto que no lo puede hacer para sí mismo. La única aportación significativa que el sanador puede hacer es presentarle un ejemplo de alguien a quien se le cambió de rumbo y que ya no cree en pesadillas de ninguna clase. La luz en su mente, por lo tanto, responderá al que pregunta, que tiene que decidir con Dios que sí hay luz porque la ve. Y mediante este reconocimiento el sanador sabe que la luz está ahí. Así es como la percepción finalmente se transforma en conocimiento. El obrador de milagros comienza percibiendo luz, y transforma su percepción en certeza al extender continuamente la luz y al aceptar el reconocimiento que ésta le ofrece. Los efectos de la luz le confirman que ésta está ahí.

luz/milagro
T-1.I.33; T-3.V.10; T-13.VIII.8; L-pI.78;
L-pI.91; L-pl.92; L-pII.345; C-2.5-6

I. Principios de los milagros

T-1.I.33 Los milagros te honran porque eres digno de ser amado. Desvanencen las ilusiones que albergas acerca de ti mismo y perciben la luz en ti. De esta forma, al liberarte de tus pesadillas, expían tus errores. Al liberar a tu mente de la prisión de tus ilusiones te restauran la cordura. 

V. Más allá de la percepción

T-3.V.10 Mientras continúe habiendo percepción, la oración será necesaria. Puesto que la percepción se basa en la escasez, los que perciben no han aceptado totalmente la Expiación ni se han entregado a la verdad. La percepción se basa en un estado de separación, así que todo aquel que de alguna manera percibe, tiene necesidad de curación. El estado natural de los que gozan de conocimiento es la comunión, no la oración. Dios y Su milagro son inseparables. ¡Cuán bellos son en verdad los pensamientos de Dios que viven en Su Luz! Tu valía está más allá de la percepción porque está más allá de toda duda. No te percibas a ti mismo bajo ninguna otra luz. Conócete en la Única Luz en la que el milagro que eres se alza en perfecta claridad.

VII. La consecución del mundo real

T-13.VII.8 La paz de Dios supera tu razonar sólo en el pasado. Sin embargo, está aquí, y puedes entenderla ahora mismo. Dios ama a Su Hijo eternamente, y Su Hijo le corresponde eternamente. El mundo real es el camino que te lleva a recordar la única cosa que es completamente verdadera y completamente tuya. Pues todo lo demás te lo has prestado a ti mismo en el tiempo, y desaparecerá. Pero eso otro es eternamente tuyo, al ser el don de Dios a Su Hijo. Tu única realidad te fue dada, y por medio de ella Dios te creó uno con Él.

[L-pI.78] ¡QUE LOS MILAGROS REEMPLACEN TODOS MIS RESENTIMIENTOS!

L-pI.78.1 Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar. Y al alzarlo ante tus ojos no puedes ver el milagro que se encuentra tras él. Éste, no obstante, sigue allí aguardándote en la luz, pero en lugar de él contemplas tus resentimientos.

L-pI.78.2 Hoy vamos a ir más allá de los resentimientos para contemplar el milagro en lugar de ellos. Invertiremos la manera como ves al no dejar que tu vista se detenga antes de que veas. No esperaremos frente al escudo de odio, sino que lo dejaremos caer, y, suavemente, alzaremos los ojos en silencio para contemplar al Hijo de Dios.

L-pI.78.3 Él te espera tras todos tus resentimientos, y a medida que dejas éstos de lado, él aparecerá radiante de luz en el lugar que antes ocupaba cada uno de ellos. Pues cada resentimiento constituye un obstáculo a la visión, mas según se elimina, puedes ver al Hijo de Dios allí donde él siempre ha estado. Él se encuentra en la luz, pero tú estabas en las tinieblas. Cada resentimiento hacía que las tinieblas fuesen aún más tenebrosas, lo cual te impedía ver.

L-pI.78.4 Hoy intentaremos ver al Hijo de Dios. No nos haremos los ciegos para no verlo; no vamos a contemplar nuestros resentimientos. Así es como se invierte la manera de ver del mundo, al nosotros dirigir nuestra mirada hacia la verdad y apartarla del miedo. Seleccionaremos a alguien que haya sido objeto de tus resentimientos y, dejando éstos a un lado, lo contemplaremos. Quizá es alguien a quien temes o incluso odias; o alguien a quien crees amar, pero que te hizo enfadar; alguien a quien llamas amigo, pero que en ocasiones te resulta pesado o difícil de complacer; alguien exigente, irritante o que no se ajusta al ideal que debería aceptar como suyo, de acuerdo con el papel que tú le has asignado.

L-pI.78.5 Ya sabes de quien se trata: su nombre ya ha cruzado tu mente. En él es en quien pedimos que se te muestre el Hijo de Dios. Al contemplarlo sin los resentimientos que has abrigado en su contra, descubrirás que lo que permanecía oculto cuando no lo veías, se encuentra en todo el mundo y se puede ver. El que era un enemigo es más que un amigo cuando está en libertad de asumir el santo papel que el Espíritu Santo le ha asignado. Deja que él sea hoy tu salvador. Tal es su función en el plan de Dios, tu Padre.

L-pI.78.6 En nuestras sesiones de práctica más largas de hoy lo veremos asumiendo ese papel. Pero primero intenta mantener su imagen en tu mente tal como lo ves ahora. Pasa revista a sus faltas, a las dificultades que has tenido con él, al dolor que te ha causado, a sus descuidos y a todos los disgustos grandes y pequeños que te ha ocasionado. Contempla las imperfecciones de su cuerpo así como sus rasgos más atractivos, y piensa en sus errores e incluso en sus "pecados".

L-pI.78.7 Pidámosle entonces a Aquél que conoce la realidad y la verdad de este Hijo de Dios, que se nos conceda poder contemplarlo de otra manera y ver a nuestro salvador resplandeciendo en la luz del verdadero perdón que se nos ha concedido. En el santo Nombre de Dios y en el de Su Hijo, que es tan santo como Él, le pedimos:
Quiero contemplar a mi salvador en éste a quien Tú has designado como aquel al que debo pedir que me guíe hasta la santa luz en la que él se encuentra, de modo que pueda unirme a él.
Los ojos del cuerpo están cerrados, y mientras piensas en aquel que te agravió, deja que a tu mente se le muestre la luz que brilla en él más allá de tus resentimientos.

L-pI.78.8 Lo que has pedido no se te puede negar. Tu salvador ha estado esperando esto hace mucho tiempo. Él quiere ser libre y hacer que su libertad sea también la tuya. El Espíritu Santo se extiende desde él hasta ti, y no ve separación alguna en el Hijo de Dios. Y lo que ves a través de Él os liberará a ambos. Mantente muy quedo ahora, y contempla a tu radiante salvador. Ningún sombrío resentimiento nubla la visión que tienes de él. Le has permitido al Espíritu Santo expresar a través de ese hermano el papel que Dios le asignó a Él para que tú te pudieses salvar.

L-pI.78.9 Dios te da las gracias por estos momentos de sosiego en que dejas a un lado tus imágenes para ver en su lugar el milagro de amor que el Espíritu Santo te muestra. Tanto el mundo como el Cielo te dan las gracias, pues ni uno solo de los Pensamientos de Dios puede sino regocijarse por tu salvación y por la del mundo entero junto contigo.

L-pI.78.10 Recordaremos esto a lo largo del día, y asumiremos el papel que se nos ha asignado como parte del plan de Dios para la salvación, y no del nuestro. La tentación desaparece cuando permitimos que todo aquel que se cruza en nuestro camino sea nuestro salvador, rehusándonos a ocultar su luz tras la pantalla de nuestros resentimientos. Permite que todo aquel con quien te encuentres, o en quien pienses o recuerdes del pasado, asuma el papel de salvador, de manera que lo puedas compartir con él. Por ti y por él, así como por todos los que no ven, rogamos

¡Que los milagros reemplacen todos mis resentimientos!

[L-pI.91] LOS MILAGROS SE VEN EN LA LUZ.

L-pI.91.1 Es importante recordar que los milagros y la visión van necesariamente de la mano. Esto necesita repetirse una y otra vez. Es una de las ideas centrales de tu nuevo sistema de pensamiento, y de la percepción a la que da lugar. El milagro está siempre aquí. Tu visión no causa su presencia, ni su ausencia es el resultado de que no veas. Es únicamente tu conciencia de los milagros la que se ve afectada. Los verás en la luz, mas no los verás en la oscuridad.

L-pI.91.2 Para ti, pues, la luz es crucial. Mientras sigas en la oscuridad no podrás ver el milagro. Por lo tanto, estarás convencido de que no está ahí. Esto se deriva de las mismas premisas de las que procede la oscuridad. Negar la luz hace que te resulte imposible percibirla. No percibir la luz es percibir la oscuridad. La luz entonces no te sirve de nada, a pesar de que está ahí. No la puedes usar porque su presencia te es desconocida. Y la aparente realidad de la oscuridad hace que la idea de la luz no tenga sentido.

L-pI.91.3 Si se te dijera que lo que no ves se encuentra ahí, ello te parecería una locura. Es muy difícil llegar a convencerse de que lo que en verdad es una locura es no ver lo que se encuentra ahí, y, en su lugar, ver lo que no está ahí. Tú no dudas de que los ojos del cuerpo puedan ver. No dudas de la realidad de las imágenes que te muestran. Tienes absoluta fe en la oscuridad, no en la luz. ¿Cómo se puede invertir esto? Tú no lo podrías hacer solo, pero no estás solo en esto.

L-pI.91.4 Tus esfuerzos, por insignificantes que sean, están fuertemente respaldados. Sólo con que te percatases de cuán grande es esa fortaleza, tus dudas desaparecerían. Hoy dedicaremos el día a tratar de que sientas esa fortaleza. Cuando hayas sentido la fortaleza que mora en ti, la cual pone fácilmente a tu alcance todos los milagros, dejarás de dudar. Los milagros que tu sensación de debilidad ocultan se harán patentes de inmediato en tu conciencia una vez que sientas la fortaleza que mora en ti.

L-pI.91.5 Reserva diez minutos en tres ocasiones hoy para tener un rato de quietud en el que trates de dejar atrás tu debilidad. Esto se puede lograr fácilmente si te das instrucciones a ti mismo de que no eres un cuerpo. La fe se canaliza hacia lo que deseas, y tú diriges la mente en conformidad con ello. Tu voluntad sigue siendo tu maestro, y dispone de toda la fortaleza necesaria para hacer lo que desea. Puedes escaparte del cuerpo si así lo decides. Puedes experimentar la fortaleza que mora en ti.

L-pI.91.6 Comienza las sesiones de práctica más largas con esta declaración que entraña una auténtica relación de causa y efecto:

Los milagros se ven en la luz.
Los ojos del cuerpo no perciben la luz.
Mas yo no soy un cuerpo. ¿Qué soy entonces?


La pregunta con la que finaliza esta declaración es crucial para los ejercicios de hoy. Lo que piensas que eres es una creencia que debe ser erradicada. Pero lo que realmente eres es algo que tiene que serte revelado. La creencia de que eres un cuerpo necesita ser corregida, ya que es un error. La verdad de lo que eres apela a la fortaleza que mora en ti para que lleve a tu conciencia lo que el error oculta.

LpI.91.7 Si no eres un cuerpo, ¿qué eres entonces? Necesitas hacerte consciente de lo que el Espíritu Santo utiliza para reemplazar en tu mente la imagen de que eres un cuerpo. Necesitas sentir algo en lo que depositar tu fe a medida que la retiras del cuerpo. Necesitas tener una experiencia real de otra cosa, algo más sólido y seguro; algo más digno de tu fe y que realmente esté ahí.

L-91.8 Si no eres un cuerpo, ¿qué eres entonces? Hazte esta pregunta honestamente, y dedica después varios minutos a dejar que los pensamientos erróneos que tienes acerca de tus atributos sean corregidos y a que sus opuestos ocupen su lugar. Puedes decir, por ejemplo:

No soy débil, sino fuerte.
No soy un inútil, sino alguien todopoderoso.
No estoy limitado, sino que soy ilimitado.
No tengo dudas, sino seguridad.
No soy una ilusión, sino algo real.
No puedo ver en la oscuridad, sino en la luz.


L-pI.91.9 En la segunda parte de tu sesión de práctica, trata de experimentar estas verdades acerca de ti mismo. Concéntrate en especial en la experiencia de fortaleza. Recuerda que toda sensación de debilidad está asociada con la creencia de que eres un cuerpo, la cual es una creencia errónea y no merece que se tenga fe en ella. Deja de tener fe en ella, aunque sólo sea por un instante. A medida que avancemos te irás acostumbrando a tener fe en lo que es más valioso en ti.

L-pI.91.10 Relájate durante el resto de la sesión de práctica, confiando en que tus esfuerzos, por insignificantes que sean, tienen todo el respaldo de la fortaleza de Dios y de todos Sus Pensamientos. De Ellos es de donde procederá tu fortaleza. A través de Su fuerte respaldo es como sentirás la fortaleza que mora en ti. Dios y todos Sus Pensamientos se unen a ti en esta sesión de práctica, en la que compartes un propósito semejante al de Ellos. De Ellos es la luz en la que verás milagros porque Su fortaleza es tuya. Su fortaleza se convierte en tus ojos para que puedas ver.

L-pI.91.11 Cinco o seis veces por hora, a intervalos razonablemente regulares, recuérdate a ti mismo que los milagros se ven en la luz. Asegúrate también de hacerle frente a cualquier tentación con la idea de hoy. La siguiente variación podría resultarte útil para este propósito especial:

Los milagros se ven en la luz.
No voy a cerrar los ojos por causa de esto.


[L-pI.92] LOS MILAGROS SE VEN EN LA LUZ Y LA LUZ Y LA FORTALEZA SON UNA.

L-pI.92.1 La idea de hoy es una ampliación de la anterior. No asocias la luz con la fortaleza ni la oscuridad con la debilidad. Ello se debe a que tu idea de lo que significa ver está vinculada al cuerpo, a sus ojos y a su cerebro. De ahí que creas que puedes cambiar lo que ves poniendo trocitos de vidrio delante de tus ojos. Ésta es una de las muchas creencias mágicas que proceden de tu convicción de que eres un cuerpo y de que los ojos del cuerpo pueden ver.

L-pI.92.2 Crees también que el cerebro puede pensar. Si comprendieses la naturaleza del pensamiento, no podrías por menos que reírte de esta idea tan descabellada. Es como si creyeses que eres tú el que sostiene el fósforo que le da al sol toda su luz y todo su calor; o quien sujeta al mundo firmemente en sus manos hasta que decidas soltarlo. Esto, sin embargo, no es más disparatado que creer que los ojos del cuerpo pueden ver o que el cerebro puede pensar.

L-pI.92.3 La fortaleza de Dios que mora en ti es la luz en la que ves, de la misma manera como es Su Mente con la que piensas. Su fortaleza niega tu debilidad. Y es ésta la que ve a través de los ojos del cuerpo, escudriñando la oscuridad para contemplar lo que es semejante a ella misma: los mezquinos y los débiles, los enfermizos y los moribundos; los necesitados, los desvalidos y los amedrentados; los afligidos y los pobres, los hambrientos y los melancólicos. Esto es lo que se ve a través de los ojos que no pueden ver ni bendecir.

L-pI.92.4 La fortaleza pasa por alto todas estas cosas al mirar más allá de las apariencias. Mantiene su mirada fija en la luz que se encuentra más allá de ellas. Se une a la luz de la que forma parte. Se ve a sí misma. Te brinda la luz en la que tu Ser aparece. En la oscuridad percibes un ser que no existe. La fortaleza es lo que es verdad con respecto a ti, más la debilidad es un ídolo al que se honra y se venera falsamente a fin de disipar la fortaleza y permitir que la oscuridad reine allí donde Dios dispuso que hubiese luz.

L-pI.92.5 La fortaleza procede de la verdad, y brilla con la luz que su Fuente le ha otorgado; la debilidad refleja la oscuridad de su hacedor. Está enferma, y lo que ve es la enfermedad, que es como ella misma. La verdad es un salvador, y su voluntad es que todo el mundo goce de paz y felicidad. La verdad le da el caudal ilimitado de su fortaleza a todo aquel que la pide. Reconoce que si a alguien le faltase algo, les faltaría a todos. Y por eso imparte su luz, para que todos puedan ver y beneficiarse cual uno solo. Todos comparten su fortaleza, de manera que ésta pueda brindarles a todos el milagro en el que ellos se unirán en propósito, perdón y amor.

L-pI.92.6 La debilidad, que mira desde la oscuridad, no puede ver propósito alguno en el perdón o en el amor. Ve todo lo demás como diferente de ella misma, y no ve nada en el mundo que quisiera compartir. Juzga y condena, pero no ama. Permanece en la oscuridad para ocultarse, y sueña que es fuerte y victoriosa, vencedora de limitaciones que no hacen sino crecer descomunalmente en la oscuridad.

L-pI.92.7 La debilidad se teme, se ataca y se odia a sí misma, y la oscuridad cubre todo lo que ve, dejándole sus sueños que son tan temibles como ella misma. Ahí no encontrarás milagros sino odio. La debilidad se separa de lo que ve, mientras que la luz y la fortaleza se perciben a sí mismas cual una sola. La luz de la fortaleza no es la luz que tú ves. No cambia, ni titila hasta finalmente extinguirse. No cambia cuando la noche se convierte en día, ni se convierte en oscuridad hasta que se hace de día otra vez.

L-pI.92.8 La luz de la fortaleza es constante, tan segura como el amor y eternamente feliz de darse a sí misma, ya que no puede sino darse a lo que es ella misma. Nadie que pida compartir su visión lo hace en vano, y nadie que entre en su morada puede partir sin un milagro ante sus ojos y sin que la fortaleza y la luz moren en su corazón.

L-pI.92.9 La fortaleza que mora en ti te ofrecerá luz y guiará tu visión para que no habites en las vanas sombras que los ojos del cuerpo te proveen a fin de que te engañes a ti mismo. La fortaleza y la luz se unen en ti, y ahí donde se unen, tu Ser se alza presto a recibirte como Suyo. Tal es el lugar de encuentro que hoy trataremos de hallar para descansar en él, pues la paz de Dios está ahí donde tu Ser, Su Hijo, aguarda ahora para encontrarse Consigo Mismo otra vez y volver a ser uno.

L-pI.92.10 Dediquemos veinte minutos en dos ocasiones hoy a estar presentes en ese encuentro. Déjate conducir ante tu Ser. Su fortaleza será la luz en la que se te concederá el don de la visión. Deja atrás hoy la oscuridad por un rato, y practica ver en la luz, cerrando los ojos del cuerpo y pidiéndole a la verdad que te muestre cómo hallar el lugar de encuentro entre el ser y el Ser, en el que la luz y la fortaleza son una.

L-pI.92.11 Así es como practicaremos mañana y noche. Después de la reunión de por la mañana, usaremos el día para prepararnos para la de por la noche, cuando nuevamente nos volveremos a reunir en confianza. Repitamos la idea de hoy tan a menudo como sea posible, y reconozcamos que es un preludio a la visión y que se nos está llevando de las tinieblas a la luz donde únicamente pueden percibirse milagros.

[L-pII.345] Hoy sólo ofrezco milagros, pues quiero que retornen a mí.

L-pII.345.1 Padre, todo milagro es un reflejo de los regalos que me haces a mí, Tu Hijo. Y cada uno que concedo retorna a mí, recordándome que la ley del amor, es universal. Incluso aquí dicha ley se manifiesta en una forma que se puede reconocer, y cuya eficacia puede verificarse. Los milagros que concedo se me devuelven en la forma que más me puede ayudar con los problemas que percibo. Padre, en el Cielo es diferente, pues allí no hay necesidades. Pero aquí en la tierra, el milagro se parece más a tus regalos que cualquier otro regalo que yo pueda hacer. Así pues, déjame hoy hacer solamente este regalo, que al haber nacido del verdadero perdón, ilumina el camino que debo recorrer para poder recordarte.

L-pII.345.2 Que la paz sea con todos los corazones que la buscan. La luz ha venido a ofrecer milagros para bendecir a este mundo exhausto. Éste hallará descanso hoy, pues nosotros ofreceremos lo que hemos recibido.

CLARIFICACIÓN DE TÉRMINOS
2. EL EGO - EL MILAGRO

C-2.5 A lo opuesto al ego, desde cualquier punto de vista origen, efectos y consecuencias le llamamos milagro. En el encontramos todo lo que no tiene que ver con el ego en este mundo. El milagro es lo opuesto al ego, y sólo en el podemos observar lo que era el ego, pues en el vemos lo que este aparentemente hacia; y la causa y sus efectos no pueden sino seguir siendo una misma cosa.

C-2.6 Donde antes había obscuridad, ahora vemos luz. ¿Qué es el ego? Lo que antes era la obscuridad. ¿Dónde está el ego? Donde antes estaba la obscuridad. ¿Qué es ahora y dónde puede encontrársele? No es nada y no se le puede encontrar en ninguna parte. Ahora la luz ha llegado, y su opuesto se ha ido sin dejar ni rastro. Donde antes había maldad, ahora hay santidad. ¿Qué es el ego? Lo que antes era la maldad. ¿Dónde está el ego? En una pesadilla que sólo parecía ser real mientras la estabas soñando. Donde antes había crucifixión ahora está el Hijo de Dios. ¿Qué es el ego? ¿Quién tiene necesidad de preguntar? ¿Dónde está el ego? ¿Quién necesita ir en busca de ilusiones ahora que los sueños han desaparecido?

luz/mundo
T-5.II.10; T-6.II.13; L-pI.61; L-pI.81.1-2; L-pI.100.3; L-pI.124.2-7; 
L-pI.156.4-8; L-pI.157.4-7; L-pI.188

II. La Voz que habla por Dios

T-5.II.10 Te he asegurado que la mente que decidió por mí se encuentra también en ti, y que puedes permitirle que te transforme, tal como me transformó a mí. Esta mente es inequívoca porque sólo oye una Voz y contesta de una sola manera. Tú eres la luz del mundo junto conmigo. El descanso no se deriva de dormir sino de despertar. El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse. El mundo está muy cansado porque es la idea del cansancio. Nuestra jubilosa tarea es la de despertarlo a la Llamada a Dios. Todos responderán a la Llamada del Espíritu Santo, ya que, de lo contrario, la Filiación no sería una. ¿Qué mejor vocación puede haber para cualquier parte del Reino que la de restituirlo a la perfecta integración que le devuelve la plenitud? Escucha sólo esto a través del Espíritu Santo en ti, y enseña a tus hermanos a escuchar tal como yo te estoy enseñando a ti.

II. La alternativa a la proyección

T-6.II.13 El Espíritu Santo te fue dado con perfecta imparcialidad, y a menos que lo reconozcas imparcialmente no podrás reconocerlo en absoluto. El ego es legión, pero el Espíritu Santo es uno. No hay tinieblas en ninguna parte del Reino, y tu papel sólo consiste en impedir que las tinieblas moren en tu mente. Ésta armonía con la luz es ilimitada porque está en armonía con la luz del mundo. Cada uno de nosotros es la luz del mundo, y al unir nuestras mentes en esa luz proclamamos el Reino de Dios juntos y cual uno solo.

[L-pI.61] YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

L-pI.61.1 ¿Quién es la luz del mundo sino el Hijo de Dios? Por lo tanto, esto no es más que una afirmación de la verdad acerca de ti. Es lo opuesto a una afirmación de orgullo, de arrogancia o de autoengaño. No describe el concepto de ti mismo que tú has forjado. No se refiere a ninguna de las características con las que has dotado a tus ídolos. Se refiere a ti tal como fuiste creado, por Dios. Expresa simplemente la verdad.

L-pI.61.2 Para el ego la idea de hoy es el epítome de la auto-glorificación. Pero el ego no sabe lo que es la humildad y la confunde con la auto-degradación. La humildad consiste en aceptar el papel que te corresponde en la salvación y en no aceptar ningún otro. No es humildad insistir que no puedes ser la luz del mundo si ésa es la función que Dios Mismo te asignó. Es sólo la arrogancia la que afirmaría que ésa no puede ser tu función, y la arrogancia es siempre cosa del ego.

L-pI.61.3 La verdadera humildad requiere que aceptes la idea de hoy porque es la Voz de Dios la que te dice que es verdad. Éste es uno de los primeros pasos en el proceso de aceptar tu verdadera función en la tierra. Es un paso gigantesco que te conducirá al lugar que te corresponde ocupar en la salvación. Es una aseveración categórica de tu derecho a la salvación y un reconocimiento del poder que se te ha otorgado para salvar a otros.

L-pI.61.4 Debes reflexionar hoy acerca de esta idea tan a menudo como puedas. Es la respuesta perfecta a todas las ilusiones y, por ende, a toda tentación. La idea de hoy lleva todas las imágenes que tú has forjado de ti mismo ante la verdad y te ayuda a seguir adelante en paz, sin agobios y seguro de tu propósito.

L-pI.61.5 Hoy se deben llevar a cabo tantas sesiones de práctica como sea posible, aunque no es necesario que ninguna exceda uno o dos minutos de duración. Debes empezar cada sesión de práctica diciéndote a ti mismo:

Yo soy la luz del mundo.
Ésa es mi única función.
Por eso es por lo que estoy aquí.


Piensa entonces en estas afirmaciones por unos breves momentos, preferiblemente con los ojos cerrados si las circunstancias lo permiten. Deja que te vengan a la mente unas cuantos pensamientos afines y, si observas que tu mente se aparta del tema central, repite la idea de hoy para tus adentros.

L-pI.61.6 Asegúrate de comenzar y finalizar el día con una sesión de práctica. De este modo, te despertarás reconociendo la verdad acerca de ti mismo, la reforzarás a lo largo del día y te irás a dormir re-afirmando tu función y el único propósito que tienes aquí. Estas dos sesiones de práctica pueden ser más largas que las demás si te resultan útiles y deseas extenderlas.

L-pI.61.7 La idea de hoy va mucho más allá de la mezquina opinión que el ego tiene de ti y de tu propósito. Como portador de la salvación que eres, esto es obviamente necesario. Éste es el primero de una serie de pasos gigantescos que vamos a dar durante las próximas semanas. Trata de empezar hoy a sentar las bases para estos avances. Tú eres la luz del mundo. Dios ha edificado Su plan para la salvación de Su Hijo sobre ti.

[L-pI.81][61] Yo soy la luz del mundo.

L-pI.81.1 ¡Cuán santo soy yo, a quien se le ha encomendado la función de iluminar el mundo! Concédaseme poder permanecer en quietud ante mi santidad. Que en su serena luz desaparezcan todos mis conflictos. Y que en su paz pueda recordar Quién soy.

L-pI.81.2 Algunas variaciones específicas para aplicar esta idea cuando parezcan surgir dificultades podrían ser:
No he de nublar la luz del mundo en mí. Que la luz del mundo resplandezca a través de esta apariencia. Esta sombra desaparecerá ante la luz.
[L-pI.100] Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.

L-pI.100.3 Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. Sin tu dicha, la Suya no es total. Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar. Mientras la tristeza se abata sobre ti, la luz que el Propio Dios designó como el medio para salvar al mundo se atenúa y pierde su fulgor, y nadie ríe porque toda risa no es sino el eco de la tuya.

[L-pI.124] Que no se me olvide que soy uno con Dios.

L-pI.124.2 ¡Cuán santas son nuestras mentes!. Todo cuanto vemos refleja la santidad de la mente que es una con Dios y consigo misma. ¡Cuán fácilmente desaparecen los errores y la muerte da paso a la vida eterna! Nuestras luminosas huellas señalan el camino a la verdad, pues Dios es nuestro Compañero en nuestro breve recorrido por el mundo. Y aquellos que vienen para seguirnos reconocerán el camino porque la luz que nos acompaña se rezaga; si bien, no se separa de nosotros según seguimos adelante.

L-pI.124.3 Lo que recibimos es el eterno regalo que hemos de dar a aquellos que han de venir después, así como a los que vinieron antes o a los que estuvieron con nosotros por algún tiempo. Y Dios, que nos ama a todos con el amor equitativo con el que fuimos creados, nos sonríe y nos ofrece la felicidad que dimos.

L-pI.124.4 Hoy no pondremos en duda Su Amor por nosotros, ni cuestionaremos Su protección ni Su cuidado Ninguna absurda ansiedad podrá venir a interponerse entre nuestra fe y nuestra conciencia de Su Presencia. Hoy somos uno con Él en reconocimiento y en recuerdo. Lo sentimos en nuestros corazones. Sus Pensamientos se encuentran en nuestras mentes y nuestros ojos ven Su hermosura en todo cuanto contemplamos. Hoy vemos únicamente lo amoroso y lo que es digno de amor.

L-pI.124.5 Lo vemos en lo que aparenta ser doloroso, y el dolor da paso a la paz. Lo vemos en los que están desesperados; en los tristes y en los compungidos, en los que creen estar solos y amedrentados y a todos se les devuelve la tranquilidad y la paz interior en la que fueron creados. Y lo vemos igualmente en los moribundos y en los muertos, restituyéndolos así a la vida. Y podemos ver todo esto porque primero lo vimos en nosotros mismos.

L-pI.124.6 A aquellos que saben que son uno con Dios jamás se les puede negar ningún milagro. Ni uno solo de sus pensamientos carece del poder de sanar toda forma de sufrimiento en cualquier persona, sea ésta de tiempos pasados o aún por venir, y de hacerlo tan fácilmente como en las que ahora caminan a su lado. Sus pensamientos son intemporales, y no tienen nada que ver con el tiempo ni con la distancia.

L-pI.124.7 Nos unimos a esta conciencia al decir que somos uno con Dios. Pues con estas palabras afirmamos también que estamos sanos y salvos, y que podemos salvar y sanar. Ahora queremos dar lo que hemos recibido. Pues queremos conservar los regalos que nuestro Padre nos dio. Hoy deseamos tener la experiencia de que somos uno con Él, de modo que el mundo pueda compartir con nosotros nuestro reconocimiento de la realidad. Al nosotros tener esta experiencia el mundo se libera. Y al negar que estamos separados de nuestro Padre, el mundo sana junto con nosotros.

[L-pI.156] Camino con Dios en perfecta santidad.
 
L-pI.156.4 Hay una luz en ti que jamás puede extinguirse y cuya presencia es tan santa que el mundo se santifica gracias a ti. Todo lo que vive no hace sino ofrecerte regalos y depositarlos con gratitud y alegría ante tus pies. El aroma de las flores es su regalo para ti. Las olas se inclinan ante ti, los árboles extienden sus brazos para protegerte del calor y sus hojas tapizan el suelo para que camines sobre algo mullido, mientras que el sonido del viento amaina hasta convertirse en un susurro en torno a tu santa cabeza.

L-pI.156.5 La luz que refulge en ti es lo que el universo ansía contemplar. Todas las cosas vivientes se detienen en silencio ante ti, pues reconocen a Aquel que camina a tu lado. La luz que llevas contigo es la suya propia. Y así, ven en ti su propia santidad, y te saludan como salvador y como Dios. Acepta su reverencia, pues le corresponde a la Santidad Misma, que camina a tu lado, transformando con Su dulce Luz todas las cosas en Su semejanza y en Su pureza.

L-pI.156.6 Así es como opera la salvación. Al tú hacerte a un lado, la luz que refulge en ti da un paso adelante y envuelve al mundo. No proclama que el castigo y la muerte vayan a ser el final del pecado. Éste desaparecerá entre jolgorios y risas, pues se reconocerá su extraña absurdidad. Es un pensamiento descabellado, un sueño tonto, ridículo quizá, pero no temible. Mas ¿quién pospondría un solo instante su acercamiento a Dios a cambio de un capricho tan absurdo?

L-pI.156.7 No obstante, tú has desperdiciado muchos, pero que muchos años precisamente en este pensamiento descabellado. El pasado ha desaparecido junto con todas sus fantasías. Éstas ya han dejado de hacer presa en ti. El acercamiento a Dios se avecina. Y en el pequeño espacio de duda que todavía queda, es posible que pierdas de vista a tu Compañero y que lo confundas con el sueño ancestral e insensato que ya pasó.

L-156.8 "¿Quién camina a mi lado?" Debes hacerte esta pregunta mil veces al día hasta que la certeza haya aplacado toda duda y establecido la paz. Deja que hoy cesen las dudas. Dios habla por ti al contestar tu pregunta con estas palabras:

Camino con Dios en perfecta santidad. Ilumino el mundo, ilumino mi mente, así como todas las mentes que Dios creó una conmigo.

[L-pI.157] En su presencia he de estar ahora.

L-pI.157.4 Él dirigirá tu práctica hoy, pues lo que estás pidiendo ahora es lo que Su Voluntad dispone. Y al haber unido tu voluntad a la Suya en este día, es imposible que no se te conceda lo que estás pidiendo. No necesitas más que la idea de hoy para iluminar tu mente y dejar que descanse en tranquila expectación y en sereno gozo, desde los cuales dejas atrás rápidamente al mundo.

L-pI.157.5 A partir de hoy, tu ministerio adquirirá un genuino fervor y una luminosidad que se transmitirá desde tus dedos hasta aquellos a quienes toques, y que bendecirá a todos los que contemples. Una visión llegará a todos aquellos con quienes te encuentres, a todos aquellos en quienes pienses y a todos aquellos que piensen en ti. Pues la experiencia que has de tener hoy transformará tu mente de tal manera que se convertirá en la piedra de toque de los santos Pensamientos de Dios.

L-pI.157.6 Tu cuerpo será santificado hoy, al ser su único propósito ahora iluminar el mundo con la visión de lo que has de experimentar en este día. Una experiencia como ésta no se puede transmitir directamente. No obstante, deja en nuestros ojos una visión que podemos ofrecerles a todos, para que puedan tener lo antes posible la misma experiencia en la que el mundo se olvida calladamente y el Cielo se recuerda por un tiempo.

L-pI.157.7 A medida que esta experiencia se intensifica y todos tus objetivos excepto éste dejan de ser importantes, el mundo al que retornas se acerca cada vez más al final del tiempo, se asemeja un poco más al Cielo en todo y se aproxima un poco más a su liberación. Y tú que le brindas luz podrás ver la luz con más certeza; la visión con mayor nitidez. Mas llegará un momento en que no retornarás con la misma forma en la que ahora apareces, pues ya no tendrás más necesidad de ella. Pero ahora tiene un propósito, y lo cumplirá debidamente.

[L-pI.188] LA PAZ DE DIOS REFULGE EN MÍ AHORA.

L-pI.188.1 ¿Por qué esperar al Cielo? ?Los que buscan la luz están simplemente cubriéndose los ojos. La luz ya está en ellos. La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio. La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.

L-pI.188.2 Esta luz no se puede perder. ¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios. ¿Quién podría negar la presencia de lo que contempla en sí mismo? No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión. Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. Ahí comienza la percepción y ahí termina. No tiene otra fuente que ésta.

L-pI.188.3 La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. Lo que da no puede sino ser eterno. EIimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor. Renueva todos los corazones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. Todos sus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.

L-pI.188.4 El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvidado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti. Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendición, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.

L-pI.188.5 La paz de Dios jamás se puede contener. El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. Puede perdonar porque reconoció la verdad en él. La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. Pues lo que tu visión interna contempla es tu percepción del universo.

L-pI.188.6 Siéntate en silencio y cierra los ojos. La luz en tu interior es suficiente. Sólo ella puede concederte el don de la visión. Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. Ellos conocen el camino. Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.

L-pI.188.7 Éstos son los pensamientos que piensas con Él. Ellos reconocen su hogar Y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo también, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació en la de Dios. Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.

L-pI.188.8 Ellos acatan la Voz de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar. Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras. Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.

L-pI.188.9 El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. Tomamos rienda de nuestros pensamientos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. No vamos a permitir que sigan descarriados. Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apartasen de nosotros. Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.

L-pI.188.10 De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en nosotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida. Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho. Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:

La paz de Dios refulge en mí ahora. Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.

luz/mundo real
T-13.VI.11; T-18.IX.8-13; L-pI.73.4-5; L-pI.75; L-pI.131.13-14
L-pI.135.20-25; L-pI.182.4; L-pI.189.1-5

VI. Cómo encontrar el presente

T-13.VI.11 Criatura de la luz, no sabes que la luz está en ti. Sin embargo, la encontrarás a través de sus testigos, pues al haberles dado luz, ellos te la devolverán. Cada hermano que contemples en la luz hará que seas más consciente de tu propia luz. El amor siempre conduce al amor. Los enfermos, que imploran amor, se sienten agradecidos por él, y en su alegría resplandecen con santo agradecimiento. Y eso es lo que te ofrecen a ti que les brindaste dicha. Son tus guías a la dicha, pues habiéndola recibido de ti desean conservarla. Los has establecido como guías a la paz, pues has hecho que ésta se manifieste en ellos. Y al verla, su belleza te llama a retornar a tu hogar.

IX. Los dos mundos

T-18.IX.8 Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabilidad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. No te pueden magullar al atravesarlas. Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insustancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. Sus sombras sólo nublan el mundo que se encuentra más allá de ellas, el cual está aún más alejado de la luz. Sin embargo, no pueden arrojar sombras sobre la luz.

T-18.IX.9 Este mundo de luz, este círculo de luminosidad es el mundo real, donde la culpabilidad se topa con el perdón. Ahí el mundo exterior se ve con ojos nuevos, libre de toda sombra de culpabilidad. Aquí te encuentras perdonado, pues aquí has perdonado a todo el mundo. He aquí la nueva percepción donde todo es luminoso y brilla con inocencia, donde todo ha sido purificado en las aguas del perdón y se encuentra libre de cualquier pensamiento maligno que jamás hayas proyectado sobre él. Ahí no se ataca al Hijo de Dios, y a ti se te da la bienvenida. Ahí se encuentra tu inocencia, esperando para envolverte, protegerte y prepararte para el paso final de tu viaje interno. Ahí se dejan de lado los sombríos y pesados cortinajes de la culpabilidad, los cuales quedan dulcemente reemplazados por la pureza y el amor.

T-18.IX.10 Pero ni siquiera el perdón es el final. El perdón hace que todo sea bello, pero no puede crear. Es la fuente de la curación, el emisario del amor, pero no su Fuente. Se te conduce ahí para que Dios Mismo pueda dar el paso final sin impedimentos, pues ahí nada se opone al amor, sino que le permite ser lo que es. Un paso más allá de este santo lugar de perdón -paso éste que te lleva aún más adentro pero uno que tú no puedes dar- te transporta a algo completamente diferente. Ahí reside la Fuente de la luz; ahí nada se percibe, se perdona o se transforma, sino que simplemente se conoce.

T-18.IX.11 Este curso te conducirá al conocimiento, pero el conocimiento en sí está más allá del alcance de nuestro programa de estudios. Y no es necesario que tratemos de hablar de lo que por siempre ha de estar más allá de las palabras. Lo único que tenemos que recordar es que todo aquel que alcance el mundo real, más allá del cual el aprendizaje no puede ir, irá más allá de él, pero de una manera diferente. Allí donde acaba el aprendizaje, allí comienza Dios, pues el aprendizaje termina ante Aquel que es completo donde Él Mismo comienza y donde no hay final. No debemos ocuparnos de lo que es inalcanzable. Aún es mucho lo que nos queda por aprender, pues todavía tenemos que alcanzar la condición de estar listos para el conocimiento.

T-18.IX.12 El amor no es algo que se pueda aprender. Su significado reside en sí mismo. Y el aprendizaje finaliza una vez que has reconocido todo lo que no es amor. Ésa es la interferencia, eso es lo que hay que eliminar. El amor no es algo que se pueda aprender porque jamás ha habido un solo instante en que no lo conocieses. El aprendizaje no tiene objeto ante la Presencia de tu creador, Cuyo reconocimiento de ti y el tuyo de Él transciende el aprendizaje en tal medida, que todo lo que has aprendido no significa nada en comparación, y queda reemplazado para siempre por el conocimiento del amor y su único significado.

T-18.IX.13 Tu relación con tu hermano ha sido extraída del mundo de las sombras, y su impío propósito conducido sano y salvo a través de las barreras de la culpabilidad, lavado en las aguas del perdón y depositado radiante en el mundo de la luz donde ha quedado firmemente enraizado. Desde allí te exhorta a que sigas el mismo camino que tu relación tomó, al haber sido elevada muy por encima de las tinieblas y depositada tiernamente ante las puertas del Cielo. El instante santo en el que tú y tu hermano os unisteis no es más que el mensajero del amor, el cual se envió desde más allá del perdón para recordarte lo que se encuentra allende el perdón. Sin embargo, es a través del perdón como todo ello se recordará.

[L-pI.73] Mi voluntad es que haya luz.

L-pI.73.4 Hoy trataremos una vez más de ponernos en contacto con el mundo que está acorde con tu voluntad. La luz está en él porque no se opone a la Voluntad de Dios. No es el Cielo, pero la luz del Cielo resplandece sobre él. Las tinieblas han desaparecido, al igual que los vanos deseos del ego. Sin embargo, la luz que resplandece sobre dicho mundo es un reflejo de tu voluntad. Por lo tanto, es dentro de ti donde la buscaremos.

L-pI.73.5 Tu imagen del mundo tan sólo puede reflejar lo que está dentro de ti. Ni la fuente de la luz ni la de la oscuridad pueden encontrarse fuera de ti. Tus resentimientos nublan tu mente, y, como consecuencia de ello, contemplas un mundo tenebroso. El perdón despeja las tinieblas, reafirma tu voluntad y te permite contemplar un mundo de luz. Hemos subrayado repetidas veces que es fácil salvar la barrera de los resentimientos, y que ésta no puede interponerse entre tu salvación y tú. La razón es muy simple. ¿Quieres realmente estar en el infierno? ¿Quieres realmente gemir, sufrir y morir?

[L-pI.75] LA LUZ HA LLEGADO.

L-pI.75.1 La luz ha llegado. Te has curado y puedes curar. La luz ha llegado. Te has salvado y puedes salvar. Estás en paz y llevas la paz contigo dondequiera que vas. Las tinieblas, el conflicto y la muerte han desaparecido. La luz ha llegado.

L-pI.75.2 Hoy celebramos el feliz desenlace de tu largo sueño de desastres. Ya no habrá más sueños tenebrosos. La luz ha llegado. Hoy comienza la era de la luz para ti y para todos los demás. Es una nueva era, de la que ha nacido un mundo nuevo. Y cuando el viejo pasó de largo, no dejó rastro alguno sobre el nuevo. Hoy vemos un mundo diferente porque la luz ha llegado.

L-pI.75.3 Nuestros ejercicios de hoy serán ejercicios felices, pues en ellos daremos gracias por la desaparición de lo viejo y el comienzo de lo nuevo. Ya no quedan sombras del pasado que puedan nublar nuestra vista y ocultar el mundo que el perdón nos ofrece. Hoy aceptaremos el nuevo mundo como lo que deseamos ver. Lo que anhelamos se nos concederá. Nuestra voluntad es ver la luz; la luz ha llegado.

L-pI.75.4 Dedicaremos nuestras sesiones de práctica más largas a ver el mundo que el perdón nos muestra. Eso, y sólo eso, es lo que queremos ver. Nuestro único propósito hace que la consecución de nuestro objetivo sea inevitable. Hoy el mundo real se alza jubiloso ante nosotros para que por fin lo podamos ver. Se nos concede la visión ahora que la luz ha llegado.

L-pI.75.5 No queremos ver hoy sobre el mundo la sombra del ego. Vemos la luz y en ella vemos el reflejo del Cielo extenderse por todo el mundo. Comienza las sesiones de práctica más largas dándote a ti mismo las buenas nuevas de tu liberación:

La luz ha llegado. He perdonado al mundo.

L-pI.75.6 No te entretengas hoy en el pasado. Mantén tu mente completamente receptiva, libre de todas las ideas del pasado y de todo concepto que hayas inventado. Hoy has perdonado al mundo. Puedes contemplarlo ahora como si nunca antes lo hubieses visto. Todavía no sabes qué aspecto tiene. Simplemente estás esperando a que se te muestre. Mientras esperas, repite varias veces lentamente y con absoluta paciencia:

La luz ha llegado. He perdonado al mundo.

L-pI.75.7 Date cuenta de que tu perdón te hace acreedor a la visión. Entiende que el Espíritu Santo jamás deja de darles el don de la visión a los que perdonan. Confía en que Él no dejará de dártelo a ti ahora. Has perdonado al mundo. El Espíritu Santo estará contigo mientras observas y esperas. Él te mostrará lo que la verdadera visión ve. Ésa es Su Voluntad y tú te has unido a Él. Espéralo pacientemente. Él estará allí. La luz ha llegado. Has perdonado al mundo.

L-pI.75.8 Dile que sabes que no puedes fracasar en tu empeño porque confías en Él. Y dite a ti mismo que esperas lleno de certeza poder contemplar el mundo que Él te ha prometido. De ahora en adelante verás de otra manera. La luz ha llegado hoy. Y verás el mundo que se te ha prometido desde los orígenes del tiempo, en el cual el fin del tiempo está garantizado.

L-pI.75.9 Las sesiones de práctica más cortas serán asimismo jubilosos recordatorios de tu emancipación. Recuérdate a ti mismo cada cuarto de hora aproximadamente que hoy es un día de una celebración especial. Da gracias por la misericordia y el Amor de Dios. Regocíjate de que el perdón tenga el poder de sanar completamente tu vista. Confía en que este día será un nuevo comienzo. Sin las tinieblas del pasado sobre tus ojos, hoy no podrás sino ver. y tu acogida a lo que veas será tal que felizmente extenderás el día de hoy para siempre.

L-pI.75.10 Di entonces: La luz ha llegado. He perdonado al mundo. Si te asaltase la tentación, dile a quienquiera que parezca estarte llevando nuevamente a las tinieblas:
 
La luz ha llegado. Te he perdonado.

L-pI.75.11 Dedicamos este día a la serenidad en la que Dios quiere que estés. Mantenla en la concienciaque tienes de ti mismo y contémplala en todas partes hoy, según celebramos el comienzo de tu visión y del panorama que ofrece el mundo real, el cual ha venido a reemplazar al mundo que no habías perdonado y que pensabas era real.

[L-pI.131] Nadie que se proponga alcanzar la verdad puede fracasar.

L-pI.131.13 Empuja la puerta, y ve cuán fácilmente se abre sólo con tu intención de cruzarla. Allí ángeles alumbran el camino, disipando toda oscuridad, y tú te yergues en una luz tan brillante y tan diáfana que puedes entender todo lo que allí ves. Un breve momento de sorpresa, tal vez, haga que te detengas antes de que te des cuenta de que el mundo que ves ante ti, en la luz, refleja la verdad que siempre has conocido y de la que no te habías olvidado totalmente mientras vagabas en sueños.

L-pI.131.14 Hoy no puedes fracasar. Contigo va el Espíritu que el Cielo te envió para que algún día pudieras aproximarte a esa puerta y deslizarte fácilmente con Su ayuda más allá de ella hasta llegar a la luz. Hoy ha llegado ese día. Hoy Dios cumple la promesa que antaño le hiciera a Su santo Hijo, y Su Hijo recuerda la que le hizo a Él. Éste es un día de júbilo, pues hemos llegado al lugar y momento señalados en los que encontrarás el objetivo de toda tu búsqueda aquí y de toda la búsqueda del mundo, las cuales finalizan al unísono al cruzar tú el umbral de esa puerta.

[L-pI.135] Si me defiendo he sido atacado.

L-pI.135.20 Sin defensas, te conviertes en una luz que el Cielo mismo, lleno de gratitud, reconoce como propia. Y te conducirá por los caminos que se diseñaron para tu felicidad, de acuerdo con el plan ancestral que comenzó al nacer el tiempo. Tus seguidores unirán su luz a la tuya, y ésta aumentará hasta que el júbilo ilumine al mundo. Y nuestros hermanos gustosamente dejarán a un lado sus engorrosas defensas, que de nada les sirvieron y sólo les causaban terror.

L-pI.135.21 Esperaremos hoy con gran expectación ese momento llenos de absoluta confianza en el presente, pues esto es parte de lo que se planeó para nosotros. Descansaremos en la certeza de que se nos proveerá de todo cuanto podamos necesitar para lograr esto hoy. No haremos planes acerca de cómo se va a lograr, sino que nos daremos cuenta de que nuestra indefensión es lo único que se requiere para que la verdad alboree en nuestras mentes con absoluta certeza.

L-pI.135.22 Durante quince minutos, en dos ocasiones hoy, nos abstendremos de elaborar planes sin sentido y de albergar pensamientos que le impidan la entrada a la verdad en nuestras mentes. Hoy recibiremos en lugar de planear, de manera que podamos dar en vez de organizar. Y en verdad se nos da cuando decimos:

Si me defiendo he sido atacado.
Mas en mi indefensión seré fuerte.
Y descubriré lo que mis defensas ocultan.


L-pI.135.23 Eso es todo. Si tienes que hacer planes, ya se te dirá cuáles son. Puede que no sean los planes que tú creías necesarios, ni las respuestas a los problemas a los que creías enfrentarte. Mas son las respuestas a otro tipo de pregunta, la cual sigue aún sin contestar -si bien necesita ser contestada- hasta que por fin te llegue la Respuesta.

L-pI.135.24 El propósito de todas tus defensas ha sido impedir que recibas lo que has de recibir hoy. Y ante la luz y la dicha de la simple confianza, te preguntarás sorprendido cómo pudiste jamás pensar que tenías que defenderte de tu liberación. El Cielo no pide nada. Es el infierno el que exige extravagantes sacrificios. Hoy no estarás renunciando a nada durante estos momentos en los que, sin defensas, te presentas ante tu Creador tal como realmente eres.

L-pI.135.25 Él se ha acordado de ti. Hoy nosotros nos acordaremos de Él. Pues ésta es la Pascua Florida de tu salvación. Y tú emerges de nuevo de lo que parecía ser la muerte y la desesperanza. Ahora renace en ti la luz de la esperanza, pues ahora vienes sin defensas a descubrir cuál es tu papel en el plan de Dios. ¿Qué insignificantes planes o creencias mágicas pueden seguir teniendo valor una vez que la Voz que habla por Dios Mismo te ha mostrado tu función?

[L.pI.182] Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar.

L-pI.182.4 Tal vez pienses que lo que quieres encontrar es el hogar de tu infancia. La infancia de tu cuerpo y el lugar que le dio cobijo son ahora recuerdos tan distorsionados que lo que guardas es simplemente una imagen de un pasado que nunca tuvo lugar. Mas en ti hay un Niño que anda buscando la casa de Su Padre, pues sabe que Él es un extraño aquí. Su infancia es eterna, llena de una inocencia que ha de perdurar para siempre. Por dondequiera que este Niño camina es tierra santa. Su santidad es lo que ilumina al Cielo, y lo que trae a la tierra el prístino reflejo de la luz que brilla en lo alto, en la que el Cielo y la tierra se encuentran unidos cual uno solo.

[L-pII.189] Siento el amor de Dios dentro de mí ahora.

L-pI.189.1 Hay una luz en ti que el mundo no puede percibir. Y con sus ojos no la podrás ver, pues estás cegado por él. No obstante, tienes ojos con los que poder verla. Está ahí para que la contemples. No se puso en ti para que se mantuviese oculta de tu vista. Esta luz es un reflejo del pensamiento con el que practicamos ahora. Sentir el Amor de Dios dentro de ti es ver el mundo renovado, radiante de Inocencia, lleno de esperanza y bendecido con perfecta caridad y amor.

L-pI.189.2 ¿Quién podría sentir temor en un mundo así? Dicho mundo te da la bienvenida, se regocija de que hayas venido y te canta alabanzas mientras te mantiene a salvo de cualquier peligro o dolor: Te ofrece un hogar cálido y tranquilo en el que permanecer por un tiempo. Te bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual silencioso guardián de tu sueño santo. Ve en ti la salvación, y protege la luz que mora en ti, en la que ve la suya propia. Te ofrece sus flores y su nieve como muestra de agradecimiento por tu benevolencia.

L-pI.189.3 Éste es el mundo que el Amor de Dios revela. Es tan diferente del mundo que ves a través de los enturbiados ojos de la malicia y del miedo, que uno desmiente al otro. Sólo uno de ellos puede percibirse en absoluto. El otro no tiene ningún significado. A aquellos que ven surgir del ataque un mundo de odio listo para vengarse, asesinar y destruir, les resulta inconcebible la idea de un mundo en el que el perdón resplandece sobre todas las cosas y la paz ofrece su dulce luz a todo el mundo.

L-pI.189.4 Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible e inconcebible para aquellos que sienten dentro de sí el Amor de Dios. Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos; la tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor; la dicha con la que miran hacia afuera desde los inagotables manantiales de dicha en su interior. Contemplan lo que han sentido dentro de sí, y ven su inequívoco reflejo por todas partes.

L-pI.189.5 ¿Cuál de ellos quieres ver? Eres libre de elegir. Mas debes conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se olvide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. Si el odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo temible, atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras de la muerte. Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, contemplarás un mundo de misericordia y de amor.

luz/oscuridad/tinieblas
T-I.IV.3; T-4.III.5; T-13.VI.2-12; T-14.X.5;
T-15.XI.2; 
T-25.IV.3-5; T-25.VI.2-7;
L-pI.88.1; L-pI.97.6; M-1.1-2


IV. Cómo escapar de la oscuridad

T-1.IV.3 La oscuridad es falta de luz de la misma manera en que el pecado es falta de amor. No tiene cualidades únicas propias. Es un ejemplo de la creencia en la "escasez", de la cual sólo se pueden derivar errores. La verdad es siempre abundante. Los que perciben y reconocen que lo tienen todo no tienen necesidades de ninguna clase. El propósito de la Expiación es devolvértelo todo, o más bien, devolvérselo a tu conciencia. Se te dio todo cuando fuiste creado, exactamente como se les dio a todos los demás.

III. Amor sin conflicto

T-4.III.5 Existe una clase de experiencia tan diferente de todo lo que el ego pudiera ofrecerte que nunca más querrás volver a encubrirla u ocultarla. Es necesario repetir que: tu creencia en la oscuridad y en la ocultación es la razón de que la luz no pueda pasar. La Biblia hace referencia frecuentemente a los inconmensurables dones que te aguardan, pero que tienes que pedir. Ésta no es una condición como las que el ego establece, sino que es la gloriosa condición de lo que tú eres.

VI. Cómo encontrar el presente

T-13.VI.2 Consideras "natural" utilizar tus experiencias pasadas como punto de referencia desde el que juzgar el presente. Sin embargo, eso es antinatural porque es ilusorio. Cuando hayas aprendido a ver a todo el mundo sin hacer referencia alguna al pasado, ya sea el suyo o el tuyo según tú lo hayas percibido, podrás aprender de lo que ves ahora. Pues el pasado no puede arrojar sombras que oscurezcan el presente, a menos que tengas miedo de la luz. Y sólo si tienes miedo elegirías dejar que la oscuridad te acompañase, y al tenerla en tu mente, verla como una nube negra que envuelve a tus hermanos y te impide ver su realidad.

T-13.VI.3 Esta oscuridad se encuentra en ti. El Cristo, tal como se revela ante ti ahora, no tiene pasado, pues es inmutable, y en Su inmutabilidad radica tu liberación. Pues si Él es tal como fue creado, no puede haber culpabilidad en Él. Ninguna nube de culpabilidad ha venido a ocultarlo, y Él se alza revelado en todo aquel con quien te encuentras porque lo ves a través de Él Mismo. Renacer es abandonar el pasado y contemplar el presente sin condenación. La nube que oculta al Hijo de Dios de tu vista es el pasado, y si quieres que lo pasado sea, no lo debes ver ahora. Si lo ves ahora en tus ilusiones, es que todavía no se ha apartado de ti, aunque no está aquí.

T-13.VI.4 El tiempo puede liberar así como aprisionar, dependiendo de quién es la interpretación de éste que eliges usar. El pasado, el presente y el futuro no son estados continuos, a no ser que impongas continuidad en ellos. Puedes percibirlos como que son continuos, y hacer que lo sean para ti. Pero no te engañes y luego creas que realmente lo son. Pues creer que la realidad es lo que a ti te gustaría que fuese, de acuerdo con el uso que haces de ella, es ilusorio. Quieres destruir la continuidad del tiempo dividiéndolo en pasado, presente y futuro para tus propios fines. Quieres prever el futuro basándote en tus experiencias pasadas, y hacer planes de acuerdo con esas experiencias. Sin embargo, al hacer eso estás alineando el pasado con el futuro, y no estás permitiendo que el milagro, que podría intervenir entre ellos, te libere para que puedas renacer.

T-13.VI.5 El milagro te permite ver a tu hermano libre de su pasado, y así te permite percibirlo como que ha renacido. Sus errores se encuentran en el pasado, y al percibirlo sin ellos lo liberas. Y puesto que su pasado es también el tuyo, compartes esa liberación. No permitas que ninguna sombra tenebrosa de tu pasado lo oculte de tu vista, pues la verdad se encuentra solamente en el presente, y si la buscas ahí, la encontrarás. La has buscado donde no está, y, por lo tanto, no has podido encontrarla. Aprende, pues, a buscarla donde está, y ella alboreará ante los ojos que ven. Tu pasado fue engendrado con ira, y si te vales de él para atacar el presente, serás incapaz de ver la liberación que éste te ofrece.

T-13.VI.6 Has dejado atrás los juicios y la condenación y, a no ser que los sigas arrastrando contigo, te darás cuenta de que te has liberado de ellos. Contempla amorosamente el presente, pues encierra lo único que es verdad eternamente. Toda curación reside en él porque su continuidad es real. El presente se extiende a todos los aspectos de la Filiación simultáneamente, permitiendo de este modo que todos puedan extenderse hasta los demás.

T-13.VI.7 El presente existe desde antes de que el tiempo diese comienzo y seguirá existiendo una vez que éste haya cesado. En el presente se encuentran todas las cosas que son eternas, las cuales son una. La continuidad de esas cosas es intemporal y su comunicación jamás puede interrumpirse, pues no están separadas por el pasado. Sólo el pasado puede producir separación, pero el pasado no está en ninguna parte.

T-13.VI.8 El presente te muestra a tus hermanos bajo una luz que te uniría a ellos y te liberaría del pasado. ¿Usarías, entonces, el pasado contra ellos? Pues si lo haces, estarás eligiendo, permanecer en una oscuridad que no existe, y negándote a aceptar, la luz que se te ofrece. Pues la luz de la visión perfecta se otorga libremente del mismo modo en que se recibe libremente, y sólo se puede aceptar sin limitaciones de ninguna clase. En el presente, la única dimensión del tiempo que es inmóvil e inalterable y donde no queda ni rastro de lo que fuiste, contemplas a Cristo e invocas a Sus testigos para que derramen su fulgor sobre ti por haberlos invocado. Esos testigos no negarán la verdad que mora en ti porque la buscaste en ellos y allí la encontraste.

T-13.VI.9 Él ahora es el momento de la salvación, pues en él ahora es cuando te liberas del tiempo. Extiéndele tu mano a todos tus hermanos, e infúndelos con el toque de Cristo. En tu eterna unión con ellos reside tu continuidad, ininterrumpida porque la compartes plenamente. El inocente Hijo de Dios es únicamente luz. En él no hay oscuridad, pues goza de plenitud. Exhorta a todos tus hermanos a que den testimonio de la plenitud del Hijo de Dios, del mismo modo en que yo, te exhorto a que te unas a mí. Cada voz es parte del himno redentor: el himno de alegría y agradecimiento por la luz al creador de la luz. La santa luz que irradia desde el Hijo de Dios da testimonio de que la luz que hay en él procede de su Padre.

T-13.VI.10 Irradia tu luz sobre tus hermanos en recuerdo de tu creador, pues le recordarás a medida que invoques a los testigos de Su creación. Los que cures darán testimonio de tu curación, pues en su plenitud verás la tuya propia. Y a medida que tus himnos de alabanza y de alegría se eleven hasta tu creador, Él te dará las gracias mediante Su inequívoca Respuesta a tu llamada, pues es imposible que Su Hijo le llame y no reciba respuesta. La llamada que te hace a ti es la misma que tú le haces a Él. Y lo que te contesta en Él es Su paz.

T-13.VI.11 Criatura de la luz, no sabes que la luz está en ti. Sin embargo, la encontrarás a través de sus testigos, pues al haberles dado luz, ellos te la devolverán. Cada hermano que contemples en la luz hará que seas más consciente de tu propia luz. El amor siempre conduce al amor. Los enfermos, que imploran amor, se sienten agradecidos por él, y en su alegría resplandecen con santo agradecimiento. Y eso es lo que te ofrecen a ti que les brindaste dicha. Son tus guías a la dicha, pues habiéndola recibido de ti desean conservarla. Los has establecido como guías a la paz, pues has hecho que ésta se manifieste en ellos. Y al verla, su belleza te llama a retornar a tu hogar.

T-13.VI.12 Hay una luz que este mundo no puede dar. Mas tú puedes darla, tal como se te dio a ti. Y conforme la des, su resplandor te incitará a abandonar el mundo y a seguirla. Pues esta luz te atraerá como nada en este mundo puede hacerlo. Y tú desecharás este mundo y encontrarás otro. Ese otro mundo resplandece con el amor que tú le has dado. En él todo te recordará a tu Padre y a Su santo Hijo. La luz es ilimitada y se extiende por todo ese mundo con serena dicha. Todos aquellos que trajiste contigo resplandecerán sobre ti, y tú resplandecerás sobre ellos con gratitud porque te trajeron hasta aquí. Tu luz se unirá a la suya dando lugar a un poder tan irresistible que liberará de las tinieblas a los demás según tu mirada se pose sobre ellos.

X. La igualdad de los milagros

T-14.X.5 El resultado de todo esto es un patrón zigzagueante y variable que nunca descansa y jamás se detiene. Se mueve incesantemente por todo el espejo de tu mente, y los reflejos del Cielo aparecen fugazmente para luego desvanecerse, a medida que la oscuridad los envuelve. Allí donde había luz, la oscuridad la elimina en un instante, dando lugar a que patrones que alternan entre la luz y la oscuridad atraviesen tu mente sin tregua. La poca cordura que aún te queda permanece ahí gracias a un sentido de orden que tú mismo estableces. Mas el hecho mismo de que puedas hacer eso y seas capaz de imponer orden donde reina el caos, demuestra que tú no eres un ego y que en ti tiene que haber algo más que un ego. Pues el ego es caos, y si eso fuese lo único que hay en ti, te sería imposible imponer ningún tipo de orden. No obstante, aunque el orden que le impones a tu mente limita al ego, también te limita a ti. Ordenar es juzgar y clasificar por medio de juicios. Por lo tanto, es una función que le corresponde al Espíritu Santo, no a ti.

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio

T-15.XI.2 El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la oscuridad. No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. Cristo llega sin exigir nada. No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. En Su Presencia la idea de sacrificio deja de tener significado, pues Él es el Anfitrión de Dios. Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienvenida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.

IV. La luz que traes contigo

T-25.IV.3 Tú que eres el hacedor de un mundo que no es cierto, descansa y halla solaz en otro mundo donde mora la paz. Ése es el mundo que le llevas a todos los ojos fatigados y a todos los corazones desfallecidos que contemplan el pecado y entonan su triste estribillo. De ti puede proceder su descanso. De ti puede surgir un mundo cuya contemplación los hará felices y donde sus corazones estarán rebosantes de dicha. De ti procede una visión que se extiende hasta todos ellos, y los envuelve con dulzura y luz. Y en este creciente mundo de luz, las tinieblas que ellos pensaban que estaban ahí se desplazan hasta convertirse en sombras lejanas y distantes, que no se recordarán por mucho tiempo una vez que el sol las haya desvanecido. Y todos sus pensamientos "malvados" y todas sus esperanzas "pecaminosas", sus sueños de culpabilidad y venganza despiadada, y todo deseo de herir, matar y morir, desaparecerán ante el sol que tú traes contigo.

T-25.IV.4 ¿No desearías hacer esto por el amor de Dios? ¿Y por ti? Piensa en lo que ello representaría para ti. Pues los pensamientos "malvados" que ahora te atormentan te parecerán cada vez más remotos y alejados de ti. Y esto es así porque el sol que mora en ti ha despuntado para desvanecerlos con su luz. Persisten por un corto tiempo en formas enrevesadas, demasiado distantes como para que se puedan reconocer, y luego desaparecen para siempre. Y en la luz del sol te alzarás sereno, lleno de inocencia y sin temor alguno. Y desde ti, el descanso que encontraste se extenderá para que tu paz jamás pueda abandonarte y dejarte desamparado. Aquellos que ofrecen paz a todo el mundo han encontrado un hogar en el Cielo que el mundo no puede destruir. Pues es lo suficientemente grande como para contener al mundo entero dentro de su paz.

T-25.IV.5 En ti reside el Cielo en su totalidad. A cada hoja seca que cae se le confiere vida en ti. Cada pájaro que jamás cantó cantará de nuevo en ti. Y cada flor que jamás floreció ha conservado su perfume y hermosura para ti. ¿Qué objetivo puede suplantar a la voluntad de Dios y a la de Su Hijo de que el Cielo le sea restituido a aquel para quien fue creado como su único hogar? No ha habido nada ni antes ni después. No ha habido ningún otro lugar, ningún otro estado ni ningún otro tiempo. Nada que esté más allá o más acá. Nada más. En ninguna forma. Esto se lo puedes brindar al mundo entero y a todos los pensamientos erróneos que se adentraron en él y permanecieron allí por un tiempo. ¿De qué mejor manera se podrían llevar tus propios errores ante la verdad, que estando dispuesto a llevar la luz del Cielo contigo, según te diriges más allá del mundo de las tinieblas hacia la luz?

VI. Tu función especial

T-25.VI.2 Los ojos se acostumbran a la oscuridad, y la luz de un día soleado les resulta dolorosa a los ojos aclimatados desde hace mucho a la tenue penumbra que se percibe durante el crepúsculo. Dichos ojos esquivan la luz del sol y la claridad que ésta le brinda a todo lo que contemplan. La penumbra parece mejor: más fácil de ver y de reconocer. De alguna manera lo vago y lo sombrío parece ser más fácil de contemplar y menos doloroso para los ojos que lo que es completamente claro e inequívoco. Éste, no obstante, no es el propósito de los ojos, y ¿quién puede decir que prefiere la oscuridad y al mismo tiempo afirmar que desea ver?

T-25.VI.3 Tu deseo de ver hace que la gracia de Dios descienda sobre tus ojos, trayendo consigo el regalo de luz que hace que la visión sea posible. ¿Quieres realmente contemplar a tu hermano? A Dios le complacería que lo hicieses. No es Su voluntad que no reconozcas a tu salvador. Tampoco es Su voluntad que tu salvador no desempeñe la función que Él le encomendó. No dejes que se siga sintiendo solo por más tiempo, pues los que se sienten solos son aquellos que no ven ninguna función en el mundo que ellos puedan desempeñar, ningún lugar en el que se les necesite, ni ningún objetivo que sólo ellos puedan alcanzar perfectamente.

T-25.VI.4 Ésta es la percepción benévola que el Espíritu Santo tiene del deseo de ser especial: valerse de lo que tú hiciste para sanar en vez de para hacer daño. A cada cual Él le asigna una función especial en la salvación que sólo él puede desempeñar, un papel exclusivamente para él. Y el plan no se habrá llevado a término hasta que cada cual descubra su función especial y desempeñe el papel que se le asignó para completarse a sí mismo en un mundo donde rige la incompleción.

T-25.VI.5 Aquí, donde las leyes de Dios no rigen de forma perfecta, él todavía puede hacer una cosa perfectamente y llevar a cabo una elección perfecta. Y por este acto de lealtad especial hacia uno que percibe como diferente de sí mismo, se da cuenta de que el regalo se le otorgó a él mismo y, por lo tanto, de que ambos tienen que ser necesariamente uno. El perdón es la única función que tiene sentido en el tiempo. Es el medio del que el Espíritu Santo se vale para transformar el especialismo de modo que de pecado pase a ser salvación. El perdón es para todos. Mas sólo es completo cuando descansa sobre todos, y toda función que este mundo tenga se completa con él. Entonces el tiempo cesa. No obstante, mientras se esté en el tiempo, es mucho lo que todavía queda por hacer. Y cada uno tiene que hacer lo que se le asignó, pues todo el plan depende de su papel. Cada uno tiene un papel especial en el tiempo, pues eso fue lo que eligió, y, al elegirlo, hizo que fuese así para él. No se le negó su deseo, sino que se modificó la forma del mismo, de manera que redundase en beneficio de su hermano y de él, y se convirtiese de ese modo en un medio para salvar en vez de para llevar a la perdición.

T-25.VI.6 La salvación no es más que un recordatorio de que este mundo no es tu hogar. No se te imponen sus leyes, ni sus valores son los tuyos. Y nada de lo que crees ver en él se encuentra realmente ahí. Esto se ve y se entiende a medida que cada cual desempeña su papel en el des-hacimiento del mundo, tal como desempeñó un papel en su fabricación. Cada cual dispone de los medios para ambas posibilidades, tal como siempre dispuso de ellos. Dios dispuso que el especialismo que Su Hijo eligió para hacerse daño a sí mismo fuese igualmente el medio para su salvación desde el preciso instante en que tomó esa decisión. Su pecado especial pasó a ser su gracia especial. Su odio especial se convirtió en su amor especial.

T-25.VI.7 El Espíritu Santo necesita que desempeñes tu función especial, de modo que la Suya pueda consumarse. No pienses que no tienes un valor especial aquí. Tú lo quisiste, y se te concedió. Todo lo que has hecho se puede utilizar, fácil y provechosamente, a favor de la salvación. El Hijo de Dios no puede tomar ninguna decisión que el Espíritu Santo no pueda emplear a su favor, en vez de contra él. Sólo en la oscuridad parece ser un ataque tu deseo de ser especial. En la luz, lo ves como la función especial que te corresponde desempeñar en el plan para salvar al Hijo de Dios de todo ataque y hacerle entender que está a salvo, tal como siempre lo estuvo y lo seguirá estando, tanto en el tiempo como en la eternidad. Ésta es la función que se te encomendó con respecto a tu hermano. Acéptala dulcemente de la mano de tu hermano, y deja que la salvación se consume perfectamente en ti. Haz sólo esto y todo se te dará.

Repaso II – Lección [88]
[L-pI.88][75] La luz ha llegado.


Al elegir la salvación en lugar del ataque, estoy simplemente eligiendo reconocer lo que ya está ahí. La salvación es una decisión que ya se tomó. El ataque y los resentimientos no existen como opciones. Por eso es por lo que siempre elijo entre la verdad y la ilusión; entre lo que está ahí y lo que no está ahí. La luz ha llegado. Solamente puedo elegir la luz porque no hay otra alternativa. La luz ha reemplazado a la oscuridad, y la oscuridad ha desaparecido.

[L-pI.97] Soy Espíritu.

L-97.6 De esta manera, cada ofrenda que se le haga se multiplicará miles de veces y decenas de miles más. Y cuando te sea devuelta, sobrepasará en poderío la pequeña ofrenda que hiciste, en forma parecida a como el resplandor del sol es infinitamente más potente que el pequeño destello que emite la luciérnaga en un fugaz instante antes de apagarse. El constante fulgor de esta luz permanecerá y te guiará más allá de las tinieblas; y jamás podrás olvidar el camino otra vez.

M1. ¿QUIENES SON LOS MAESTROS DE DIOS?

M1.1 Un Maestro de Dios es todo aquel que decide serlo. Sus atributos consisten únicamente en esto: de alguna manera y en algún lugar ha elegido deliberadamente no ver sus propios intereses como algo aparte de los intereses de los demás. Una vez que ha hecho esto, su camino ha quedado establecido y su dirección es segura. Una luz ha entrado en las tinieblas. Tal vez sea una sola luz, pero con una basta. El Maestro de Dios ha hecho un compromiso con Dios aunque todavía no crea en Él. Se ha convertido en un portador de salvación. Se ha convertido en un Maestro de Dios.

M1.2 Los maestros de Dios proceden de todas partes del mundo y de todas las religiones, aunque algunos no pertenecen a ninguna religión. Los maestros de Dios son los que han respondido. La Llamada es universal, y está activa en todo momento y en todas partes. Dicha Llamada invoca a los maestros a que hablen en favor de Ella y a que rediman el mundo. Muchos la oyen, pero muy pocos responden. Sin embargo, es sólo cuestión de tiempo. Todo el mundo responderá al final, pero ese final puede estar muy, muy lejos. Esta es la razón por la que se estableció el plan de los maestros. Su función es ahorrar tiempo. Cada uno comienza como una sola luz, pero como tiene la Llamada en el mismo centro de su ser, esa luz no puede restringirse. Y cada uno de ellos ahorra miles de años tal como el mundo juzga el tiempo. Mas para la Llamada en Si, el tiempo no significa nada.

luz/perdón
T-23.in.6; T-26.IV.2-5; T-29.III.3-5; L-pI.57.5; L-pI.62.1;
L-pI.63.1-3; L-pI.81.3; L-pI.82.1; L-pI.121.10-13; L-pII.332.1

T-23.in.6 No hay nada a tu alrededor que no forme parte de ti. Contémplalo amorosamente y ve la luz del Cielo en ello. Pues así es como llegarás a comprender todo lo que se te ha dado. El mundo brillará y resplandecerá en amoroso perdón, y todo lo que una vez considerabas pecaminoso será re-interpretado ahora como parte integrante del Cielo. ¡Qué bello es caminar, limpio, redimido y feliz, por un mundo que tanta necesidad tiene de la redención que tu inocencia vierte sobre él! ¿Qué otra cosa podría ser más importante para ti? Pues he aquí tu salvación y tu libertad. Y éstas tienen que ser absolutas para que las puedas reconocer.

IV. El lugar que el pecado dejó vacante

T-26.IV.2 El perdón convierte el mundo del pecado en un mundo de gloria, maravilloso de ver. Cada flor brilla en la luz, y en el canto de todos los pájaros se ve reflejado el júbilo del Cielo. No hay tristeza ni divisiones, pues todo se ha perdonado completamente. Y los que han sido perdonados no pueden sino unirse, pues nada se interpone entre ellos para mantenerlos separados y aparte. Los que son incapaces de pecar no pueden sino percibir su unidad, pues no hay nada que se interponga entre ellos para alejar a unos de otros. Se funden en el espacio que el pecado dejó vacante, en jubiloso reconocimiento de que lo que es parte de ellos no se ha mantenido aparte y separado.

T-26.IV.3 El santo lugar en el que te encuentras no es más que el espacio que el pecado dejó vacante. En su lugar ves alzarse ahora la faz de Cristo. ¿Quién podría contemplar la faz de Cristo y no recordar a Su Padre tal como Éste realmente es? ¿Y quién que temiese al amor, podría pisar la tierra en la que el pecado ha dejado un sitio para que se erija un altar al Cielo que se eleve muy por encima del mundo hasta llegar más allá del universo y tocar el Corazón de toda la creación? ¿Qué es el Cielo, sino un himno de gratitud, de amor y de alabanza que todo lo creado le canta a la Fuente de su creación? El más santo de los altares se erige donde una vez se creyó reinaba el pecado. Y a él vienen todas las luces del Cielo, para ser reavivadas y para incrementar su gozo. Pues en este altar se les restituye lo que habían perdido y recobran todo su fulgor.

T-26.IV.4 Los milagros que el perdón deposita ante las puertas del Cielo no son insignificantes. Aquí el Hijo de Dios Mismo viene a recibir cada uno de los regalos que lo acerca más a su hogar. Ni uno solo de ellos se pierde, y a ninguno se le atribuye más valor que a otro. Cada uno de esos regalos le recuerda el amor de su Padre en igual medida que el resto. Y cada uno le enseña que lo que él temía, es lo que más ama. ¿Qué otra cosa, salvo un milagro, podría hacerle cambiar de mentalidad de modo que comprenda que el amor no puede ser temido? ¿Qué otro milagro puede haber aparte de éste? ¿Y qué otra cosa se podría necesitar para que el espacio entre vosotros desaparezca?

T-26.IV.5 Donde antes se percibía el pecado se alzará un mundo que se convertirá en el altar de la verdad, y allí tú te unirás a las luces del Cielo y entonarás con ellas su himno de gratitud y alabanza. Y tal como ellas vienen a ti para completarse a sí mismas, así tú te dirigirás a ellas con el mismo propósito. Pues no hay nadie que pueda oír el himno del Cielo sin añadir el poder de Su Voz a él, haciéndolo así aún más dulce. Y todos se unirán al himno ante el altar que fue erigido en el pequeño espacio que el pecado proclamaba que era suyo. Y lo que entonces era minúsculo se habrá expandido hasta convertirse en un himno excelso en el que todo el universo se habrá unido cual una sola voz.

III. Los testigos de Dios

T-29.III.3 En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios refulge todavía. Tú no puedes despertarte a ti mismo. No obstante, puedes permitir que se te despierte. Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. Puedes perdonarle sus ilusiones tan perfectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños. Y al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. La llegada de la luz supone su desaparición. Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás qué es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que os mantenía separados. Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.

T-29.III.4 Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero sí puedes extender. En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano, para que las tinieblas desaparezcan de tu mente. Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano a través de tu perdón, él no se olvidará de su salvador ni lo dejará sin absolver. Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.

T-29.III.5 ¡Cuán santo debes ser tú para que el Hijo de Dios pueda ser tu salvador en medio de sueños de desolación y de desastres! Observa cuán deseoso llega, apartando las densas sombras que lo mantenían oculto, para poder brillar sobre ti lleno de gratitud y amor. Él es él mismo, pero no él mismo solo. Y de la misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las tinieblas. Y ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge en él. Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. Y con su feliz salvación, te salvas tú.

[L-pI.57][35] Mi mente es parte de la de Dios. Soy muy santo.

L-pI.57.5 A medida que comparto la paz del mundo con mis hermanos empiezo a comprender que esa paz brota de lo más profundo de mí mismo. El mundo que contemplo ha quedado iluminado con la luz de mi perdón y refleja dicho perdón de nuevo sobre mí. En esta luz empiezo a ver lo que mis ilusiones acerca de mí mismo ocultaban. Empiezo a comprender la santidad de toda cosa viviente, incluyéndome a mí mismo, y su unidad conmigo.

[L-pI.62] Perdonar es mi función por ser la luz del mundo.

L-pI.62.2 Las ilusiones que tienes acerca de ti y acerca del mundo son una y la misma. Por eso es por lo que todo perdón es un regalo que te haces a ti mismo. Tu meta es descubrir quién eres, al haber negado tu Identidad atacando a la creación y a su Creador. Ahora estás aprendiendo a recordar la verdad. Para ello, el ataque tiene que ser reemplazado por el perdón, de manera que los pensamientos de vida puedan reemplazar a los pensamientos de muerte.

[L-pI.63] La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón.

L-pI.63.1 ¡Cuán santo eres tú que tienes el poder de brindar paz a todas las mentes! ¡Cuán bendito eres que puedes aprender a reconocer los medios por lo que esto se puede lograr a través de ti! ¿Qué otro propósito podrías tener que pudiese brindarte mayor felicidad?

L-pI.63.2 Ciertamente eres la luz del mundo con semejante función. El Hijo de Dios apela a ti para su redención. En tus manos está poder concedérsela porque te pertenece. No aceptes en su lugar ningún propósito trivial ni ningún deseo insensato; o te olvidarás de tu función y dejarás al Hijo de Dios en el infierno. No se te está haciendo una petición vana. Se te está pidiendo que aceptes la salvación, para que así la puedas dar.

L-pI.63.3 Puesto que reconocemos la importancia de esta función, estaremos más que dispuestos a recordarla tan a menudo como nos sea posible a lo largo del día. Empezaremos el día reconociendo nuestra función y lo concluiremos pensando en ella. Repetiremos lo siguiente tantas veces como nos sea posible en el transcurso del día:
La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón. Yo soy el instrumento que Dios ha designado para la salvación del mundo.
Repaso II – Lección [82]
[L-pI.82][63] La luz del mundo le brinda paz a todas las mentes a través de mi perdón.

L-pI.82.1 Mi perdón es el medio por el que la luz del mundo se expresa a través de mí. Mi perdón es el medio por el que cobro conciencia de la luz del mundo en mí. Mi perdón es el medio por el que el mundo sana, junto conmigo. Permítaseme, entonces, perdonar al mundo para que éste pueda sanar junto conmigo.

[L-pI.121] El perdón es la llave de la felicidad.

L-pI.121.10 Comienza las sesiones de práctica más largas pensando en alguien que no te cae bien, alguien que parece irritarte y con quien lamentarías haberte encontrado; alguien a quien detestas vehementemente o que simplemente tratas de ignorar. La forma en que tu hostilidad se manifiesta es irrelevante. Probablemente ya sabes de quién se trata. Ese mismo vale.

L-pI.121.11 Cierra ahora los ojos y, visualizándolo en tu mente, contémplalo por un rato. Trata de percibir algún atisbo de luz en alguna parte de él, algún pequeño destello que nunca antes habías notado. Trata de encontrar alguna chispa de luminosidad brillando a través de la desagradable imagen que de él has formado. Continúa contemplando esa imagen hasta que veas luz en alguna parte de ella, y trata entonces de que esa luz se expanda hasta envolver a dicha persona y transforme esa imagen en algo bueno y hermoso.

L-pI.121.12 Contempla esta nueva percepción por un rato, y luego trae a la mente la imagen de alguien a quien consideras un amigo. Trata de transferirle a éste la luz que aprendiste a ver en torno de quien antes fuera tu "enemigo". Percíbelo ahora como algo más que un amigo, pues en esa luz su santidad te muestra a tu salvador, salvado y salvando, sano e íntegro.

L-pI.121.13 Permite entonces que él te ofrezca la luz que ves en él, y deja que tu "enemigo" y tu amigo se unan para bendecirte con lo que tú les diste. Ahora eres uno con ellos, tal como ellos son uno contigo. Ahora te has perdonado a ti mismo. No te olvides a lo largo del día del papel que juega la salvación en brindar felicidad a todas las mentes que no perdonan, incluyendo la tuya. Cada vez que el reloj dé la hora, di para tus adentros:
El perdón es la llave de la felicidad. Despertaré del sueño de que soy mortal, falible y lleno de pecado, y sabré que soy el perfecto Hijo de Dios.
[L-pII.332] El miedo aprisiona al mundo. El perdón lo libera.
 
L-pII.332.1 El ego forja ilusiones. La verdad desvanece sus sueños malvados con el brillo de su fulgor. La verdad nunca ataca. Sencillamente es. Y por medio de su presencia se retira a la mente de las fantasías, y así ésta despierta a lo real. El perdón invita a esta presencia a que entre, y a que ocupe el lugar que le corresponde en la mente. Sin el perdón, la mente se encuentra encadenada, creyendo en su propia futilidad. Mas con el perdón, la luz brilla a través del sueño de tinieblas, ofreciéndole esperanzas y proporcionándole los medios para que tome conciencia de la libertad que es su herencia.

luz/relación santa

T-18.I.13; T-18.III; T-20.II.9-11;
T-20.III.7-11;T-20.II.12;
T-22.IV.3-4;
T-22.VI.4-15; T-23.IV.4-6;
T-31.II.11; L-pI.153.11

I. El substituto de la realidad

T-18.I.13 Has sido llamado, junto con tu hermano, a la más santa función que este mundo puede ofrecer. Ésa es la única función que no tiene límites, y que llega hasta cada uno de los fragmentos de la Filiación cual auxilio sanador y unificador. Esto es lo que se te ofrece en tu relación santa. Acéptalo ahora, y lo darás tal como lo has recibido. La paz de Dios se te da con el luminoso propósito en el que te unes a tu hermano. La santa luz que os unió tiene que extenderse, de la misma forma en que la aceptasteis.

III. Luz en el sueño

T-18.III.1 Tú que te has pasado la vida llevando la verdad a la ilusión y la realidad a la fantasía, has estado recorriendo el camino de los sueños. Pues has pasado de la condición de estar despierto a la de estar dormido, y de ahí te has sumergido en un sueño todavía más profundo. Cada sueño te ha llevado a otros sueños, y cada fantasía que parecía arrojar luz sobre la oscuridad no ha hecho sino hacerla aún más tenebrosa. Tu meta era la oscuridad, en la que ningún rayo de luz pudiese penetrar. Y buscabas una negrura tan absoluta, que pudiese mantenerte oculto de la verdad para siempre en un estado de completa demencia. Más de lo que te olvidabas era de que Dios no puede destruirse a Sí Mismo. La luz se encuentra en ti. La oscuridad puede envolverla, pero no puede extinguirla.

T-18.III.2 Según se aproxime la luz te lanzarás a la oscuridad huyendo de la verdad, refugiándote algunas veces en cosas menos temibles, y otras, en el terror más absoluto. Pero avanzarás, pues tu objetivo es pasar del miedo a la verdad. La meta que aceptaste es la meta del conocimiento, y esto lo demuestra tu buena voluntad. El miedo parece habitar en la oscuridad, y cuando tienes miedo es que has retrocedido. Unámonos inmediatamente en un instante de luz y eso será suficiente para recordarte que tu meta es la luz.

T-18.III.3 La verdad se lanzó a tu encuentro desde el momento en que la invocaste. Si supieras Quién camina a tu lado por la senda que has escogido, sería imposible que pudieses experimentar miedo. No lo sabes porque tu viaje hacia la oscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella. Un ligero parpadeo, después de haber tenido los ojos cerrados por tanto tiempo, no ha sido suficiente para hacer que tengas confianza en ti mismo, a quien por tanto tiempo has despreciado. Te diriges hacia el amor odiándolo todavía, y terriblemente atemorizado del juicio que pueda tener de ti. Y no te das cuenta de que no es del amor de lo que tienes miedo, sino únicamente de lo que tú has hecho de él. Estás avanzando hacia el significado del amor y alejándote de todas las ilusiones con las que lo habías revestido. Cuando te refugias en lo ilusorio tu miedo se agudiza, pues no hay duda de que lo que crees que ello significa es aterrador. Mas ¿qué importancia puede tener eso para nosotros que viajamos llenos de confianza y vertiginosamente más allá del miedo?

T-18.III.4 Tú que tomas de la mano a tu hermano tomas también la mía, pues cuando os unisteis no estabais solos. ¿Crees acaso que yo te iba a dejar en las tinieblas que acordaste abandonar conmigo? En tu relación radica la luz de este mundo. Y el miedo no puede sino desaparecer de tu vista ahora. No caigas en la tentación de arrebatar el regalo de la fe que le ofreciste a tu hermano. Lo único que conseguirías con ello sería asustarte a ti mismo. El regalo se dio para siempre, pues Dios Mismo lo aceptó. No puedes quitárselo ahora. Has aceptado a Dios. La santidad de tu relación quedó establecida en el Cielo. No entiendes lo que aceptaste, pero recuerda que tu entendimiento no es necesario. Lo único que se necesitó fue simplemente tu deseo de entender. Ese deseo fue el de ser santo. La voluntad de Dios se te concede, pues lo único que deseas es lo que siempre tuviste o lo que siempre fuiste.

T-18.III.5 Cada instante que pasemos juntos te enseñará que este objetivo es posible, y fortalecerá tu deseo de alcanzarlo. Y en tu deseo reside su logro. Tu deseo está ahora completamente de acuerdo con todo el poder de la voluntad del Espíritu Santo. Ningún paso corto y vacilante que des puede hacer que tu deseo se aparte de Su voluntad o de Su fortaleza. Puedes estar tan seguro de que yo te llevo de la mano como de que tú estuviste de acuerdo en llevar de la mano a tu hermano. No os separaréis, pues yo estoy con vosotros y camino con vosotros en vuestro avance hacia la verdad. Y dondequiera que vamos, llevamos a Dios con nosotros.

T-18.III.6 Te has unido a mí en tu relación para llevarle el Cielo al Hijo de Dios, que se había ocultado en la oscuridad. Has estado dispuesto a llevar la oscuridad a la luz, y eso ha fortalecido a todos los que quieren permanecer en la oscuridad. Los que quieran ver verán. Y se unirán a mí para llevar su luz a la oscuridad cuando la oscuridad que hay en ellos haya sido llevada ante la luz y eliminada para siempre. La necesidad que tengo de ti que te has unido a mí en la santa luz de tu relación, es la misma que tienes tú. ¿Cómo no iba yo a darte a ti lo que tú me diste a mí? Pues en el momento en que te uniste a tu hermano, me respondiste.

T-18.III.7 Tú que eres ahora el portador de la salvación, tienes la función de llevar la luz a la oscuridad. La oscuridad en ti se llevó ante la luz. Lleva esa luz ahora a la oscuridad, desde el instante santo a donde llevaste tu oscuridad. Nos completamos cuando deseamos completar. No dejes que el tiempo te preocupe, pues todo miedo que tú y tu hermano podáis experimentar procede realmente del pasado. El tiempo ha sido reajustado para ayudarnos a lograr, juntos, lo que vuestros pasados separados habrían impedido. Habéis transcendido el miedo, pues dos mentes no pueden unirse en su deseo de amor sin que el amor se una a ellas.

T-18.III.8 Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la mente de Dios deja de iluminaros. El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infunden a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros seguir en la oscuridad? Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la oscuridad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su resplandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz.

II. La ofrenda de azucenas

T-20.II.9 ¿No te gustaría que tu santo hermano te condujese hasta allí? Su inocencia alumbrará tú camino, ofreciéndote su luz guiadora y absoluta protección, y refulgiendo desde el santo altar en su interior donde tú depositaste las azucenas del perdón. Permite que sea él quien te salve de tus ilusiones, y contémplalo con la nueva visión que ve las azucenas y te brinda felicidad. Iremos más allá del velo del temor, alumbrándonos mutuamente el camino. La santidad que nos guía se encuentra dentro de nosotros, al igual que nuestro hogar. De este modo hallaremos lo que Aquel que nos guía dispuso que hallásemos.

T-20.II.10 Este es el camino que conduce al Cielo y a la paz de la Pascua, donde nos unimos en gozosa conciencia de que el Hijo de Dios se ha liberado del pasado y ha despertado al presente. Ahora es libre, y su comunión con todo lo que se encuentra dentro de él es ilimitada. Ahora las azucenas de su inocencia no se ven mancilladas por la culpabilidad, pues están perfectamente resguardadas del frío estremecimiento del miedo, así como de la perniciosa influencia del pecado. Tu regalo lo ha salvado de las espinas y de los clavos, y su vigoroso brazo está ahora libre para conducirte a salvo a través de ellos hasta el otro lado. Camina con él ahora lleno de regocijo, pues el que te salva de las ilusiones ha venido a tu encuentro para llevarte consigo a casa.

T-20.II.11 He aquí tu salvador y amigo, a quien tu visión ha liberado de la crucifixión, libre ahora para conducirte allí donde él anhela estar. Él no te abandonará, ni dejará a su salvador a merced del dolor. Y gustosamente caminaréis juntos por la senda de la inocencia, cantando según contempláis las puertas del Cielo abiertas de par en par y reconocéis el hogar que os llamó. Concédele a tu hermano libertad y fortaleza para que pueda llegar hasta allí. Y ven ante su santo altar, donde la fortaleza y la libertad te aguardan para que ofrezcas y recibas la radiante conciencia que te conduce a tu hogar. La lámpara está encendida en ti para que le des luz a tu hermano. Y las mismas manos que se la dieron a tu hermano, te conducirán más allá del miedo al amor.

III. El pecado como ajuste

T-20.III.7 No procures que el Hijo de Dios se adapte a su demencia. En él reside un extraño que, mientras vagaba sin rumbo, entró en la morada de la verdad, mas tal como vino así se irá. Vino sin ningún propósito, pero no podrá permanecer ante la radiante luz que el Espíritu Santo te ofreció y que tú aceptaste. Pues bajo esa luz el extraño se queda sin hogar y a ti se te da la bienvenida. No le preguntes a ese transeúnte: "¿Qué soy?" Él es la única cosa en todo el universo que no lo sabe. Sin embargo, es a él a quien se lo preguntas, y es a su respuesta a la que deseas amoldarte. Este pensamiento torvo y ferozmente arrogante, y, sin embargo, tan ínfimo y carente de significado que su pasar a través del universo de la verdad ni siquiera se nota, se vuelve tu guía. A él te diriges para preguntarle el significado del universo. Y a lo único que es ciego en todo el universo vidente de la verdad le preguntas: "¿Cómo debo contemplar al Hijo de Dios?"

T-20.III.8 ¿Se le puede pedir que emita juicios a lo que está desprovisto de todo juicio? Y si ya lo has hecho, ¿creerías la respuesta que te da y te ajustarías a ella como si fuese cierta? El mundo que ves a tu alrededor es la respuesta que te dio, y tú le has conferido el poder de hacer los ajustes necesarios en el mundo para que su respuesta sea cierta. Le preguntaste a ese soplo de locura que te explicase el significado de tu relación no santa, e hiciste que ésta se ajustase a su descabellada respuesta. ¿Te hizo eso feliz? ¿Te reuniste acaso jubilosamente con tu hermano para bendecir al Hijo de Dios y darle las gracias por toda la felicidad que os ha brindado? ¿Has reconocido acaso a tu hermano como el eterno regalo que Dios te dio? ¿Has visto la santidad que irradia en cada uno de vosotros para bendecir al otro? Ése es el propósito de tu relación santa. No le preguntes cuáles son los medios necesarios para su consecución a la única cosa que haría todo lo posible para que siguiese siendo no santa. No le otorgues el poder de adaptar los medios al fin.

T-20.III.9 Los que llevan años aprisionados con pesadas cadenas, hambrientos y demacrados, débiles y exhaustos, con los ojos aclimatados a la oscuridad desde hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdan la luz, no se ponen a saltar de alegría en el instante en que se les pone en libertad. Tardan algún tiempo en comprender lo que es la libertad. Andabas a tientas en el polvo y encontraste la mano de tu hermano, indeciso de si soltarla o bien asirte a la vida por tanto tiempo olvidada. Agárrate aún con más fuerza y levanta la vista para que puedas contemplar a tu fuerte compañero, en quien reside el significado de tu libertad. Él parecía estar crucificado a tu lado. Sin embargo, su santidad ha permanecido intacta y perfecta, y, con él a tu lado, este día entrarás en el Paraíso y conocerás la paz de Dios.

T-20.III.10 Eso es lo que mi voluntad dispone para ti y para tu hermano, y para cada uno de vosotros con respecto al otro y con respecto a sí mismo. Ahí sólo se puede encontrar santidad y unión sin límites. Pues ¿qué es el Cielo sino unión, directa y perfecta, y sin el velo del temor sobre ella? Ahí somos uno, y ahí nos contemplamos a nosotros mismos, y el uno al otro, con perfecta dulzura. Ahí no es posible ningún pensamiento de separación entre nosotros. Tú que eras un prisionero en la separación eres ahora libre en el Paraíso. Y allí me uniré a ti, que eres mi amigo, mi hermano y mi propio Ser.

T-20.III.11 El regalo que le has hecho a tu hermano me ha dado la certeza de que pronto nos uniremos. Comparte, pues, esta fe conmigo, y no dudes de que está justificada. En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo. Si mira dentro de sí mismo con caridad, ¿qué podría inspirarle temor afuera? Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón ven a Dios en Su Hijo y apelan al Hijo para que él los guíe al Padre. ¿Y a qué otro lugar querrían ir, sino allí donde anhelan estar? Tú y tu hermano os conduciréis el uno al otro hasta el Padre tan irremediablemente como que Dios creó santo a Su Hijo y así lo conservó. En tu hermano se encuentra la luz de la eterna promesa de inmortalidad que Dios te hizo. No veas pecado en él, y el miedo no podrá apoderarse de ti.

II. La impecabilidad de tu hermano


T-22.II.12 Más allá del cuerpo que has interpuesto entre tu hermano y tú, y reluciendo en la áurea luz que le llega desde el círculo radiante e infinito que se extiende eternamente, se encuentra tu relación santa, que Dios Mismo ama. ¡Cuán serena descansa en el tiempo, y, sin embargo, más allá de él! ¡Cuán inmortal, y, sin embargo, en la tierra! ¡Cuán grande el poder que en ella reside! El tiempo acata su voluntad, y la tierra será lo que ella disponga que sea. En ella no existe una voluntad separada ni el deseo de que nada se encuentre separado. Su voluntad no hace excepciones y lo que dispone es verdad. Toda ilusión que se lleva ante su perdón se pasa por alto dulcemente y desaparece. Pues Cristo ha renacido en su centro, para iluminar Su morada con una visión que pasa por alto al mundo. ¿No querrías que esa santa morada fuese también la tuya? En ella no hay sufrimiento, sino únicamente dicha.

IV. La bifurcación del camino

T-22.IV.3 Y así, tú y tu hermano os encontráis ahí en ese santo lugar, ante el velo de pecado que pende entre vosotros y la faz de Cristo. ¡Dejad que sea descorrido! ¡Descorredlo juntos! Pues es sólo un velo lo que se interpone entre vosotros. Por separado, cada uno de vosotros lo veréis como un sólido muro y no os daréis cuenta de lo delgado que es el cortinaje que ahora os separa. Aun así, éste ya casi ha sido eliminado de vuestra conciencia, e incluso aquí, ante el velo, la paz ha venido a vosotros. Piensa en lo que os espera después: el amor de Cristo iluminará vuestros rostros e irradiará desde ellos a un mundo en penumbra y con necesidad de luz. Y desde este santo lugar Él regresará con vosotros, sin irse de él y sin abandonaros. Os convertiréis en Sus mensajeros, al restituirlo a Él a Sí Mismo.

T-22.IV.4 ¡Pensad en la hermosura que veréis, vosotros que camináis a Su lado! ¡Y pensad cuán bello os parecerá el otro! ¡Cuán felices os sentiréis de estar juntos después de una jornada tan larga y solitaria en la que caminabais por separado! Las puertas del Cielo, francas ya para vosotros, las abriréis ahora para los que aún sufren. Y nadie que mire al Cristo en vosotros dejará de regocijarse. ¡Qué bello es el panorama que visteis más allá del velo y que ahora llevaréis para iluminar los cansados ojos de aquellos que todavía están tan extenuados como una vez lo estuvisteis vosotros! ¡Cuán agradecidos estarán de veros llegar y ofrecer el perdón de Cristo para desvanecer así la fe que ellos aún tienen en el pecado!

VI. La luz de la relación santa

T-22.VI.4 Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. No usará indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vuestras voluntades se han unido.

T-22.VI.5 Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un error". Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece sobre ti. Los medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores de amor.

T-22.VI.6 Criatura de paz, la luz ha descendido sobre ti. No reconoces la luz que traes contigo, pero la recordarás. ¿Quién podría negarse a sí mismo la visión que le brinda a los demás? ¿Y quién dejaría de reconocer el regalo que, por mediación suya, él permitió que se depositase en el Cielo? El amoroso servicio que le prestas al Espíritu Santo te lo prestas a ti mismo. Tú que ahora eres Su medio tienes que amar todo lo que Él ama. Y lo que traes contigo es tu recuerdo de todo lo que es eterno. Ningún vestigio de lo temporal puede permanecer por mucho tiempo en la mente que sirve a lo intemporal. Y ninguna ilusión puede turbar la paz de una relación que se ha convertido en el instrumento de la paz.

T-22.VI.7 Cuando hayas contemplado a tu hermano con absoluto perdón, del que no se haya excluido ningún error ni nada se mantenga oculto, ¿qué error podría haber en cualquier parte que tú no pudieses pasar por alto? ¿Y qué tipo de sufrimiento podría nublar tu vista e impedirte ver más allá de él? ¿Y qué ilusión no ibas a reconocer como un error, como una sombra que puedes atravesar completamente impávido? Dios no permite que nada sea un obstáculo para aquellos que hacen Su voluntad, y éstos reconocerán que sus voluntades son la Suya porque la sirven. Y la sirven de buen grado. ¿Podrían, entonces, demorarse mucho en recordar lo que son?

T-22.VI.8 Verás tu valía a través de los ojos de tu hermano, y cada uno será liberado cuando vea a su salvador en el lugar donde antes pensó que había un agresor. Mediante esta liberación se libera el mundo. Este es tu papel en la consecución de la paz. Pues has preguntado cuál es tu función aquí, y se te ha contestado. No intentes cambiarla ni substituirla por ninguna otra. Pues ésa fue la única función que se te dio. Acepta sólo esta función y sírvela de todo corazón, pues lo que el Espíritu Santo hace con los regalos que le das a tu hermano, a quién se los ofrece, dónde y cuándo, es cosa Suya. Los concederá allí donde sean recibidos y se les dé la bienvenida. Utilizará cada uno de ellos en beneficio de la paz. Y ni la más leve sonrisa o la buena voluntad de alguien para pasar por alto la más diminuta equivocación le pasará desapercibida a Él.

T-22.VI.9 ¿Qué otra cosa podría ser contemplar con caridad aquello que tu Padre ama, sino una bendición universal? Extender el perdón es la función del Espíritu Santo. Deja eso en Sus manos. Ocúpate únicamente de entregarle aquello que se puede extender. No guardes ningún secreto tenebroso que Él no pueda usar, antes bien, ofrécele los pequeños regalos que Él puede extender para siempre. Él aceptará cada uno de ellos y los convertirá en una fuerza potente en favor de la paz. El Espíritu Santo no dejará de bendecir ni uno solo de los regalos que le haces ni los limitará en forma alguna. Los infundirá de todo el poder que Dios le ha conferido, a fin de hacer de cada uno de ellos un manantial de curación para todos. Cada pequeño regalo que le ofreces a tu hermano derrama luz sobre el mundo. No te preocupes por las tinieblas; mira más allá de ellas y contempla a tu hermano. Y deja que las tinieblas sean disipadas por Aquel que conoce la luz y que tiernamente la deposita en cada una de las dulces sonrisas de fe y de confianza con que bendices a tu hermano.

T-22.VI.10 De tu aprendizaje depende el bienestar del mundo. Y es sólo la arrogancia lo que negaría el poder de tu voluntad. ¿Crees acaso que la voluntad de Dios es impotente? ¿Es a eso a lo que llamas humildad? No te das cuenta de lo que esta creencia ha ocasionado. Te consideras a ti mismo vulnerable, débil, fácil de destruir y a merced de innumerables agresores mucho más fuertes que tú. Examinemos detenidamente cómo fue que surgió este error, pues en él yace enterrada la pesada ancla que parece mantener vigente, inamovible y sólido como una roca el temor a Dios. Y mientras esa creencia perdure, así parecerá ser.

T-22.VI.11 ¿Quién puede atacar al Hijo de Dios y no atacar a su Padre? ¿Cómo iba a ser el Hijo de Dios débil, frágil y fácil de destruir a menos que su Padre también lo fuese? ¿No te das cuenta de que cada pecado y cada condenación que percibes y justificas es un ataque contra tu Padre? Por eso es por lo que el ataque no ha tenido lugar ni puede ser real. No te percatas de que ésa ha sido tu intención porque crees que el Padre y el Hijo están separados. Y no puedes sino pensar que están separados, debido al miedo. Pues parece menos arriesgado atacar a otro o atacarte a ti mismo que atacar al gran creador del universo, Cuyo poder conoces.

T-22.VI.12 Si fueses uno con Dios y reconocieses esa unidad, sabrías que Su poder te pertenece. Mas no podrás recordar esto mientras creas que el ataque, de la clase que sea, tiene sentido. Ninguna clase de ataque está justificado porque no tiene sentido. De la única manera en que el ataque se podría justificar es si tú y tu hermano estuvieseis realmente separados el uno del otro, y todo el mundo estuviese separado del creador. Pues sólo entonces sería posible atacar una parte de la creación sin atacarla a toda ella; atacar al Hijo sin atacar al Padre; atacar a otro sin atacarte a ti mismo o herirte a ti mismo sin que otro sufriese dolor. Sin embargo, no te quieres deshacer de esa creencia. Mas ¿dónde reside su valor, sino en el deseo de poder atacar impunemente? El ataque no es ni peligroso ni inocuo. Sencillamente es imposible. Y esto es así porque el universo es uno. No elegirías atacar su realidad si no fuese porque para poder verlo separado de su hacedor es esencial atacar. Y así parece como si el amor pudiese atacar y volverse temible.

T-22.VI.13 Sólo los que son diferentes pueden atacar. Y de ahí deduces que porque puedes atacar, debes ser diferente de tu hermano. Sin embargo, el Espíritu Santo explica esto de otra manera. No puedes atacar precisamente porque no eres diferente de tu hermano. Cualquiera de esas dos posturas es una conclusión lógica. Cualquiera de ellas puede ser aceptada, pero no ambas. La única pregunta que necesita contestarse a fin de decidir cuál de las dos es verdad, es si en realidad tú eres diferente de tu hermano. Desde el punto de vista de lo que entiendes parece que lo eres, y, por lo tanto, que puedes atacar. De ambas alternativas, ésta parece la más natural y la más afín a tu experiencia. Por eso es necesario que tengas otras experiencias, más afines a la verdad, para enseñarte lo que en realidad es natural y verdadero.

T-22.VI.14 Esa es la función de tu relación santa. Pues lo que uno de vosotros piense, el otro lo experimentará con él. ¿Qué puede querer decir esto, sino que tu mente y la mente de tu hermano son una? No veas con temor este feliz hecho ni pienses que con ello se te impone una pesada carga. Pues cuando lo hayas aceptado de buen grado, te darás cuenta de que vuestra relación es un reflejo de la unión que existe entre el creador y Su Hijo. Entre las mentes amorosas no hay separación. Y cada pensamiento que una de ellas tiene le brinda felicidad a la otra porque es la misma mente. La dicha es ilimitada porque cada pensamiento de amor radiante extiende su ser y crea más de sí mismo. En él no tienen cabida las diferencias, pues todo pensamiento es como él mismo.

T-22.VI.15 La luz que os une brilla a través del universo, y puesto que os une, hace que seáis uno con vuestro creador. Y en Él converge toda la creación. ¿Lamentarías no poder sentir miedo solo, cuando tu relación te puede enseñar que el poder del amor reside en ella, haciendo así que el miedo sea imposible? No intentes conservar un poco del ego junto con este regalo. Pues se te dio para que lo usaras, no para que lo ocultases. Aquello que te enseña que no os podéis separar niega al ego. Deja que la verdad decida si tú y tu hermano sois diferentes o iguales, y que te enseñe cuál de estas dos posibilidades es verdad.

IV. Por encima del campo de batalla

T-23.IV.4 La hermosa luz de tu relación es como el amor de Dios. Mas aún no puede asumir la sagrada función que Dios le encomendó a Su Hijo, puesto que todavía no has perdonado a tu hermano completamente, y, por ende, el perdón no se puede extender a toda la creación. Toda forma de asesinato y ataque que todavía te atraiga y que aún no hayas reconocido como lo que realmente es, limita la curación y los milagros que tienes el poder de extender a todo el mundo. Aun así, el Espíritu Santo sabe cómo multiplicar tus pequeñas ofrendas y hacerlas poderosas. Sabe también cómo elevar tu relación por encima del campo de batalla para que ya no se encuentre más en él. Esto es lo único que tienes que hacer: reconocer que cualquier forma de asesinato no es tu voluntad. Tu propósito ahora es pasar por alto el campo de batalla.

T-23.IV.5 Elévate, y desde un lugar más alto, contémplalo. Desde ahí tu perspectiva será muy diferente. Aquí, en medio de él, ciertamente parece real. Aquí has elegido ser parte de él. Aquí tu elección es asesinar. Mas desde lo alto eliges los milagros en vez del asesinato. Y la perspectiva que procede de esta elección te muestra que la batalla no es real y que es fácil escaparse de ella. Los cuerpos pueden batallar, pero el choque entre formas no significa nada. Y éste cesa cuando te das cuenta de que nunca tuvo comienzo. ¿Cómo ibas a poder percibir una batalla como inexistente si participas en ella? ¿Cómo ibas a poder reconocer la verdad de los milagros si el asesinato es tu elección?

T-23.IV.6 Cuando la tentación de atacar se presente para nublar tu mente y volverla asesina, recuerda que puedes ver la batalla desde más arriba. Incluso cuando se presenta en formas que no reconoces, conoces las señales: una punzada de dolor, un ápice de culpabilidad, pero sobre todo, la pérdida de la paz. Conoces esto muy bien. Cuando se presenten, no abandones tu lugar en lo alto, sino elige inmediatamente un milagro en vez del asesinato. Y Dios Mismo, así como todas las luces del Cielo, se inclinarán tiernamente ante ti para apoyarte. Pues habrás elegido permanecer donde Él quiere que estés, y no hay ilusión que pueda atacar la paz de Dios cuando Él está junto a Su Hijo.

II. Caminando con cristo

T-31-II.11 Unidos podéis recordar y aceptar vuestra herencia común. Solos, se os niega a ambos. ¿No está claro acaso que mientras sigas insistiendo en ser líder o seguidor pensarás que caminas solo, sin nadie a tu lado? Éste es el camino que no conduce a ninguna parte, pues no se te puede otorgar la luz mientras camines solo, y así, no puedes ver por dónde vas. Esto produce confusión y una interminable sensación de duda, a medida que te tambaleas solo de un lado a otro en la oscuridad. Sin embargo, éstas no son más que apariencias de lo que es la jornada y de cómo se tiene que recorrer. Pues hay Alguien a tu lado que ilumina tu camino, de modo que puedas dar cada paso con certeza y sin ninguna duda con respecto a qué camino seguir. Tener los ojos vendados puede ciertamente cegarte, mas no puede hacer que el camino en sí sea oscuro. Y Aquel que viaja contigo tiene la luz.

[L-pI.153] En mi indenfensión radica mi seguridad.

L-pI.153.11 La función de los ministros de Dios es ayudar a sus hermanos a elegir lo mismo que ellos eligieron. Dios los ha elegido a todos, pero muy pocos se han dado cuenta de que Su Voluntad es la de ellos. Y mientras no enseñes lo que has aprendido, la salvación seguirá esperando y las tinieblas mantendrán al mundo inexorablemente aprisionado. Y no reconocerás que la luz ha venido a ti y que ya te has escapado. Pues no verás la luz hasta que se la ofrezcas a todos tus hermanos. Y al ellos tomarla de tus manos, reconocerás que es tu luz.

luz/sueño

T-2.I.4; T-29.IX.4

I. Los orígenes de la separación

T-2.I.4 Todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percepción errónea de que tienes la capacidad de usurpar el poder de Dios. Por supuesto, no puedes hacer eso, ni jamás pudiste haberlo hecho. En esto se basa el que puedas escaparte del miedo. Te liberas cuando aceptas la Expiación, lo cual te permite darte cuenta de que en realidad tus errores nunca ocurrieron. Sólo después del sueño profundo que se abatió sobre Adán pudo éste experimentar pesadillas. Si de repente se enciende una luz cuando alguien está teniendo un sueño aterrador, puede que inicialmente interprete la luz como parte de su sueño y tenga miedo de ella. Sin embargo, cuando despierte, la percibirá correctamente como su liberación del sueño, al que dejará entonces de atribuir realidad. Esta liberación no se basa en ilusiones. El conocimiento que ilumina no sólo te libera, sino que también te muestra claramente que eres libre.

IX. El sueño de perdón

T-29.IX.4 No puede haber salvación en el sueño tal como lo estás soñando. Pues los ídolos no pueden sino ser parte de él, para salvarte de lo que crees haber hecho y de lo que crees que hiciste para volverte un pecador y extinguir la luz interna. Criatura de Dios, la luz aún se encuentra en ti. No estás sino soñando, y los ídolos son los juguetes con los que sueñas que juegas. ¿Quiénes, sino los niños, tienen necesidad de juguetes? Los niños juegan a gobernar el mundo, y le otorgan a sus juguetes el poder de moverse, hablar, pensar, sentir y comunicarse por ellos. Sin embargo, todo lo que los juguetes parecen hacer sólo tiene lugar en las mentes de aquellos que juegan con ellos. No obstante, ansían olvidarse de que ellos mismos son los autores del sueño en el que los juguetes son reales, y no quieren reconocer que los deseos de éstos son en realidad los suyos propios.

luz/velo/nube
T-15.VI.6; T-19.IV.D-2; T-29.VIII.3-5;
T-31.VII.6-15; L-pI.41.5; L-pI.56.4;
L-pI.69; L-pI.70.8-9; L-pI.95.12

VI. El instante santo y las leyes de Dios

T-15.VI.6 En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. Nada ha cambiado. Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. Nadie que aún no haya experimentado el descorrimiento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin experimentar miedo alguno. Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios comparten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios

T-19.IV.D.2 El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurará a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. Pues este velo oscuro, que hace que la faz de Cristo se asemeje a la de un leproso y que los radiantes rayos del amor de Su Padre que iluminan Su rostro con gloria parezcan chorros de sangre, se desvanecerá ante la deslumbrante luz que se encuentra más allá de él una vez que el miedo a la muerte haya desaparecido.

VIII. El anti-cristo

T-29.VIII.3. Un ídolo es una falsa impresión o una creencia falsa; alguna forma de anti-Cristo que constituye una brecha entre el Cristo y lo que tú ves. Un ídolo es un deseo hecho tangible al que se le ha dado forma, que se percibe entonces como real y se ve como algo externo a la mente. No obstante, sigue siendo un pensamiento y no puede abandonar la mente de la que procede. Ni tampoco su forma es algo separado de la idea que representa. Toda forma de anti-Cristo se opone a Cristo. Y pende ante Su faz como un oscuro velo que parece separarte de Él, dejándote solo y desamparado en las tinieblas. La luz, sin embargo, está ahí. Una nube no puede apagar el sol. Ni un velo puede hacer desaparecer aquello que parece dividir, ni atenuar en lo más mínimo la luz misma.

T-29.VIII.4. Este mundo de ídolos es un velo que cubre la faz de Cristo porque su propósito es separarte de tu hermano. Es un propósito tenebroso y temible, y, sin embargo, es un pensamiento que ni siquiera tiene el poder de cambiar una brizna de hierba de algo vivo a un signo de muerte. Su forma no está en ninguna parte, pues su fuente está en aquella parte de tu mente de la que Dios está ausente. ¿Dónde se encuentra este lugar del que se ha excluido y se ha mantenido aparte lo que está en todas partes? ¿Qué mano podría alzarse y obstruir los designios de Dios? ¿De quién es la voz que podría exigir que Él no entrase? Lo que se cree "más-que-todo" no es algo que deba hacerte temblar o que deba acobardarte. El enemigo de Cristo no está en ninguna parte. No puede adoptar ninguna forma en la que jamás pueda ser real.

T-29.VIII.5. ¿Qué es un ídolo? ¡Un ídolo no es nada! Se necesita creer en él para que parezca cobrar vida, y se le tiene que dotar de poder para que pueda ser temido. Su vida y su poder son el regalo que le da el que cree en él, y esto es lo que el milagro restituye a lo que sí tiene vida y poder dignos del don del Cielo y de la paz eterna. El milagro no restaura la verdad, que es la luz que el velo no pudo apagar. Simplemente descorre el velo, y deja que la verdad brille libremente, al ser lo que es. La verdad no necesita que se crea en ella para ser lo que es, pues ha sido creada, y, por lo tanto, es.

VII. La visión del salvador

T-31.VII.6 El concepto que ahora tienes de ti mismo garantiza que tu función aquí sea por siempre irrealizable e imposible de llevar a cabo. Y así, te condena a una amarga y profunda sensación de depresión y futilidad. Dicho concepto, sin embargo, no tiene por qué ser fijo e inalterable, a menos que decidas que no hay esperanzas de que pueda cambiar y lo mantengas estático y oculto en tu mente. En lugar de ello, entrégaselo a Aquel que entiende cuáles son las modificaciones que necesita para que pueda serle útil a la función que se te encomendó a fin de brindarte paz, de modo que puedas ofrecer paz para así gozar de ella. Las alternativas están en tu mente para que las uses, y tú puedes verte a ti mismo de otra manera. ¿No preferirías considerarte a ti mismo alguien que es necesario para la salvación del mundo, en vez de un enemigo de ella?.

T-31.VII.7 El concepto del yo se alza como un escudo, como una silenciosa barricada contra la verdad, y la oculta de tu vista. Todas las cosas que ves son imágenes, porque las contemplas a través de una barrera que te empaña la vista y deforma tu visión, de manera que no puedes ver nada con claridad. La luz está ausente de todo lo que ves. Como máximo, vislumbras una sombra de lo que se encuentra más allá. Como mínimo, ves simplemente la oscuridad y percibes las aterrantes imaginaciones procedentes de pensamientos de culpabilidad y de conceptos nacidos del miedo. Y lo que ves es el infierno, pues eso es lo que es el miedo. Mas todo lo que se te da es para tu liberación, y la vista, la visión y el Guía interno te sacarán del infierno junto con aquellos que amas a tu lado, y al universo junto con ellos.

T-31.VII.8 ¡Mirad el papel que se os ha encomendado en el universo! El Señor del amor y de la Vida le ha encomendado a cada aspecto de la verdadera creación que salve a todo el mundo de la aflicción del infierno. Y a cada uno Él le ha concedido la gracia de ser el salvador de los santos hermanos que especialmente se le confiaron. Y esto es lo que él aprende cuando primero ve a otro tal como se ve a sí mismo y contempla su propio reflejo en él. Así es como deja de lado el concepto que tiene de sí mismo, pues nada viene a interponerse entre su visión y lo que contempla, para juzgar lo que él ve. Y en esta única visión él ve la faz de Cristo y se da cuenta de que contempla a todo el mundo según contempla a este hermano. Pues ahora hay luz donde antes había oscuridad, y el velo que cubría su vista ha sido descorrido.

T-31.VII.9 El velo que cubre la faz de Cristo, el temor a Dios y a la salvación, así como el amor a la culpabilidad y a la muerte, no son sino diferentes nombres de un mismo error: que hay un espacio entre tu hermano y tú que os mantiene aparte debido a una ilusión de ti mismo que lo mantiene a él separado de ti y a ti alejado de él. La espada del juicio es el arma que le entregas a esta ilusión de ti mismo, para que pueda luchar e impedir que el amor llene el espacio que mantiene a tu hermano separado de ti, mientras empuñes esa espada, no obstante, no podrás sino percibirte a ti mismo como un cuerpo, pues te habrás condenado a estar separado de aquel que sostiene el espejo que refleja otra imagen de lo que él es, y, por ende, de lo que tú no puedes sino ser también.

T-31.VII.10 ¿Qué es la tentación sino el deseo de permanecer en el infierno y en la aflicción? ¿Y a qué puede dar lugar esto, sino a una imagen de ti mismo que puede estar afligida y permanecer atormentada y en el infierno? El que ha aprendido a no ver a su hermano de esta manera, se ha salvado a sí mismo y, por ende, se ha convertido en el salvador de todos los demás. Dios ha encomendado a todos a cada uno, pues un salvador parcial es uno que sólo se ha salvado parcialmente. Los santos hermanos que Dios te ha encomendado para que los salves son todos aquellos con quienes te encuentras o a quienes contemplas sin saber quién son; los que viste por un instante y luego olvidaste; los que conociste hace mucho; los que conocerás algún día; aquellos de los que ya no te acuerdas y los que aún no han nacido. Pues Dios te ha dado a Su Hijo para que lo salves de cualquier concepto que él jamás haya abrigado.

T-31.VII.11 Mas ¿cómo podrías ser el salvador del Hijo de Dios mientras todavía desees permanecer en el infierno? ¿Cómo ibas a ser consciente de su santidad mientras lo veas separado de la tuya? Pues la santidad se ve a través de los santos ojos que ven la inocencia en su interior, y que, debido a ello, esperan verla en todas partes. De esta manera, la invocan en todo aquel que contemplan, para que pueda ser lo que ellos esperan de él. Esta es la visión del salvador: él ve su inocencia en todos los que contempla, y su propia salvación en todas partes. No tiene un concepto de sí mismo que se interponga entre sus ojos despejados y serenos y lo que ve. De este modo, lleva la luz a todo lo que contempla para así poderlo ver como realmente es.

T-31.VII.12 Sea cual sea la forma en que la tentación parezca manifestarse, no es más que un reflejo de tu deseo de ser algo que no eres. Y de ese deseo surge un concepto que te enseña que tú eres aquello que deseas ser. Y hasta que no dejes de atribuirle valor al deseo que lo engendró, ése será el concepto que tendrás de ti mismo. Y mientras lo tengas en gran estima, verás a tu hermano como la imagen de ti que dicho deseo engendró. Pues ver es tan sólo la representación de un deseo, ya que no tiene el poder de crear. Puede, no obstante, contemplar con amor o con odio, dependiendo sencillamente de si eliges unirte a lo que ves o mantenerte aparte y separado de ello.

T-31.VII.13 Así como la visión del salvador está desprovista de cualquier juicio acerca de ti, del mismo modo es inocente con respecto a lo que tu hermano es. No ve el pasado de nadie en absoluto. Y así, sirve a una mente completamente receptiva, libre de viejos conceptos y dispuesta a contemplar sólo lo que el presente contiene. No puede juzgar porque no sabe nada. Y al haber reconocido esto, simplemente pregunta: "¿Cuál es el significado de lo que contemplo?" Entonces se le da la respuesta. Y la puerta se abre para que la faz de Cristo refulja sobre aquel que con inocencia pide ver más allá del velo de las viejas ideas y de los conceptos ancestrales que por tanto tiempo abrigó contra la visión de Cristo en ti.

T-31.VII.14 Así pues, mantente alerta contra la tentación, recordando que no es más que un deseo demente e insensato de convertirte en algo que no eres. Y piensa también en esa cosa que querrías ser en cambio. Pues de lo que esa cosa se compone es de locura, de dolor y muerte; de traición y de profunda desesperación, así como de sueños fallidos y de haber perdido toda esperanza, salvo la de morir, para así poner fin al sueño de miedo. Eso es todo lo que es la tentación, nada más. ¿Cómo iba a ser difícil elegir contra ello? Examina lo que es la tentación y reconoce cuáles son las verdaderas alternativas entre las que eliges. Pues sólo hay dos. No te dejes engañar por el hecho de que aparentan ser muchas. Las alternativas son el infierno o el Cielo, y de éstas, sólo puedes elegir una.

T-31.VII.15 No dejes que la luz del mundo, la cual te ha sido concedida, permanezca oculta del mundo. El mundo necesita la luz, pues es ciertamente un lugar sombrío, y los hombres se desesperan por haber negado la visión del salvador y lo que ven es la muerte. Su salvador se encuentra ahí, desconocidamente y desconocido, y los contempla con los ojos cerrados. Y ellos no podrán ver hasta que él los contemple con ojos videntes y les ofrezca el perdón que se ofrece a sí mismo. ¿Podrías tú a quien Dios exhorta: "¡Libera a mi Hijo!" caer en la tentación de no escuchar, una vez que te has dado cuenta de que es tu propia liberación la que Él pide? ¿Y qué otra cosa sino ésta pretende enseñar este curso? ¿Y qué otra cosa sino ésta tienes que aprender?

[L-pI.41] Dios va conmigo dondequiera que yo voy.

L-pI.41.5. Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, bajo una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que representan, no obstante, todo lo que ves? Hoy intentaremos por primera vez atravesar esa oscura y pesada nube y llegar a la as que se encuentra más allá.

[L-pI.56][30] Dios está en todo lo que veo porque Dios está en mi mente.

L-pI.56.4 En mi propia mente, aunque oculto por mis desquiciados pensamientos de separación y ataque, yace el conocimiento de que todo es uno eternamente. Yo no he perdido el conocimiento de Quién soy por el hecho de haberlo olvidado. Ha sido salvaguardado para mí en la Mente de Dios, Quien no ha abandonado Sus Pensamientos. Y yo, que me cuento entre ellos, soy uno con ellos y uno con Él.

[L-pI.69] MIS RESENTIMIENTOS OCULTAN LA LUZ DEL MUNDO EN MÍ.

L-pI.69.1 Nadie puede ver lo que tus resentimientos ocultan. Debido a que tus resentimientos ocultan la luz del mundo en ti, todo el mundo se halla inmerso en la oscuridad, y tú junto con ellos. Pero a medida que el velo de tus resentimientos se descorre, tú te liberas junto con ellos. Comparte tu salvación con aquel que se encontraba a tu lado cuando estabas en el infierno. Él es tu hermano en la luz del mundo que os salva a ambos.

L-pI.69.2 Intentemos hoy nuevamente llegar a la luz en ti. Antes de emprender esto en nuestra sesión de práctica más larga, dediquemos varios minutos a reflexionar sobre lo que estamos tratando de hacer. Estamos intentando literalmente ponernos en contacto con la salvación del mundo. Estamos tratando de ver más allá del velo de tinieblas que la mantiene oculta. Estamos tratando de descorrer el velo y de ver las lágrimas del Hijo de Dios desaparecer a la luz del sol.

L-pI.69.3 Hoy daremos comienzo a nuestra sesión de práctica más larga plenamente conscientes de que esto es así y armados de una firme determinación por llegar hasta aquello que nos es más querido que ninguna otra cosa. La salvación es nuestra única necesidad. No tenemos ningún otro propósito aquí ni ninguna otra función que desempeñar. Aprender lo que es la salvación es nuestra única meta. Pongamos fin a la ancestral búsqueda descubriendo la luz en nosotros y poniéndola en alto para que todos aquellos que han estado buscando con nosotros la vean y se regocijen.

L-pI.69.4 Y ahora, muy serenamente y con los ojos cerrados, trata de deshacerte de todo el contenido que generalmente ocupa tu conciencia. Piensa en tu mente como si fuera un círculo inmenso, rodeado por una densa capa de nubes obscuras. Lo único que puedes ver son las nubes, pues parece como si te hallaras fuera del círculo y a gran distancia de él.

L-pI.69.5 Desde donde te encuentras no ves nada que te indique que detrás de las nubes hay una luz brillante. Las nubes parecen ser la única realidad. Parece como si fueran lo único que se puede ver. Por lo tanto, no tratas de atravesarlas e ir más allá de ellas, lo cual sería la única manera de convencerte realmente de su insustancialidad. Eso es lo que vamos a intentar hoy.

L-pI.69.6 Después de que hayas pensado en cuán importante es para ti y para el mundo lo que estás intentando hacer, trata de alcanzar un estado de perfecta quietud, recordando únicamente la intensidad con la que deseas alcanzar hoy mismo, en este mismo instante, la luz que resplandece en ti. Resuélvete a atravesar las nubes. Extiende tu mano y, en tu mente, tócalas. Apártalas con la mano, y siente como rozan tus mejillas, tu frente y tus ojos a medida que las atraviesas. Sigue adelante; las nubes no te pueden detener.

L-pI.69.7 Si estás haciendo los ejercicios correctamente, empezarás a sentir como si estuvieses siendo elevado y transportado hacia adelante. Tus escasos esfuerzos y tu limitada determinación invocan el poder del universo para que venga en tu ayuda, y el Propio Dios te sacará de las tinieblas y te llevará a la luz. Estás actuando de acuerdo con Su Voluntad. No puedes fracasar porque tu voluntad es la Suya.

L-pI.69.8 Ten confianza en tu Padre hoy y certeza de que Él te ha oído y te ha contestado. Es posible que aún no reconozcas Su respuesta, pero puedes estar seguro de que se te ha dado y de que la recibirás. Trata de tener presente esta certeza, según intentas atravesar las nubes en dirección a la luz. Trata de recordar que por fin estás uniendo tu voluntad a la de Dios. Trata de mantener claro en tu mente el pensamiento de que lo que emprendes con Dios no puede sino tener éxito. Deja entonces que el poder de Dios obre en ti y a través de ti, para que se haga Su Voluntad y la tuya.

L-pI.69.9 En las sesiones de práctica más cortas, que te conviene llevar a cabo tan a menudo como sea posible en vista de la importancia que la idea de hoy tiene para ti así como para tu felicidad, recuérdate a ti mismo que tus resentimientos ocultan la luz del mundo de tu conciencia. Recuérdate también que no la estás buscando solo y que sabes dónde encontrarla. Di entonces:

Mis resentimientos ocultan la luz del mundo en mí. No puedo ver lo que he ocultado. Mas por mi salvación y por la salvación del mundo, deseo que me sea revelado.

Asegúrate asimismo de decir para tus adentros:
Si abrigo este resentimiento la luz del mundo quedará velada para mí, si sientes hoy la tentación de abrigar algún resentimiento contra alguien.
[L-pI.70] Mi salvación procede de mí.

L-pI.70.8 Trataremos ahora nuevamente de llegar a la luz en ti, que es donde realmente se encuentra tu salvación. No puedes encontrarla en las nubes que rodean la luz, y es ahí donde la has estado buscando. No está ahí. Está más allá de las nubes, en la luz que se encuentra tras ellas. Recuerda que tienes que atravesar las nubes antes de poder llegar a la luz. Pero recuerda también que nunca encontraste nada que fuese duradero o que realmente quisieras en los tapices de nubes que te imaginabas.

L-pI.70.9 Puesto que todas las ilusiones de salvación te han fallado, seguramente no querrás quedarte en las nubes buscando en vano ídolos falsos, cuando te sería tan fácil llegar hasta la luz de la verdadera salvación. Trata de ir más allá de las nubes utilizando cualquier medio que te atraiga. Si te resulta útil, piensa que te estoy llevando de la mano, y que te estoy guiando. Y te aseguro que esto no será una vana fantasía.

[L-pI.95] Soy un solo, único a mi creador.

L-pI.95.12 Eres un solo Ser, unificado y a salvo en la luz, la dicha y la paz. Eres el Hijo de Dios, un solo Ser, con un solo Creador y un solo objetivo: brindar a todas las mentes la conciencia de esta unidad, de manera que la verdadera creación pueda extender la Totalidad y Unidad de Dios. Eres un solo Ser, completo, sano y pleno, con el poder de levantar el velo de tinieblas que se abate sobre el mundo y dejar que la luz que mora en ti resplandezca a fin de enseñarle a éste la verdad de lo que eres.

luz/visión 
T-13.V.8-11
; T-13.VIII.2-5; T-20.VIII.3-4;
T-21.I.8-10;
L-pI.15.2-3; L-pI.158.7-11;
L-pII.265.1

V. Las dos emociones

T-13.V.8 La visión depende de la luz. En la oscuridad no puedes ver. Mas en la oscuridad—el mundo privado que habitas cuando duermes—ves en sueños a pesar de que tus ojos están cerrados. Ahí es donde lo que ves es obra tuya. Con todo, si abandonas la oscuridad dejarás de ver todo lo que hiciste, pues verlo depende de negar la visión. Sin embargo, negar la visión no quiere decir que no puedas ver. Mas eso es lo que hace la negación, pues mediante ella aceptas la demencia, al creer que puedes construir un mundo privado y gobernar tu propia percepción. Mas para esto, la luz tiene que ser excluida. Cuando ésta llega, no obstante, los sueños se desvanecen y entonces puedes ver.

T-13.V.9 No intentes alcanzar la visión valiéndote de los ojos, pues tú mismo inventaste tu manera de ver para así poder ver en la oscuridad, y en eso te engañas. Más allá de esta oscuridad, pero todavía dentro de ti, se encuentra la visión de Cristo, Quien contempla todo en la luz. Tu "visión" emana del miedo, tal como la Suya emana del amor. Él ve por ti, al ser tu testigo del mundo real. Él es la manifestación del Espíritu Santo, y lo único que hace es contemplar el mundo real , invocar a sus testigos y acercártelos. Cristo ama lo que ve en ti, y Su deseo es extenderlo. Y no retornará al Padre hasta que haya extendido tu percepción de forma que incluya al Padre. Y allí acaba la percepción, pues Él te habrá llevado consigo de vuelta al Padre.

T-13.V.10 Solo puedes experimentar dos emociones. Una la inventaste tú y la otra se te dio. Cada una de ellas representa una manera diferente de ver las cosas, y de sus correspondientes perspectivas emanan dos mundos distintos. Ve a través de la visión que se te ha dado, pues a través de la visión de Cristo Él se contempla a Sí Mismo. Y al ver lo que Él es, conoce a Su Padre. Más allá de tus sueños más tenebrosos Él ve en ti al inocente Hijo de Dios, resplandeciendo con un fulgor perfecto que tus sueños no pueden atenuar. Y esto es lo que verás a medida que veas todo a través de Su visión, pues Su visión es el regalo de amor que Él te hace, y que el Padre le dio para ti.

T-13.V.11 El Espíritu Santo es la luz en la que Cristo se alza revelado. Y todos los que desean contemplarlo lo pueden ver, pues han pedido luz. No lo verán a Él solo, pues tal como ellos no están solos, Él tampoco lo está. Al ver al Hijo, ascendieron con Él hasta el Padre. Y todo esto lo entenderán porque miraron en su interior, más allá de la oscuridad, y al ver el Cristo en ellos lo reconocieron. En la cordura de Su visión se contemplaron a sí mismos con amor, y se vieron tal como el Espíritu Santo los ve. Y con esta visión de la verdad que mora en ellos, toda la belleza del mundo vino a resplandecer sobre ellos.

VIII. De la percepción al conocimiento

T-13.VIII.2 La diferencia palpable que existe entre la percepción y el conocimiento resulta muy evidente si consideras esto: no hay nada parcial con respecto al conocimiento. Cada uno de sus aspectos es total, y, por lo tanto, ningún aspecto está separado de otro. Tú eres un aspecto del conocimiento, al estar en la mente de Dios, Quien te conoce. Todo conocimiento te pertenece, pues en ti reside todo conocimiento. La percepción, aun en su expresión más elevada, nunca es completa. Incluso la percepción del Espíritu Santo —la más perfecta que puede haber— no tiene significado en el Cielo. La percepción puede extenderse a todas partes bajo Su dirección, pues la visión de Cristo contempla todo en la luz. Pero no hay percepción; por muy santa que sea, que perdure eternamente.

T-13.VIII.3 La percepción perfecta pues, tiene muchos elementos en común con el conocimiento, haciendo que sea posible su transferencia a él. El último paso, no obstante, lo tiene que dar Dios porque el último paso de tu redención, que parece estar en el futuro, Dios lo dio ya en tu creación. La separación no ha interrumpido la creación. La creación no puede ser interrumpida. La separación no es más que una formulación equivocada de la realidad que no tiene consecuencia alguna. El milagro, que no tiene ninguna función en el Cielo, es necesario aquí. Todavía pueden verse aspectos de la realidad, los cuales reemplazarán a aspectos de la irrealidad. Los aspectos de la realidad se pueden ver en todo y en todas partes. Mas sólo Dios puede congregarlos a todos, al coronarlos cual uno solo con el don final de la eternidad.

T-13.VIII.4 Sin el Padre y sin el Hijo el Espíritu Santo no tiene ninguna función. No está separado de ninguno de Ellos al estar en la mente de Ambos y saber que dicha mente es una sola. El Espíritu Santo es un pensamiento de Dios, y Dios te lo dio porque Él no tiene ningún pensamiento que no comparta. El mensaje del Espíritu Santo habla de lo intemporal en el tiempo, y por eso es por lo que la visión de Cristo contempla todas las cosas con amor. Sin embargo, ni siquiera la visión de Cristo es Su realidad. Los áureos aspectos de realidad que brotan a la luz bajo Su amorosa mirada son vislumbres parciales del Cielo que se encuentra más allá de ellos.

T-13.VIII.5 Éste es el milagro de la creación: que es una eternamente. Cada milagro que le ofreces al Hijo de Dios no es otra cosa que la verdadera percepción de un aspecto de la totalidad. Aunque cada aspecto es en sí la totalidad, no podrás saber esto hasta que no te des cuenta de que todos ellos son lo mismo, que se perciben en la misma luz, y que, por lo tanto, son uno. Cada hermano que ves libre de su pasado, pues, te aproxima más al final del tiempo al introducir una manera de ver sana y sanadora en la oscuridad, capacitando así al mundo para ver. Pues la luz tiene que llegar hasta el mundo tenebroso para que la visión de Cristo sea posible incluso ahí. Ayúdale a ofrecer Su don de luz a todos los que creen vagar en la oscuridad, y deja que Él los reúna en Su serena visión que hace que todos sean uno solo.

VIII. La visión de la impecabilidad

T-20.VIII.3 La impecabilidad de tu hermano se te muestra en una luz brillante, para que la veas con la visión del Espíritu Santo y para que te regocijes con ella junto con Él. Pues la paz vendrá a todos aquellos que la pidan de todo corazón y sean sinceros en cuanto al propósito que comparten con el Espíritu Santo, y de un mismo sentir con Él con respecto a lo que es la salvación. Estáte dispuesto, pues, a ver a tu hermano libre de pecado, para que Cristo pueda aparecer ante tu vista y colmarte de felicidad. Y no le otorgues ningún valor al cuerpo de tu hermano, el cual no hace sino condenarlo a fantasías de lo que él es. Él desea ver su impecabilidad, tal como tú deseas ver la tuya. Bendice al Hijo de Dios en tu relación, y no veas en él lo que tú has hecho de él.

T-20.VIII.4 El Espíritu Santo garantiza que lo que Dios dispuso para ti y te concedió, será tuyo. Este es tu propósito ahora, y la visión que hace que sea posible sólo espera a que la recibas. Ya dispones de la visión que te permite no ver el cuerpo. Y al contemplar a tu hermano verás en él un altar a tu Padre tan santo como el Cielo, refulgiendo con radiante pureza y con el destello de las deslumbrantes azucenas que allí depositaste. ¿Qué otra cosa podría tener más valor para ti? ¿Por qué piensas que el cuerpo es un mejor hogar, un albergue más seguro para el Hijo de Dios? ¿Por qué preferirías ver el cuerpo en vez de la verdad? ¿Cómo es posible que esa máquina de destrucción sea lo que prefieres y lo que eliges para reemplazar el santo hogar que te ofrece el Espíritu Santo, y donde Él morará contigo?

I. La canción olvidada

T-21.I.8 Más allá del cuerpo, del sol y de las estrellas, más allá de todo lo que ves, y, sin embargo, en cierta forma familiar para ti, hay un arco de luz dorada que al contemplarlo se extiende hasta volverse un círculo enorme y luminoso. El círculo se llena de luz ante tus ojos. Sus bordes desaparecen, y lo que había dentro deja de estar contenido. La luz se expande y envuelve todo, extendiéndose hasta el infinito y brillando eternamente sin interrupciones ni límites de ninguna clase. Dentro de ella todo está unido en una continuidad perfecta. Es imposible imaginar que pueda haber algo que no esté dentro de ella, pues no hay lugar del que esta luz esté ausente.

T-21.I.9 Ésta es la visión del Hijo de Dios, a quien conoces bien. He aquí lo que ve el que conoce a su Padre. He aquí el recuerdo de lo que eres: una parte de ello que contiene todo ello dentro de sí, y que está tan inequívocamente unida a todo como todo está unido en ti. Acepta la visión que te puede mostrar esto y no el cuerpo. Te sabes esa vieja canción, y te la sabes muy bien. Nada te será jamás tan querido como este himno inmemorial de amor que el Hijo de Dios todavía le canta a su Padre.

T-21.I.10 Y ahora los ciegos pueden ver, pues esa misma canción que entonan en honor de su creador los alaba a ellos también. La ceguera que inventaron no podrá resistir el vibrante recuerdo de esta canción. Y contemplarán la visión del Hijo de Dios, al recordar quién es aquel al que cantan. ¿Qué es un milagro, sino este recordar?, ¿Y hay alguien en quien no se encuentre esta memoria? La luz en uno despierta la luz en los demás. Y cuando la ves en tu hermano, la recuerdas por todos.

[L-pI.15] Mis pensamientos son imágenes que yo mismo he fabricado.

L-pI.15.2 Esta idea introductoria al proceso de fabricar imágenes que tú llamas ver, seguramente no tendrá mucho significado para ti al principio. Comenzarás a entenderla cuando hayas visto pequeños bordes de luz alrededor de los mismos objetos que ahora te resultan familiares. Ése es el comienzo de la verdadera visión. Puedes estar seguro de que ésta no tardará en llegar una vez que eso haya ocurrido.

L-pI.15.3 A medida que avancemos, tal vez experimentes muchos "episodios de luz". Éstos pueden manifestarse de muchas maneras distintas, algunas de ellas bastante inesperadas. No tengas miedo de ellos. Son la señal de que por fin estás abriendo los ojos. No seguirán ocurriendo, pues simbolizan meramente la percepción verdadera y no guardan relación alguna con el conocimiento. Estos ejercicios no han de revelarte el conocimiento, pero allanarán el camino que conduce a él.

[L-pI.158] Hoy aprendo a dar tal como recibo.

L-pI.158.7 La visión de Cristo está regida por una sola ley. No ve el cuerpo, ni lo confunde con el Hijo que Dios creó. Contempla una luz que se encuentra más allá del cuerpo; una idea que yace más allá de lo que puede ser palpado; una pureza que no se ve menguada por errores, por lamentables equivocaciones, o por los aterrantes pensamientos de culpabilidad nacidos de los sueños de pecado. No ve separación. Y contempla a todo el mundo, y todas las circunstancias, eventos o sucesos, sin que la luz que ve se atenúe en lo más mínimo.

L-pI.158.8 Esto se puede enseñar, y todo aquel que quiera alcanzarlo tiene que enseñarlo. Lo único que es necesario es el reconocimiento de que el mundo no puede dar nada cuyo valor pueda ni remotamente compararse con esto; ni fijar un objetivo que no desaparezca una vez que se haya percibido esto. Y esto es lo que vas a dar hoy: no ver a nadie como un cuerpo y saludar a todo el mundo como el Hijo de Dios que es, reconociendo que es uno contigo en santidad.

L-pI.158.9 Así es como sus pecados le son perdonados, pues la visión de Cristo tiene el poder de pasarlos a todos por alto. En Su perdón se desvanecen. Al ser imperceptibles para el Uno, simplemente desaparecen, pues la visión de la santidad que se halla más allá de ellos viene a ocupar su lugar. No importa en qué forma se manifestaban, cuán enormes parecían ser ni quién pareció sufrir sus consecuencias. Ya no están ahí. Y todos los efectos que parecían tener desaparecieron junto con ellos, al haber sido erradicados para ya nunca más volver.

L-pI.158.10 Así es como aprendes a dar tal como recibes. Y así es como la visión de Cristo te contempla a ti también. Esta lección no es difícil de aprender si recuerdas que en tu hermano te ves a ti mismo. Si él se encuentra inmerso en el pecado, tú también lo estás; si ves luz en él, es que te has perdonado a ti mismo tus pecados. Cada hermano con quien hoy te encuentres te brinda una nueva oportunidad para dejar que la visión de Cristo brille sobre ti y te ofrezca la paz de Dios.

L-pI.158.11 Cuándo ha de llegar esta revelación es irrelevante, pues no tiene nada que ver con el tiempo. No obstante, el tiempo aún nos tiene reservado un regalo, en el que el verdadero conocimiento se refleja de manera tan precisa que su imagen comparte su invisible santidad y su semejanza resplandece con su amor inmortal. Nuestra práctica de hoy consiste en ver todo con los ojos de Cristo. Y mediante los santos regalos que damos, la visión de Cristo nos contempla a nosotros también.

[L-pII.265] Lo único que veo es la mansedumbre de la creación.

L-pII.265.1 Ciertamente no he comprendido el mundo, ya que proyecté sobre él mis pecados y luego me vi siendo el objeto de su mirada: ¡Qué feroces parecían! ¡Y cuán equivocado estaba al pensar que aquello que temía se encontraba en el mundo en vez de en mi propia mente! Hoy veo el mundo en la mansedumbre celestial con la que refulge la creación. En él no hay miedo. No permitas que ninguno de mis aparentes pecados nuble la luz celestial que refulge sobre el mundo. Lo que en él se refleja se encuentra en la Mente de Dios. Las imágenes que veo son un reflejo de mis pensamientos. Pero mi mente es una con la de Dios. Por lo tanto, puedo percibir la mansedumbre de la creación.