Principio 10

Cuando se obran milagros con vistas a hacer de ellos un espectáculo para atraer creyentes, es que no se ha comprendido su propósito.

Aquí, también, la palabra "milagro" se usa en el sentido popular de que la gente hace milagros. Creo que podemos traducir eso en términos de hacer cosas por otras personas para parecer que somos buenos, o también se puede entender como que hay personas que poseen lo que llamamos habilidades psíquicas y que en un sentido las ostentan. Eso le comunica al mundo que ellos son superiores a los demás, o que tienen cierto don que otros no tienen, o que son más santos, más sabios, mejores, etc. Todo lo que sucede, por consiguiente, es que usamos nuestras habilidades o dones para servir a los propósitos del ego más bien que a los del Espíritu Santo.

En el caso de una curación física visible, de un acto de genuino amor más bien que de una expresión del ego, ¿la forma en que éste se expresa no es un milagro sin embargo?

Correcto. El milagro es la unión en su mente. Puede decirse que la curación es el efecto del milagro, pero éste es algo que sólo ocurre en la mente, porque es ahí donde hay un problema. El milagro es la decisión de unirse con el Espíritu Santo y por consiguiente unirse con la otra persona. Lo que ocurre después de eso puede llamarse el efecto del milagro.

Esta es una distinción muy importante. De lo contrario, existe el peligro de poner demasiada atención a lo externo -los aparentes efectos del milagro. Y luego, cuando éstos no ocurren, sentimos que algo anda mal, y lo que es más importante aún, sentimos que nos hemos equivocado: somos unos fracasados. Esta es una verdadera trampa en la que pueden caer los sanadores del mundo.

Desarrollan relaciones especiales con aquellos a quienes tratan de sanar; se convierten en dependientes de éstos para tener un sentido de plusvalía. Esa es la razón, por ejemplo, de que se diga que los psiquiatras tienen una proporción de suicidios más alta que ningún otro grupo profesional. Si sus pacientes no mejoran, como ellos juzgan la "mejoría,"—y la gente tiene una manera de no hacer lo que quisiéramos que hiciera—entonces ellos han fracasado.


Después de algún tiempo, la carga de este "fracaso" se torna muy pesada y la única salida es el suicidio.

Principio 9

Los milagros son una especie de intercambio. Como toda expresión de amor, que en el auténtico sentido de la palabra es siempre milagrosa, dicho intercambio invierte las leyes físicas. Brindan más amor tanto al que da como al que recibe.

La interpretación del ego de lo que significa dar, es que cuando doy algo ya no lo tengo. Si le doy algo, usted tiene más y yo tengo menos. Dar, para el ego, es siempre cuantitativo. Ahora, esto es así bien sea que hablemos sobre cosas materiales, o sobre asuntos o pensamientos psicológicos. Uno de los aspectos clave de la proyección es que al adjudicarle mi culpa a usted yo me libero de ella, y usted la tiene. Siempre creemos que cuando nos liberamos de un pensamiento, alguien más lo tiene y nosotros no.

El milagro corrige eso y nos enseña que lo que damos es también lo que recibimos puesto que somos uno.

Como en realidad no doy nada que exista aquí, porque aquí no hay nada, todo reside en mi mente. Por lo tanto, el dar es realmente reforzar. Si le adjudico mi culpa al proyectarla sobre usted y atacarlo, lo que hago en realidad es reforzar mi propia culpa. Si le doy amor, entonces lo que hago es reforzar el hecho de que hay Una Presencia de Amor Que está dentro de mí, y esa Presencia, el Espíritu Santo,

Es la Única que en verdad da ese amor. Es por eso que lo que damos es lo que verdaderamente recibimos. Dar y recibir es lo mismo. Ese es uno de los principios clave que encontramos en este material. Varias lecciones del libro de ejercicios lo tienen como idea básica [e.g., Lecciones 108, 126] y ciertamente el texto lo discute una y otra vez.

Por lo tanto, los milagros se convierten en un intercambio. Le permito al Espíritu Santo que extienda Su amor a través de mí, lo cual refuerza no sólo quién es usted como hijo del amor, sino que también refuerza quién soy yo, y nos sana a ambos.


Esa idea es el reverso de cómo piensa el mundo o de cómo piensa el ego, y eso es lo que significa esa aseveración. Esta invierte las leyes físicas porque el mundo enseña, repito, que tenemos menos de aquello que damos, de modo que mientras más milagros elegimos, y mientras más nos permitimos ser instrumentos del milagro, más recibimos los beneficios del mismo. 

Mientras más amamos, sanamos y perdonamos, más amados, sanos y perdonados nos sentimos. La Oración de San Francisco es una hermosa expresión de ese principio.