EXPIACIÓN (aceptar) (2)

ACEPTAR LA EXPIACIÓN (2) – aceptar la irrealidad de la separación, el pecado y la culpa, la enfermedad y la muerte, al seguir el adiestramiento específico de perdonar nuestras relaciones especiales—como nos enseña el Espíritu Santo—que corrige nuestros errores; esta es nuestra única responsabilidad, nuestra función en la Expiación.

GLOSARIO-ÍNDICE / aceptar la Expiación


culpa
T-13.I.6; T-13.X.5-8; T-14.I.1
curación
T-19.I.9; M-6.1; M-22.1; M-23.2
ego
T-8.III.6
identidad
L.pI.139
invulnerabilidad
T-14.III.7-10
miedo
T-2.I.4
resurrección
M-28.1
salvación
L-pII.297; L-pII.318.2
separación
T-7.VIII.7; T-13.in.2; T-28.IV.1
tiempo
T-2.III.3
obrador de milagros
T-2.V.5; T-5.V.7; M-7.3; M-18.4
pecado
T-18.VII.1; L-pI.101.5; L-pII.337; M-14.3
perdón
T-14.I.1; T-19:IV-D.9-13; M-18.4
relación santa
T-22.VI.4-5; P-2.II.8; P-3.II.3

Estudios Adicionales:
Obrador de Milagros - Frases cortas - Aceptar la Expiación (I) 
Aceptar la Expiación (II) - Más frases

culpa
T-13.I.6; T-13.X.5-8; T-14.I.1

I. Inocencia e invulnerabilidad

T-13.I.6 Cuando hayas aceptado la Expiación, te darás cuenta de que no hay culpabilidad alguna en el Hijo de Dios. Y sólo cuando veas su inocencia podrás entender su unicidad. Pues la idea de la culpabilidad da lugar a la creencia de que algunas personas pueden condenar a otras, como resultado de lo cual, se proyecta separación en vez de unidad. Sólo te puedes condenar a ti mismo, y hacer eso te impide reconocer que eres el Hijo de Dios. Has negado la condición de su existencia, que es su perfecta irreprochabilidad. El Hijo de Dios fue creado del amor, y mora en el amor. La bondad y la misericordia le han acompañado siempre, pues él jamás ha dejado de extender el amor de su Padre.

X. Tu liberación de la culpabilidad

T-13.X.5 Resuélvete, por consiguiente, a dejar de ser como has sido. No te valgas de ninguna relación para aferrarte al pasado, sino que vuelve a nacer cada día con cada una de ellas. Un minuto, o incluso menos, será suficiente para que te liberes del pasado y le entregues tu mente a la Expiación en paz. Cuando les puedas dar la bienvenida a todos, tal como quisieras que tu Padre te la diese a ti, dejarás de ver culpabilidad en ti mismo. Pues habrás aceptado la Expiación, la cual seguía refulgiendo en tu interior mientras soñabas con la culpabilidad, si bien no la veías porque no buscabas dentro de ti.

T-13.X.6 Mientras de algún modo creas que está justificado considerar a otro culpable, independientemente de lo que haya hecho, no buscarás dentro de ti, donde siempre encontrarías la Expiación. A la culpabilidad no le llegará su fin mientras creas que está justificada. Tienes que aprender, por lo tanto, que la culpabilidad es siempre demente y que no tiene razón de ser. El propósito del Espíritu Santo no es desvanecer la realidad. Si la culpabilidad fuese real, la Expiación no existiría. El propósito de la Expiación es desvanecer las ilusiones, no considerarlas reales y luego perdonarlas.

T13.X.7 El Espíritu Santo no conserva ilusiones en tu mente a fin de atemorizarte, ni te las enseña con miedo para mostrarte de lo que te ha salvado. Eso de lo que te ha salvado ha desaparecido. No le otorgues realidad a la culpabilidad ni veas razón alguna que la justifique. El Espíritu Santo hace lo que Dios quiere que haga, y eso es lo que siempre ha hecho. Ha visto la separación, pero sólo conoce la unión. Enseña a sanar, pero sabe también lo que es la creación. El Espíritu Santo quiere que veas y enseñes tal como Él lo hace, y a través de Él. No obstante, lo que Él sabe tú lo desconoces aunque es tuyo.

T-13.X.8 Ahora se te concede poder sanar y enseñar, para dar lugar a lo que algún día será ahora, pero que de momento aún no lo es. El Hijo de Dios cree estar perdido en la culpabilidad, solo en un mundo tenebroso donde el dolor le acosa por todas partes desde el exterior. Cuando haya mirado en su interior y haya visto la radiante luz que allí se encuentra, recordará cuánto lo ama su Padre. Y le parecerá increíble que jamás hubiese podido pensar que su Padre no le amaba y que lo condenaba. En el momento en que te des cuenta de que la culpabilidad es una locura totalmente injustificada y sin ninguna razón de ser, no tendrás miedo de contemplar la Expiación y de aceptarla totalmente.

curación
T-19.I.9; M-6.1; M-22.1; M-23.2

I. La curación y la fe

T-19.I.9 Tener fe es sanar. Es la señal de que has aceptado la Expiación, y, por consiguiente, de que deseas compartirla. Mediante la fe, ofreces el regalo de liberación del pasado que recibiste. No te vales de nada que tu hermano haya hecho antes para condenarlo ahora. Eliges libremente pasar por alto sus errores, al mirar más allá de todas las barreras que hay entre tú y él y veros a los dos como uno solo. Y en esa unidad que contemplas, tu fe está plenamente justificada. La falta de fe nunca está justificada. La fe, en cambio, siempre lo está.

M-6 ¿TIENE SIEMPRE LUGAR LA CURACIÓN?

M-6.1 Si, la curación siempre tiene lugar. Es imposible dejar que las ilusiones se lleven ante la verdad y al mismo tiempo conservarlas. La verdad demuestra que las ilusiones no tienen ningún valor. El Maestro de Dios ha visto la corrección de sus propios errores en la mente del paciente, al reconocerla como lo que es. Al haber aceptado la Expiación para sí mismo, también la ha aceptado para el paciente. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando el paciente usa la enfermedad como una forma de vida, creyendo que la curación es el camino a la muerte? Cuando esto ocurre, una curación repentina podría ocasionar una aguda depresión y una sensación de pérdida tan profunda, que el paciente podría incluso tratar de destruirse a sí mismo. No teniendo nada por lo que vivir, podría incluso pedir la muerte. Por su propio bien, pues, la curación tiene que esperar.

M-22 ¿QUÉ RELACIÓN EXISTE ENTRE LA CURACIÓN Y EXPIACIÓN?

M22.1. La curación y la Expiación no están relacionadas: son lo mismo. No hay grados de dificultad en los milagros porque no hay grados de Expiación. Este es el único concepto total que es posible en este mundo porque es la fuente de una percepción completamente unificada. La idea de una Expiación parcial no tiene sentido, del mismo modo como es imposible que haya ciertas áreas en el Cielo reservadas para el infierno. Acepta la Expiación y te curaras. La Expiación es la Palabra de Dios. Acepta Su Palabra, y ya no quedara nada que pueda dar lugar a la enfermedad. Acepta Su Palabra y todo milagro se habrá realizado. Perdonar es curar. El Maestro de Dios ha decidido que aceptar la Expiación para sí mismo es su única función. ¿Que puede haber, entonces, que él no pueda curar? ¿Qué milagro se le podría negar?

M-23 ¿JUEGA JESÚS UN PAPEL ESPECIAL EN LA CURACIÓN?

M23.2 Hemos repetido en muchas ocasiones que alguien que haya aceptado perfectamente la Expiación para sí mismo puede sanar el mundo. En efecto, ya lo ha hecho. La tentación podrá volver a acosar a otros, pero nunca a Ese. Él se ha convertido en el Hijo de Dios resucitado. Ha vencido a la muerte al haber aceptado la Vida. Se ha reconocido a si mismo tal como Dios lo creó, y al hacerlo, ha reconocido que toda cosa viviente forma parte de él. Ahora su poder es ilimitado porque es el Poder de Dios. De esta manera, su nombre se ha convertido en el Nombre de Dios, pues ya no se considera a sí mismo separado de Él.

ego
T-8.III.6

III. El encuentro santo

T-8.III.6 Tú no puedes encontrar el Reino por tu cuenta, y tú, que eres el Reino, no puedes encontrarte a ti mismo por tu cuenta. Para lograr el objetivo del plan de estudios , por lo tanto, no debes escuchar al ego, cuyo propósito es derrotar su propio objetivo. El ego no sabe esto porque no sabe nada. Pero tú puedes aprenderlo, y lo aprenderás si estás dispuesto a examinar lo que el ego quiere hacer de ti. Ésta es tu responsabilidad porque una vez que hayas examinado esto aceptarás la Expiación para ti mismo. ¿Qué otra elección podrías llevar a cabo? Una vez que hayas elegido aceptar la Expiación para ti mismo entenderás por qué razón, cuando antes te encontrabas con otra persona, creías que era otra persona. Y cada encuentro santo en el que te entregues completamente te enseñará que eso no es así.

identidad
L.pI.139

[L-pI.139] ACEPTARÉ LA EXPIACIÓN PARA MÍSMO.

L-139.1 Con esto se acaban todas las decisiones. Pues con ésta lección llegamos a la decisión de aceptarnos a nosotros mismos tal como Dios nos creó. ¿Y qué es elegir sino tener incertidumbre con respecto a lo que somos? No hay duda que no esté arraigada en esto. No hay pregunta que no sea un reflejo de ello. No hay conflicto que no entrañe la simple pregunta: "¿Qué soy?"

L-139.2 Mas ¿quién podría hacer esta pregunta sino alguien que se ha negado a reconocerse a sí mismo? Sólo esta negativa a aceptarte a ti mismo es lo que hace que la pregunta parezca sincera. Lo único que cualquier cosa viviente puede saber con certeza es lo que ella es. Desde esta perspectiva de certeza, contempla otras cosas que tienen tanta certeza como ella misma.

L-139.3 Tener incertidumbre con respecto a lo que indudablemente eres es una forma de auto-engaño tan monumental, que es difícil concebir su magnitud. Estar vivo y no conocerte a ti mismo es creer que en realidad estás muerto. Pues, ¿qué es la vida sino ser lo que eres? Y ¿qué otra cosa sino tú podría estar viva en tu lugar? ¿Quién es el que duda? ¿De qué es de lo que duda? ¿A quién le pregunta? ¿Quién le puede responder?

L-139.4 Está simplemente declarando que él no es quien realmente es, y, por lo tanto, al creer ser otra cosa, se convierte en inquisidor de lo que esa otra cosa es. Sin embargo, no podría estar vivo si no supiese la respuesta. Si pregunta como si no supiese, ello es señal de que no quiere ser lo que es. Mas él ha aceptado lo que es puesto que vive; también ha juzgado contra ello y negado su valor; y ha decidido que desconoce la única certeza mediante la cual vive.

L-139.5 De esta manera, se vuelve inseguro con respecto a su vida, pues lo que ésta es, él mismo lo ha negado. Esta negación es lo que hace que tengas necesidad de la Expiación. Tu negación no cambió en nada lo que eres. Pero tú has dividido tu mente en dos partes: una que conoce la verdad y otra que no. Tú eres tú mismo. De esto no hay duda. Sin embargo, lo dudas. Mas no te preguntas qué parte de ti es la que puede realmente poner en duda lo que eres. Aquello que hace esa pregunta no puede realmente ser parte de ti. Pues le hace la pregunta a alguien que sabe la respuesta. Mas si fuese parte de ti, entonces la certeza sería imposible.

L-139.6 La Expiación pone fin a la extraña idea de que es posible dudar de ti mismo y no estar seguro de lo que realmente eres. Esto es el colmo de la locura. Sin embargo, es la pregunta universal del mundo. ¿Qué puede eso significar sino que el mundo está loco? ¿Por qué compartir su locura aceptando la desafortunada creencia de que lo que aquí es universal es verdad?

L-139.7 Nada de lo que el mundo cree es verdad. Pues el mundo es un lugar cuyo propósito es servir de hogar para que aquellos que dicen no conocerse a sí mismos puedan venir a cuestionar lo que son. Y seguirán viniendo hasta que se acepte la Expiación y aprendan que es imposible dudar de uno mismo, así como no ser consciente de lo que se es.

L-139.8 Lo único que se te puede pedir es tu aceptación, pues lo que eres es algo incuestionable. Lo que eres fue establecido para siempre en la santa Mente de Dios y en la tuya propia. Está tan lejos de cualquier duda o de que se cuestione que inquirir lo que debe ser es prueba suficiente de que crees en la contradicción de que no sabes aquello que es imposible que no sepas. ¿Es esto una pregunta, o bien una afirmación que se niega a sí misma? No sigamos tolerando que nuestras santas mentes se entretengan en semejantes insensateces.

L-139.9 Tenemos una misión aquí. No vinimos a reforzar la locura en la que una vez creímos. No nos olvidemos del objetivo que aceptamos. Vinimos a alcanzar mucho más que nuestra propia felicidad. Lo que aceptamos ser, proclama lo que todo el mundo no puede sino ser junto con nosotros. No les falles a tus hermanos, pues, de lo contrario, te estarás fallando a ti mismo. Contémplalos con amor, para que puedan saber que forman parte de ti y que tú formas parte de ellos.

L-139.10 Esto es lo que la Expiación enseña, y lo que demuestra que la unidad del Hijo de Dios no se ve afectada por su creencia de que no sabe lo que es. Acepta hoy la Expiación, no para cambiar la realidad, sino simplemente para aceptar la verdad de lo que eres, y luego sigue tu camino regocijándote en el infinito Amor de Dios. Esto es lo único que se nos pide hacer. Esto es lo único que haremos hoy.

L-139.11 Dedicaremos cinco minutos por la mañana y cinco por la noche a tener presente nuestro cometido de hoy. Comenzaremos con este repaso acerca de nuestra misión:

Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún soy tal como Dios me creó.

No hemos perdido el conocimiento que Dios nos dio cuando nos creó semejantes a Él. Podemos recordarlo por todos, pues en la creación todas las mentes son una. Y en nuestra memoria yace el recuerdo de lo mucho que en verdad amamos a nuestros hermanos, de lo mucho que cada mente es parte de nosotros, de cuán fieles nos han sido realmente y de cómo el Amor de nuestro Padre los incluye a todos.

L-139.12 Como muestra de gratitud por toda la creación, y en el Nombre de su Creador y de Su Unidad con todos los aspectos de la creación, reiteramos hoy nuestra dedicación a nuestra causa cada hora, dejando a un lado todos los pensamientos que nos pudiesen desviar de nuestro santo propósito. Durante varios minutos deja que tu mente quede libre de todas las disparatadas telarañas que el mundo quiere tejer en torno al santo Hijo de Dios. Y date cuenta de lo frágiles que son las cadenas que parecen mantener fuera de tu conciencia el conocimiento de ti mismo, según repites:

Aceptaré la Expiación para mí mismo, pues aún. soy tal como Dios me creó.


invulnerabilidad
T-14.III.7-10

T-14.III.7 Así es como se enseña esa simple lección: la ausencia de culpa es invulnerabilidad. Por lo tanto, pon de manifiesto tu invulnerabilidad ante todo el mundo. Enséñales que no importa lo que traten de hacerte, tu perfecta libertad de la creencia de que algo puede hacerte daño demuestra que ellos son inocentes. Ellos no pueden hacer nada que te haga daño, y al no dejarles pensar que pueden, les enseñas que la Expiación, que has aceptado para ti mismo, es también suya. No hay nada que perdonar. Nadie puede hacerle daño al Hijo de Dios. Su culpabilidad es totalmente infundada, y al no tener causa, no puede existir.

T-14.III.8 Dios es la única Causa, y la culpabilidad es algo ajeno a Él. No le enseñes a nadie que te ha hecho daño, pues si lo haces, te estarás enseñando a ti mismo que lo que es ajeno a Dios tiene poder sobre ti. Lo que no tiene causa no puede existir. No des testimonio de ello, ni fomentes el que ninguna mente lo crea. Recuerda siempre que la mente es una, y que la causa es una. No aprenderás a comunicarte con esta unicidad hasta que no aprendas a negar lo que no tiene causa y a aceptar como tuya la Causa que es Dios. El poder que Dios le ha dado a Su Hijo es de él, y no hay nada más que Su Hijo pueda ver o elija contemplar sin imponerse a sí mismo la pena de la culpabilidad, en lugar de la feliz enseñanza que gustosamente le ofrecería el Espíritu Santo.

T-14.III.9 Siempre que eliges tomar una decisión para ti solo estás pensando destructivamente y la decisión será errónea. Te hará daño por razón del concepto de decisión que te condujo a ella. No es verdad que puedas tomar decisiones por tu cuenta, o para ti solo. Ningún pensamiento del Hijo de Dios puede estar separado o tener efectos aislados. Cada decisión que se toma, se toma para toda la Filiación, es aplicable tanto a lo interno como a lo externo y afecta a una constelación mucho mayor que nada que jamás hayas podido concebir.

T-14.III.10 Los que aceptan la Expiación son invulnerables. Pero los que creen ser culpables reaccionarán ante la culpabilidad porque creerán que es la salvación, y no se negarán a verla ni a ponerse de su parte. Creen que incrementar la culpabilidad es la manera de auto-protegerse. No lograrán comprender el simple hecho de que lo que no desean no puede sino hacerles daño. Todo esto procede del hecho de que no creen que lo que desean sea bueno. Mas se les dio la voluntad porque es algo santo y porque les brindará todo lo que necesitan, lo cual les llegará tan naturalmente como la paz que no conoce límites. Nada que su voluntad no les provea tiene valor alguno. Pero como ellos no entienden su propia voluntad, el Espíritu Santo la comprende por ellos silenciosamente y les da lo que desean sin que se tengan que esforzar o afanar, y sin dejarlos con la imposible carga de tener que decidir por su cuenta qué es lo que desean o necesitan.

miedo
T-2.I.4

T-2.I.4 Todo miedo se reduce, en última instancia, a la básica percepción errónea de que tienes la capacidad de usurpar el poder de Dios. Por supuesto, no puedes hacer eso, ni jamás pudiste haberlo hecho. En esto se basa el que puedas escaparte del miedo. Te liberas cuando aceptas la Expiación, lo cual te permite darte cuenta de que en realidad tus errores nunca ocurrieron. Sólo después del sueño profundo que se abatió sobre Adán pudo éste experimentar pesadillas. Si de repente se enciende una luz cuando alguien está teniendo un sueño aterrador, puede que inicialmente interprete la luz como parte de su sueño y tenga miedo de ella. Sin embargo, cuando despierte, la percibirá correctamente como su liberación del sueño, al que dejará entonces de atribuir realidad. Esta liberación no se basa en ilusiones. El conocimiento que ilumina no sólo te libera, sino que también te muestra claramente que eres libre.

resurrección
M-28.1

M-28 ¿QUÉ ES LA RESURRECIÓN?

M28.1 La resurrección, dicho llanamente, es la superación de la muerte o el triunfo sobre ella. Es un re-despertar o renacimiento; un cambio de parecer con respecto al significado del mundo. Es la aceptación de la interpretación del Espíritu Santo con respecto al propósito del mundo; la aceptación de la Expiación en uno mismo. Es el fin de los sueños de aflicción y la jubilosa conciencia del sueño final del Espíritu Santo. Es el reconocimiento de los dones de Dios. Es el sueño en el que el cuerpo opera perfectamente al no tener otra función que la de ser un medio de comunicación. Es la lección con la que concluye el aprendizaje, pues con ella se consuma y se transciende. Es la invitación a que Dios de el paso final. Es el abandono de cualquier otro propósito, cualquier otro interés, cualquier otro deseo o cualquier otro empeño. Es el deseo único de estar con el Padre que tiene Su Hijo.

salvación
L-pII.297; L-pII.318.2

[L-pII.297] El perdón es el único regalo que doy.

L-pII.297.1 El perdón es el único regalo que doy, ya que es el único regalo que deseo. Y todo lo que doy, es a mí mismo a quien se lo doy. Ésta es la sencilla fórmula de la salvación. Y yo, que quiero salvarme, la adoptaré, para regir mi vida por ella en un mundo que tiene necesidad de salvación y que se salvará al aceptar yo la Expiación para mí mismo.

L-pII.297.2 Padre, ¡cuán certeros son Tus caminos; cuán seguro su desenlace final y cuán fielmente se ha trazado y logrado cada paso de mi salvación mediante Tu Gracia! Gracias a Ti por Tus eternos regalos, y gracias a Ti también por mi Identidad.

[L-pII.318] Yo soy el medio para la salvación, así como su fin.

L-pII.318.2 Que asuma hoy, Padre mío, el papel que me ofreces al pedirme que acepte la Expiación para mí mismo. Pues lo que de este modo se reconcilia en mí se reconcilia igualmente en Ti.
 
separación
T-7.VIII.7; T-13.in.2; T-28.IV.1

VIII. La Creencia increíble

T-7.VIII.7 Este curso no tiene otro propósito que enseñarte que el ego es algo increíble y que siempre lo será. Tú, que lo inventaste al creer lo increíble, no puedes emitir ese juicio por tu cuenta. Pero cuando aceptas la Expiación para ti mismo, decides en contra de la creencia de que puedes estar solo, desvaneciendo así la idea de la separación y afirmando tu verdadera identificación con todo el Reino como algo que literalmente forma parte de ti. Esta identificación está más allá de cualquier duda del mismo modo en que está más allá de cualquier creencia. Tu plenitud es ilimitada porque el estado de ser es infinito.

Introducción/El Mundo Inocente

T-13.in.2 La aceptación de la culpabilidad en la mente del Hijo de Dios fue el comienzo de la separación, de la misma manera en que la aceptación de la Expiación es su final. El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. Ni uno solo de ellos ha podido dejar de creer que Dios es cruel.

IV. La Unión Mayor

T-28.IV.1 Aceptar la Expiación para ti mismo significa no prestar apoyo a los sueños de enfermedad y muerte de nadie. Significa que no compartes con ningún individuo su deseo de estar separado ni dejas que vuelque sus ilusiones contra sí mismo. Tampoco deseas que éstas se vuelquen contra ti. De este modo, no tienen ningún efecto. Y te liberas de los sueños de dolor porque permites que él se libere de ellos. A menos que lo ayudes, sufrirás con él, ya que ése es tu deseo. Y te convertirás en un protagonista en su sueño de dolor, tal como él lo es en el tuyo. De este modo, los dos os convertís en ilusiones sin ninguna identidad. Tú puedes ser cualquier persona o cualquier cosa, según de quién sea el sueño de maldad que compartas. Pero de una cosa puedes estar seguro: que eres perverso, pues compartes sueños de miedo.

tiempo
T-2.III.3

T-2.III.3 El que todos acepten la Expiación es sólo cuestión de tiempo. Tal vez parezca que esto contradice su libre albedrío, dada la inevitabilidad de la decisión final, pero en realidad no es así. Puedes aplazar lo que tienes que hacer y eres capaz de enormes dilaciones, pero no puedes desvincularte completamente de tu creador, Quien fija los límites de tu capacidad para crear falsamente. Una voluntad aprisionada engendra una situación tal, que, llevada al extremo, se hace completamente intolerable. La resistencia al dolor puede ser grande, pero no es ilimitada. A la larga, todo el mundo empieza a reconocer, por muy vagamente que sea, que tiene que haber un camino mejor. A medida que este reconocimiento se arraiga más, acaba por convertirse en un punto decisivo en la vida de cada persona. Esto finalmente vuelve a despertar la visión espiritual y, al mismo tiempo, mitiga el apego a la visión física. Este alternar entre los dos niveles de percepción se experimenta normalmente como un conflicto que puede llegar a ser muy agudo. Aun así, el desenlace final es tan inevitable como Dios.

obrador de milagros
T-2.V.5; T-5.V.7; M-7.3; M-18.4

T-2.V.5 La única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo. Esto significa que reconoces que la mente es el único nivel creativo, y que la Expiación puede sanar sus errores. Una vez que hayas aceptado esto, tu mente podrá solamente sanar. Al negarle a tu mente cualquier potencial destructivo y restituir de nuevo sus poderes estrictamente constructivos, te colocas en una posición desde la que puedes eliminar la confusión de niveles en otros. El mensaje que entonces les comunicas es el hecho irrefutable de que sus mentes son igualmente constructivas y de que sus creaciones falsas no pueden hacerles daño. Al afirmar esto liberas a la mente de la tendencia a exagerar el valor de su propio recurso de aprendizaje, y la restituyes a su verdadero papel de estudiante.

T-2.V.7 El aprendizaje que verdaderamente corrige comienza siempre con el despertar del espíritu y con el rechazo de la fe en la visión física. Esto frecuentemente entraña temor, ya que tienes miedo de lo que tu visión espiritual te mostraría. Anteriormente dije que el Espíritu Santo no puede ver errores, y que sólo puede mirar más allá de ellos hacia la defensa de la Expiación. No cabe duda de que esto puede producir incomodidad, más la incomodidad no es el resultado final de la percepción. Cuando se le permite al Espíritu Santo contemplar la profanación del altar, Él mira de inmediato también hacia la Expiación. Nada que Él perciba puede producir miedo. Todo lo que resulta de la conciencia Espiritual simplemente se canaliza hacia la corrección. La incomodidad se manifiesta únicamente para traer a la conciencia la necesidad de corrección.

M-7 ¿DEBE REPETIRSE LA CURACION?

M7.3 En esto es en lo que el Maestro de Dios tiene que confiar. Esto es lo que realmente significa la afirmación de que la única responsabilidad del obrador de milagros es aceptar la Expiación para sí mismo. El Maestro de Dios es un obrador de milagros porque da los regalos que ha recibido. Pero primero tiene que aceptarlos. Eso es lo único que tiene que hacer, ya que no hay nada más que él pueda hacer. Al aceptar la curación puede darla. Si pone esto en duda, que recuerde Quien dio el regalo y Quien lo recibió. Así se aclara su duda. Pensó que Dios le podía quitar los regalos que le había dado. Eso fue un error, pero es un error que no vale la pena conservar. Y por lo tanto, lo único que el Maestro de Dios puede hacer es reconocerlo como tal y permitir que sea corregido.

M-18 ¿COMÓ SE LLEVA A CABO LA CORRECCION?

M-18.4 Para que el Maestro de Dios pueda curar, es esencial, pues, que permita que sus propios errores le sean corregidos. Si siente la más leve irritación al responder a otro, que se dé cuenta de inmediato de que ha hecho una interpretación falsa. Que se dirija entonces a su Eterno Guía interno y deje que sea El Quien juzgue cual debe ser su respuesta. De este modo, el Maestro de Dios se cura y en su curación su alumno se cura con él. La única responsabilidad del Maestro de Dios es aceptar la Expiación para sí mismo. La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de los errores. Cuando se haya alcanzado, el Maestro de Dios se habrá convertido, por definición, en un obrador de milagros. Sus pecados le habrán sido perdonados, y el ya no se condenara a si mismo. Cómo podría entonces condenar a otros? ¿Y habría alguien al que su perdón no pudiese curar?

pecado
T-18.VII.1; L-pI.101.5; L-pII.337; M-14.3

T-18.VII.1 Tienes todavía demasiada fe en el cuerpo como fuente de fortaleza. ¿Qué planes haces que de algún modo no sean para su comodidad, protección o disfrute? De acuerdo con tu interpretación, esto hace del cuerpo un fin y no un medio, lo cual siempre quiere decir que todavía te atrae el pecado. Nadie que aún acepte el pecado como su objetivo, puede aceptar la Expiación. Por lo tanto, todavía no has aceptado tu única responsabilidad. Aquellos que prefieren el dolor y la destrucción no le dan la bienvenida a la Expiación.

[L-pI.101] La voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.

L-101.5 Hoy necesitas las sesiones de práctica. Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitablemente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suceder, pues carece de causa. Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. El pecado no existe. Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.

[L-pII.337] Mi impecabilidad me protege de todo daño.

L-pII.337.1 Mi impecabilidad garantiza mi perfecta paz, mi eterna seguridad y mi amor, imperecedero; me mantiene eternamente a salvo de cualquier pensamiento de pérdida y me libera completamente del sufrimiento. Mi estado sólo puede ser uno de felicidad, pues eso es lo único que se me da. ¿Qué debo hacer para saber que todo esto me pertenece? Debo aceptar la Expiación para mí mismo, y nada más. Dios ha hecho ya todo lo que se tenía que hacer. Y lo que tengo que aprender es a no hacer nada por mi cuenta, pues sólo necesito aceptar mi Ser, mi impecabilidad, la cual se creó para mí y ya es mía, para sentir el Amor de Dios protegiéndome de todo daño, para entender que mi Padre ama a Su Hijo y para saber que soy el Hijo que mi Padre ama.

L-pII.337.2 Tú que me creaste en la impecabilidad no puedes estar equivocado con respecto a lo que soy. Era yo quien estaba equivocado al pensar que había pecado, pero ahora acepto la Expiación para mí mismo. Padre, mi sueño termina ahora. Amén.

M-14 ¿CÓMO ACABARÁ EL MUNDO?

M14.3 Ciertamente parece que esto se encuentra muy, pero que muy lejos en el futuro. "Cuando ya no quede ni un solo pensamiento de pecado" parece ser, en efecto, un objetivo a largo plazo. Pero el tiempo se detiene y sirve al objetivo de los maestros de Dios. En el instante en que cualquiera de ellos acepte la Expiación para si mismo, no quedara ni un solo pensamiento de pecado. Perdonar un solo pecado no es más fácil que perdonarlos todos. La ilusión de que hay grados de dificultad es un obstáculo que el Maestro de Dios tiene que aprender a pasar de largo y dejar atrás. Un pecado que un Maestro de Dios perdone completamente, puede consumar la salvación. ¿Puedes comprender esto? No; esto no tiene ningún sentido para los que están aquí. Sin embargo, es la lección final con la que se restaura la unidad. Esto va en contra de la manera de pensar del mundo, pero recuerda que el Cielo también va en contra.

perdón
T-14.I.1; T-19:IV-D.9-13; M-18.4

I. Las Condiciones del Aprendizaje

T-14.I.1 Si eres bendito y no lo sabes, necesitas aprender que ciertamente lo eres. El conocimiento no es algo que se pueda enseñar, pero sus condiciones se tienen que adquirir, pues eso fue lo que desechaste. Puedes aprender a bendecir; pero no puedes dar lo que no tienes. Por lo tanto, si ofreces una bendición, primero te tiene que haber llegado a ti. Y tienes también que haberla aceptado como tuya, pues, de lo contrario, ¿cómo podrías darla? Por eso es por lo que los milagros dan testimonio de que eres bendito. Si perdonas completamente es porque has abandonado la culpabilidad, al haber aceptado la Expiación y haberte dado cuenta de que eres inocente. ¿Cómo ibas a percatarte de lo que se ha hecho por ti, sin tú saberlo, a menos que hicieses lo que no podrías sino hacer si se hubiese hecho por ti?

IV. El Descorrimiento del Velo

T-19.IV.D.9 Nadie puede enfrentarse al temor a Dios sin experimentar terror, a menos que haya aceptado la Expiación y haya aprendido que las ilusiones no son reales. Nadie puede enfrentarse a este obstáculo solo, pues no habría podido llegar a este punto si su hermano no le hubiese acompañado. Y nadie se atrevería a enfrentarse a dicho temor sin haber perdonado a su hermano de todo corazón. Quédate ahí un rato, pero sin temblar. Ya estás listo. Unámonos en un instante santo, aquí, en este lugar al que el propósito que se te señaló en un instante santo te ha conducido. Y unámonos con la fe de que Aquel que nos condujo a todos juntos hasta aquí también te ofrecerá la inocencia que necesitas, y de que la aceptarás por mi amor y por el Suyo.

T-19.IV.D.10 No es posible tampoco enfrentarse a esto demasiado pronto. Éste es el lugar al que todo el mundo tiene que llegar cuando esté listo. Una vez que ha encontrado a su hermano está listo. Sin embargo, llegar simplemente hasta ahí no es suficiente. Pues una jornada desprovista de propósito sigue siendo algo absurdo, e incluso cuando ha concluido no parece haber tenido sentido. ¿Cómo podrías saber que ha finalizado a menos que te dieses cuenta de que su propósito se ha consumado? Ahí, con el final de la jornada ante ti, es cuando ves su propósito. Y es ahí donde eliges hacerle frente al obstáculo o seguir vagando sin rumbo, sólo para tener que regresar y elegir de nuevo.

T-19.IV.D.11 Hacerle frente al temor a Dios requiere cierta preparación. Sólo los cuerdos pueden mirar de frente a la absoluta demencia y a la locura delirante con piedad y compasión, pero sin miedo. Pues sólo les podría parecer temible si la comparten, y tú la compartes mientras no contemples a tu hermano con perfecta fe, con perfecto amor y con perfecta ternura. Mientras no lo perdones completamente, tú sigues sin ser perdonado. Tienes miedo de Dios porque tienes miedo de tu hermano. Temes a los que no perdonas. Y nadie alcanza el amor con el miedo a su lado.

T-19.IV.D.12 Este hermano que está a tu lado todavía te sigue pareciendo un extraño. No lo conoces, y la interpretación que haces de él es temible. Y lo sigues atacando, para mantener a salvo lo que tú crees ser. Sin embargo, en sus manos está tu salvación. Ves su locura, que detestas porque la compartes con él. Y toda la piedad y el perdón que la curaría dan paso al miedo. Hermano, necesitas perdonar a tu hermano, pues juntos compartiréis la locura o el Cielo. Y juntos alzaréis la mirada con fe o no la alzaréis en absoluto.

T-19.IV.D.13 A tu lado se encuentra uno que te ofrece el cáliz de la Expiación, pues el Espíritu Santo está en él. ¿Preferirías guardarle rencor por sus pecados o aceptar el regalo que te hace? ¿Es este portador de salvación tu amigo o tu enemigo? Decide cuál de esas dos cosas es, sin olvidar que lo que has de recibir de él dependerá de lo que elijas. Él tiene el poder de perdonar tus pecados, tal como tú tienes el de perdonar los suyos. Ninguno de vosotros puede conferirse ese poder a sí mismo. Vuestro salvador, no obstante, se encuentra al lado de cada uno de vosotros. Deja que él sea lo que es, y no trates de hacer del amor tu enemigo.

M-18 ¿COMÓ SE LLEVA A CABO LA CORRECCIÓN?

M-18.4 Para que el maestro de Dios pueda curar, es esencial, pues, que permita que sus propios errores le sean corregidos. Si siente la más leve irritación al responder a otro, que se dé cuenta de inmediato de que ha hecho una interpretación falsa. Que se dirija entonces a su Eterno Guía interno y deje que sea Él Quien juzgue cuál debe ser su respuesta. De este modo, el maestro de Dios se cura y en su curación su alumno se cura con él. La única responsabilidad del maestro de Dios es aceptar la Expiación para sí mismo. La Expiación es sencillamente la corrección o anulación de los errores. Cuando se haya alcanzado, el maestro de Dios se habrá convertido, por definición, en un obrador de milagros. Sus pecados le habrán sido perdonados, y él ya no se condenará a sí mismo. ¿Cómo podría entonces condenar a otros? ¿Y habría alguien al que su perdón no pudiese curar?

relación santa
T-22.VI.4-5; P-2.II.8; P-3.II.3

T-22.VI.4 Esta relación santa, hermosa en su inocencia, llena de fortaleza, y resplandeciendo con una luz mucho más brillante que la del sol que alumbra el firmamento que ves, es la que tu Padre ha elegido como uno de los medios para llevar a cabo Su plan. Siéntete agradecido de que no sirva en absoluto para llevar a cabo el tuyo. No usará indebidamente nada que se le confíe, ni dejará de usar nada que se le ofrezca. Esta santa relación tiene el poder de curar todo dolor, sea cual sea su forma. Ni tu hermano ni tú por separado podéis ser útiles en absoluto. Únicamente en vuestra voluntad conjunta radica la curación. Pues ahí es donde se encuentra vuestra curación y ahí es donde aceptaréis la Expiación. Y al sanar los dos, la Filiación queda sanada porque vuestras voluntades se han unido.

T-22.VI.5 Ante una relación santa no hay pecado. Ya no se percibe ninguna forma de error, y la razón, unida al amor, contempla calladamente cualquier confusión y observa simplemente: "Eso fue un error". Y luego, la misma Expiación que aceptaste en tu relación corrige el error y, allí donde éste estaba, deposita una parte del Cielo. ¡Cuán bendito eres tú que permites que este regalo se otorgue! Cada parte del Cielo que restituyes se te da a ti. Y cada lugar vacío del Cielo que vuelves a llenar con la Luz Eterna que traes contigo, resplandece sobre ti. Los medios de la impecabilidad no conocen el miedo porque únicamente son portadores de amor.

ANEXO
II. El lugar de la religión en la psicoterapia

P-2.II.8 ¿Qué tiene que hacer el maestro para asegurar el aprendizaje? ¿Qué tiene que hacer el terapeuta para conseguir la sanación? Sólo una cosa, el mismo requisito que la salvación pide de todos. Cada uno debe compartir una meta con alguien más, y al hacerla, perder todo sentido de intereses separados. Sólo cuando se hace esto es posible trascender los estrechos límites que el ego quiere imponerle al yo. Sólo al hacer esto maestro y alumno, terapeuta y paciente, tú y yo, podemos aceptar la Expiación y aprender a darla tal como se recibió.

III. El papel del psicoterapeuta

P-3.II.3. Mas aún de esto se puede valer el Espíritu Santo y, a la menor invitación, lo hara. El sanador no sanado puede ser arrogante, egoísta, indiferente e incluso deshonesto. Puede no estar interesado en la curación como su meta principal. Pero algo le sucedió, no importa cuán leve pudo haber sido —ni cuán equivocada la dirección que pudo haber elegido— cuando decidió ser un sanador. Ese “algo” es suficiente. Tarde o temprano ese algo despuntará y crecerá: un paciente tocará su corazón, y el terapeuta silenciosamente le pedirá ayuda. Ha encontrado un terapeuta para sí mismo. Le ha pedido al Espíritu Santo que entre en la relación y la sane. Ha aceptado la Expiación para sí mismo.