Principio 4

Todos los milagros significan vida, y Dios es el Dador de la vida. Su Voz te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber.

Esta es otra manera de decir que los milagros proceden del amor. Reflejan el amor del Cielo, y obviamente también reflejan la vida del Cielo, la cual no tiene nada que ver con lo que llamamos vida, que es la vida del cuerpo, o la vida de la personalidad, todo lo cual es realmente una parte del cuerpo. La verdadera vida proviene de Dios, y esa es la vida del espíritu el cual es inmortal y eterno. El milagro es lo que nos conduce de regreso a Dios.

"Su Voz", que es una de las definiciones que el Curso da del Espíritu Santo, "te guiará muy concretamente. Se te dirá todo lo que necesites saber." Una de las preguntas más comunes que hace la gente es: Si el Curso afirma que se te dirá muy específicamente, ¿por qué yo no oigo respuestas específicas?" Estoy seguro de que todo el mundo se hace esa pregunta y tiene ese problema. Uno de los obstáculos para escuchar las cosas que el Espíritu Santo nos diría es que exigimos oírlas. Muchas veces las preguntas que le hacemos al Espíritu Santo no son realmente preguntas; son afirmaciones.

Fabricamos un problema y luego exigimos que Él nos dé la respuesta, lo cual es, por supuesto, otra expresión de la arrogancia del ego al creerse que sabe cuáles son los problemas, y también cuáles son las respuestas. Pero muy a menudo cuando le pedimos ayuda a Dios u oramos pidiendo ayuda, lo que hacemos es plantear el problema como lo vemos nosotros y luego Le pedimos que nos lo resuelva y, por supuesto, cuando no lo resuelve, creemos tener un caso cerrado en contra de Él: "Dices que vas a contestarme muy concretamente, y aquí estoy. Soy tan honrado y tan serio y devoto y fiel y no oigo nada." Lo que hemos hecho, en realidad, sin percatarnos de ello, es cerrar la puerta. No es que el Espíritu Santo no nos hable, es que no podemos escucharlo.

¿Es así porque en nuestras mentes queremos
que nos contesten la oración a nuestro modo?

Cierto. En un lugar, el Curso habla de que al ego le da una rabieta y grita: "¡Quiero que las cosas sean así!". T-18.II.4:1. Lo hacemos de niños, pero también lo hacemos de adultos. "Así es cómo lo quiero." Recuerdo que a veces Helen solía reclamarle a Jesús y le decía: "¡Esto no es negociable!" Nunca funcionó bien para ella. No lo intenten. Además, recuerden que cuando el Curso dice que el Espíritu Santo nos dirá todo lo que necesitemos saber, es porque Él conoce mejor que nosotros lo que necesitamos saber.

¿No es eso cierto también en el sentido de que consciente o subconscientemente no sólo esperamos cierta clase de respuesta, sino que también definimos el problema?

Sí, eso es lo que quiero decir. Fabricamos un problema y luego exigimos una respuesta al mismo. El problema consiste en que estamos diciendo: "Este es mi problema," en vez de admitir básicamente, "No estoy en paz, por favor ayúdame a estar en paz." La verdadera causa de no estar en paz es que abrigamos algo en contra de alguien. Hay una ausencia básica de perdón en nosotros, así que la solución ha de venir siempre en la forma de algún aspecto del perdón, de alguna unión con alguien. No importa si es en un nivel de conducta o de pensamiento. Recuerden de nuevo, la clave es reconocer que cada problema que creemos tener en el mundo nos indica una falta de perdón.

Una de mis líneas favoritas en el Curso, porque parece no tener absolutamente ningún sentido, es la que dice: "Es cierto que no parece que todo pesar no sea más que una falta de perdón" L-pl.193.4:1. Traducido, quiere decir que es cierto que todas las angustias o problemas no aparentan ser lo que realmente son. Creemos que la angustia proviene de todos los diversos tipos de problemas que creemos tener, pero lo que realmente sucede es que el ego ha lanzado una cortina de humo para que no nos percatemos de que cada angustia que experimentamos procede de la ausencia de perdón o de la creencia de que estamos separados. Podemos entender que la solución a cualquier angustia y a cualquier problema en nuestro mundo—bien sea nuestro mundo personal o el mundo en general—sería unirnos y curarnos a través del perdón.

¿Podría decir algo sobre el Espíritu Santo y la confianza: aquello de que sólo nos sentamos y nos aquietamos?


Sí, y luego estar alerta y vigilar los pensamientos que no son tranquilos. Una de las partes cruciales de este proceso es que todo lo que tenemos que hacer es quitarnos de en medio. No tenemos que hacer nada. La introducción del texto dice:
"Este Curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar. 
Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor..." Eso es lo que hace el milagro; simplemente elimina el obstáculo que nos impide tener consciencia de que somos hijos de Dios. Todo lo que decimos en relación con el milagro es que éste deshace o corrige lo que el ego ha hecho. El milagro no hace nada; sino que deshace. Mientras más serenos estemos, lo cual significa realmente desprendernos de nuestro ego, en esa misma medida podremos escuchar muy claro todo lo que necesitemos saber.

Principio 3

Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor. El verdadero milagro es el amor que los inspira. En este sentido todo lo que procede del amor es un milagro.

Más adelante en el Principio 32, Jesús dice que él es el único que inspira los milagros. Quiero mencionar algo sobre el papel de Jesús y el del Espíritu Santo, porque en estos principios se van a usar recíprocamente, y yo los voy a usar recíprocamente. Desde el punto de vista de la función, el Espíritu Santo y Jesús son sinónimos. Ambos realizan la función de ser el Maestro interno o la Voz interior que nos conducirá a casa. Esto tiene sentido cuando consideramos que Jesús es el que ha trascendido totalmente su ego, lo cual significa que la única voz que tiene en su interior es la del Espíritu Santo.

Un Curso En Milagros enseña que tenemos, en nuestro interior, dos voces que nos hablan constantemente: la voz del ego y la Voz del Espíritu Santo. Como ya Jesús no tiene ego, la única voz dentro de él es la Voz del Espíritu Santo. Es por eso que más adelante en el Curso nos dice que él es la manifestación del Espíritu Santo. C-6.1:1. El no es el Espíritu Santo sino la manifestación de Este. También aclara en muchas alusiones en el texto cómo él escuchó al Espíritu Santo. T-5.II.9-10; T-5.IV.4:1.

El Espíritu Santo había sido su Maestro, ahora él nos ayudará a aprender las mismas lecciones que él aprendió. Por lo tanto, desde el punto de vista de la función, podemos usar al Espíritu Santo y a Jesús en forma intercambiable. Ambos sirven como la Voz interior, el Maestro interno que corrige los errores de la enseñanza del ego. Entonces, el milagro procede de él. Decir que Jesús es la manifestación del Espíritu Santo es decir también que él es la manifestación del Amor de Dios.

En un sentido más amplio, el verdadero milagro es el amor que lo inspira, lo cual quiere decir que el milagro real, entonces, es Dios o el Espíritu Santo y Jesús Quienes hablan por Dios en nuestras propias mentes. Esto también aclara, como lo hacen estos principios repetidamente, que el milagro no proviene de nosotros. No somos nosotros los que podemos cambiar nuestra percepción egocéntrica por el milagro; ese es el papel del Espíritu Santo. Todo lo que podemos hacer es escoger el milagro en lugar del ego. Es a esto que se refiere el Curso cuando habla de "la pequeña dosis de buena voluntad". T-18.IV.

Esto es lo único que el Curso espera de nosotros: la pequeña dosis de buena voluntad que nos permita empezar a cuestionar nuestro juicio acerca del mundo, y de lo que vemos en éste. Nos pide que por lo menos seamos capaces de cuestionar lo que hemos hecho realidad en términos de nuestras percepciones de los demás y de nosotros mismos. Repito, dice "una pequeña dosis de buena voluntad"; no pide mucho. También nos enseña que si tuviéramos una gran voluntad, entonces no necesitaríamos al Espíritu Santo, al instante santo o al Curso. T-18.IV.2,4,5.

P: ¿Sería eso una expresión de amor?

Elegir escuchar la voz de Jesús en lugar de la del ego lo sería. Podría decirse que esa sería una expresión de amor o una decisión por el amor. La idea realmente es que tratemos de no obsesionarnos con las palabras específicas, porque entonces enloqueceríamos. Esto no es el Talmud. No se supone que esto se disecte y se analice línea por línea en ese sentido. La idea es utilizar las palabras como una manera de llegar a lo que es la experiencia, que es la experiencia de Dios. Recuerden, es muy fácil caer en la trampa de las palabras.

El manual dice que "las palabras son símbolos de símbolos. Están doblemente alejadas de la realidad". M-21.1:9-10. Un Curso En Milagros habla de Dios en términos simbólicos al llamarlo "Padre" y a menudo referirse a Él como poseedor de atributos tales como preocuparse, ser afectuoso, sentirse solo, etc. Una sección titulada Más allá de todo símbolo T-27.III, subraya la idea de que la verdad y Dios están más allá de todos los símbolos y conceptos que utilizamos aquí. Sin embargo, dentro de este mundo, el Espíritu Santo tiene necesidad de símbolos para finalmente conducirnos más allá de todos ellos.

Mentalidad correcta y mentalidad equivocada son los símbolos que utilizan el Espíritu Santo y el ego de manera que en este contexto la palabra "milagro" se utiliza en un sentido más general. En otra parte, en el Principio 24 afirma: "Tú mismo eres un milagro."

Pero el criterio de siempre preguntar, "¿Para qué es esto?" ¿es esa una de las claves?

Sí, esa es la clave. De acuerdo con la alusión que hice antes, el Curso indica que lo único que debemos preguntar sobre cualquier cosa en el mundo es: "¿Qué es lo que quiero que resulte de esta situación? ¿Qué propósito tiene?". T-17.VI.2:1-2. Y sólo hay dos propósitos del mismo modo que sólo hay dos contenidos. Uno es el propósito del ego, reforzar la separación; el otro es el propósito del Espíritu Santo, sanar la separación. Es por eso que el Curso repetidamente nos exhorta, como lo ha hecho el evangelio, a no juzgar.

El ego es el que juzga; y cuando juzgamos lo hacemos apoyándonos en la forma. Uno de los principales ingredientes en el sistema del ego es el juicio, porque una vez juzgamos una forma como buena o no buena, enferma o sana, santa o no santa, la estamos haciendo real. Estamos afirmando que existen niveles en este mundo; niveles de santidad; hay algunas formas que son más santas o mejores que otras.

Si se quiere señalar una de las mayores equivocaciones que han cometido las religiones organizadas, ésta radica en la preocupación por la forma, al decir que la forma es importante. Una vez se dice que la forma es importante, se afirma, entonces, que el cuerpo es real. Se está diciendo que hay una jerarquía de ilusiones: ciertos comportamientos, ciertos cuerpos, ciertas formas son más santas que otras.

Lo que nos libera de esa tentación, repito, es preguntarnos, "¿Para qué es esto?" Es el propósito el que es santo, no la forma. Y lo que santifica al propósito es que éste procede del Espíritu Santo, lo cual significa que el propósito es sanar y unir.

Lo que convierte algo en profano no es el objeto en sí, no es la forma, no es lo que parece ser, no es la conducta, sino el propósito que sirve: es decir, reforzar el ataque y la separación. El milagro corrige esa percepción equivocada; esto se aclarará a medida que discutamos los otros principios.