Principio 46

El Espíritu Santo es el medio de comunicación más elevado. Los milagros no entrañan ese tipo de comunicación, debido a que son medios temporales de comunicación. Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios, por revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios.

Esto refleja la idea de que el Espíritu Santo se comunica con nosotros desde Dios. Él es ese puente o mediador entre el Cielo y el infierno, o la realidad y el sueño. Esto, repito, es una diferencia entre el milagro y la revelación.


"Cuando retornes a la forma original de comunicación con Dios por revelación directa, los milagros dejarán de ser necesarios." Cuando terminemos nuestra asignación, hayamos recorrido nuestro camino, y hayamos perdonado a todo el que haya que perdonar, ya no necesitaremos al Espíritu Santo como el eslabón que nos una con Dios porque ya no hay ninguna mente separada que necesite unirse con Dios. Entonces habremos recobrado la consciencia de perfecta unidad con El. La meta del milagro no es Dios sino el cambio de percepción que hace expedito el camino hacia Él. Esa es la función del Espíritu Santo. El milagro tiene sentido únicamente en el mundo separado.

Principio 45

Un milagro nunca se pierde. Puede afectar a mucha gente que ni siquiera conoces, y producir cambios inimaginables en situaciones de las que ni siquiera eres consciente.

Esto es similar al Principio 35. Piensen en el modelo del holograma donde todos estamos unidos, y todas las dimensiones de tiempo y espacio están presentes en una parte. No hay manera de que jamás podamos juzgar el poder de lo que significa desprendernos de nuestros agravios o de soltar nuestras creencias en la separación. "Cuando me curo no soy el único que se cura" L-pI.137, como hemos visto ya. Esto puede tener efectos, no sólo en las personas físicamente aquí, sino en las personas que ya han muerto. El tiempo no es lineal, y estamos unidos en una mente como en el holograma, sin considerar la particular dimensión de tiempo y espacio en la que creemos estar nosotros o los demás.

Repito, lo único que Un Curso En Milagros nos pide es que aceptemos la Expiación para nosotros mismos, lo que significa que pongamos de nuestra parte para que nuestra mente se cure de estos pensamientos. La extensión de ese milagro—Expiación o perdón—no es de nuestra incumbencia, porque nosotros no tenemos idea de lo que es verdaderamente útil. Nuestra única responsabilidad—aceptar la Expiación para nosotros mismos—es escoger el perdón o el milagro.

¿Qué hay con la oración intercesora? ¿Cómo se ajusta a esto?


No se ajusta, por lo menos en la manera corriente de pensar en ella. Primero, a Dios no hay que decirle lo que tiene que hacer; es sencillamente una locura pensar así. Segundo, y aún más importante, como dije antes, una vez que oramos por los demás, estamos diciendo que hay un problema allá afuera, y caemos de nuevo en la trampa del ego. No rezamos por los demás, lo hacemos por nosotros mismos—que nuestras mentes, que creían que había una forma de oscuridad afuera, se sanen. 

Las primeras secciones del Canto de la oración plantean esto muy claramente. En verdad oramos por ayuda para salirnos de en medio, de modo que el Espíritu Santo pueda extenderse a otras mentes a través de nosotros.