Aforismos

Oraciones del Texto -en orden cronológico-

Introducción
Este curso no pretende enseñar el significado del amor, pues eso está más allá de lo que se puede enseñar. Pretende, no obstante, despejar los obstáculos que impiden experimentar la presencia del amor, el cual es tu herencia natural. Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos.

Este curso puede, por lo tanto, resumirse muy simplemente de la siguiente manera:

Nada real puede ser amenazado.
Nada irreal existe.
En esto radica la paz de Dios


T-1.III.5. El error no puede amenazar realmente a la verdad, la cual siempre puede resistirlo. En realidad, sólo el error es vulnerable. Eres libre de establecer tu reino donde mejor te parezca, pero no puedes sino elegir acertadamente si recuerdas esto:

El Espíritu está eternamente en estado de gracia. Tu realidad es únicamente Espíritu. Por lo tanto, estás eternamente en estado de gracia.

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T-1.VI.4. El verdadero propósito de este mundo es usarlo para corregir tu incredulidad. Nunca podrás controlar por ti mismo los efectos del miedo porque el miedo es tu propia invención, y no puedes sino creer en lo que has inventado. En actitud, pues, aunque no en contenido, eres como tu creador, Quien tiene perfecta fe en Sus creaciones porque Él las creó. Creer en algo produce la aceptación de su existencia. Por eso puedes creer lo que nadie más piensa que es verdad. Para ti es verdad porque tú lo fabricaste. Todos los aspectos del miedo son falsos porque no existen en el nivel creativo y, por lo tanto, no existen en absoluto. En la medida en que estés dispuesto a someter tus creencias a esta prueba, en esa misma medida quedarán corregidas tus percepciones. En el proceso de separar lo falso de lo verdadero, el milagro procede de acuerdo con lo siguiente:

El amor perfecto expulsa el miedo. Si hay miedo, es que no hay amor perfecto. Mas: Sólo el amor perfecto existe. Si hay miedo, éste produce un estado que no existe. Cree esto y serás libre. Sólo Dios puede establecer esta solución, y esta fe es Su don.

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T-2.V.18. (8) Puedes hacer mucho en favor de tu propia curación y la de los demás si en situaciones en las que se requiere tu ayuda piensas de la siguiente manera: 

Estoy aquí únicamente para ser útil. Estoy aquí en representación de Aquel que me envió. No tengo que preocuparme por lo que debo decir ni por lo que debo hacer, pues Aquel que me envió me guiará. Me siento satisfecho de estar dondequiera que Él desee, porque sé que Él estará allí conmigo. Sanaré a medida que le permita enseñarme a sanar.

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T-2.VI.7. El primer paso correctivo para deshacer el error es darse cuenta, antes que nada, de que todo conflicto es siempre una expresión de miedo. Dite a ti mismo que de alguna manera tienes que haber decidido no amar, ya que de otro modo el miedo no habría podido hacer presa en ti. A partir de ahí, todo el proceso correctivo se reduce a una serie de pasos pragmáticos dentro del proceso más amplio de aceptar que la Expiación es el remedio. Estos pasos pueden resumirse de la siguiente forma:

Reconoce en primer lugar que lo que estás experimentando es miedo. El miedo procede de una falta de amor. El único remedio para la falta de amor es el amor perfecto. El amor perfecto es la Expiación. 

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T-4.I.13. Yo seré un substituto de tu ego si así lo deseas, pero nunca de tu Espíritu. Un padre puede dejar su hijo al cuidado de un hermano mayor que haya demostrado ser responsable, pero esto no entraña confusión alguna acerca de quién es el padre. El hermano puede proteger el cuerpo y el ego del niño, pero eso no lo lleva a creer que él sea el padre. Me puedes confiar tu cuerpo y tu ego debido únicamente a que eso te permite desentenderte de ellos y me deja mostrarte que no son importantes. Yo no podría entender lo importantes que son para ti si yo mismo no hubiese estado tentado de creer en ellos. Aprendamos juntos esta lección para que juntos podamos liberarnos de tu cuerpo y de tu ego. Necesito maestros dedicados que compartan mi objetivo de sanar a la mente. El Espíritu no tiene ninguna necesidad de que ni tú ni yo lo protejamos. 

Recuerda lo siguiente:

En este mundo no hay por qué tener tribulaciones porque yo he vencido al mundo. 
"Por eso es por lo que debes estar animado.

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T-5.in.3. Todo pensamiento benévolo que cualquiera de tus hermanos abrigue en cualquier parte del mundo te bendice. Deberías querer bendecirles a tu vez, como muestra de agradecimiento. No tienes que conocerlos personalmente ni ellos a ti. La luz es tan potente que irradia a través de toda la Filiación, la cual da gracias al Padre por irradiar Su dicha sobre ella. Únicamente los santos Hijos de Dios son canales dignos de Su hermosa dicha porque sólo ellos son lo suficientemente hermosos como para conservarla compartiéndola. Es imposible que un Hijo de Dios pueda amar a su prójimo de manera diferente de como se ama a sí mismo. De ahí que la plegaria del sanador sea: 

Permíteme conocer a este hermano como me conozco a mí mismo.

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T-5.VII.6. Tomar esta decisión no puede ser algo difícil. Esto es obvio, si te percatas de que si no te sientes completamente dichoso es porque tú mismo así lo has decidido. Por lo tanto, el primer paso en el proceso de des-hacimiento es reconocer que decidiste equivocadamente a sabiendas, pero que con igual empeño puedes decidir de otra manera. Sé muy firme contigo mismo con respecto a esto, y mantente plenamente consciente de que el proceso de des-hacimiento, que no procede de ti, se encuentra no obstante en ti porque Dios lo puso ahí. Tu papel consiste simplemente en hacer que tu pensamiento retorne al punto en que se cometió el error, y en entregárselo allí a la Expiación en paz. Repite para tus adentros lo que sigue a continuación tan sinceramente como puedas, recordando que el Espíritu Santo responderá de lleno a tu más leve invitación:

Debo haber decidido equivocadamente porque no estoy en paz. Yo mismo tomé esa decisión, por lo tanto, puedo tomar otra. Quiero tomar otra decisión porque deseo estar en paz. No me siento culpable porque el Espíritu Santo, si se lo permito anulará todas las consecuencias de mi decisión equivocada. Elijo permitírselo, al dejar que Él decida en favor de Dios por mí.

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T-6.I.13. El mensaje de la crucifixión es inequívoco:

Enseña solamente amor, pues eso es lo que eres.

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T-6.V.A.6. El Espíritu Santo comunica únicamente lo que cada uno puede darle a todos. Nunca te quita nada que te haya dado, pues Su deseo es que te quedes con ello. Sus enseñanzas, por lo tanto, comienzan con esta lección:

Para poder tener, da todo a todos.

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T-6.V.B.7. No se te pide que tomes decisiones descabelladas aunque tal vez pienses que eso es lo que se te está pidiendo. Sin embargo; creer que es a ti a quien le corresponde decidir lo que son las creaciones de Dios no puede sino ser una locura. El Espíritu Santo percibe el conflicto exactamente como es. Por consiguiente, Su segunda lección reza así:

Para tener paz, enseña paz para así aprender lo que es.

T-6.V.C.2. El Espíritu Santo no te enseña a juzgar a otros porque no quiere que enseñes nada que sea erróneo, y que, de este modo, tú mismo lo aprendas. No sería consistente si te permitiera reforzar lo que debes aprender a evitar. En la mente del pensador, por lo tanto, el Espíritu Santo es enjuiciador, pero sólo a fin de unificar la mente de modo que pueda percibir sin emitir juicios. Esto le permite a la mente enseñar sin emitir juicios y, por consiguiente, aprender a estar libre de ellos. Esta rectificación es necesaria sólo en tu mente, a fin de que dejes de proyectar en lugar de extender. Dios Mismo ha establecido lo que puedes extender con perfecta seguridad. Por lo tanto, la tercera lección del Espíritu Santo reza así:

Mantente alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino.

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T-9.I.14. Recuerda, pues, que la voluntad de Dios es posible ya, y que nada más lo será nunca. En esto reside la simple aceptación de la realidad porque sólo eso es real. No puedes distorsionar la realidad y al mismo tiempo saber lo que es. Y si la distorsionas experimentarás ansiedad, depresión y finalmente pánico, pues estarás tratando de convertirte a ti mismo en algo irreal. Cuando sientas esas cosas, no trates de buscar la verdad fuera de ti mismo, pues la verdad sólo puede encontrarse dentro de ti. Di, por lo tanto:

Cristo está, en mí, y donde Él está Dios tiene
que estar, pues Cristo es parte de Él.

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T-9.II.12. Así pues, sólo puedes pedirle algo al Espíritu Santo dándole algo, y sólo puedes darle algo allí donde lo reconoces. Si reconoces al Espíritu Santo en todos, imagínate cuánto le estarás pidiendo y cuánto habrás de recibir. Él no te negará nada porque tú no le habrás negado nada a Él, y de este modo podrás compartirlo todo. Ésta es la manera, y la única manera, de disponer de Su respuesta porque Su respuesta es lo único que puedes pedir y lo único que puedes desear. Dile, pues, a todo el mundo:

Puesto que mi voluntad es conocerme a mí
mismo, te veo a ti como el Hijo de Dios y como
mi hermano.

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T-9.V.9. Este curso ofrece un marco de enseñanza muy claro y muy simple, y te provee de un Guía que te dice lo que debes hacer. Si le obedeces, verás que lo que El te dice es lo que da resultado. Los resultados que se derivan de seguir Su dirección son más convincentes que Sus palabras. Te demostrarán que las palabras son ciertas. Siguiendo al Guía adecuado, aprenderás la más simple de todas las lecciones:

Por sus frutos los conoceréis, y ellos se
conocerán así mismos.

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T-9.VII.8. Siempre que pongas en duda tu valor, di:

Dios Mismo está incompleto sin mí.

Recuerda esto cuando el ego te hable, y no le oirás. La verdad acerca de ti es tan sublime que nada que sea indigno de Dios puede ser digno de ti. Decide, pues, lo que deseas desde este punto de vista, y no aceptes nada que no sea digno de ser ofrecido a Dios. No deseas nada más. Devuélvele tu parte, y Él te dará la totalidad de Sí Mismo a cambio de la devolución de lo que es Suyo y de lo que le restaura Su plenitud.

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T-11.V.3. Comencemos esta lección acerca de la "dinámica del ego" dándonos cuenta de que la expresión en sí no significa nada. Dicha expresión encierra una contradicción intrínseca que la priva de todo sentido. "Dinámica" implica el poder para hacer algo, y toda la falacia de la separación radica en la creencia de que el ego tiene el poder de hacer algo. Tienes miedo del ego porque crees eso. No obstante, la verdad es muy simple:

Todo poder es de Dios. Lo que no procede de Él no tiene el poder de hacer nada.

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T-11.VIII.4. Solamente tú puedes privarte a ti mismo de la verdad. Dios, no obstante, no te negará la Respuesta que Él dio. Pide, pues, lo que es tuyo, lo cual no es obra tuya, y no te defiendas contra la verdad. Tú ocasionaste el problema que Dios ha resuelto. Por lo tanto, hazte únicamente esta simple pregunta:

¿ Deseo el problema o la solución?

Decídete por la solución y la tendrás, pues la verás como es y, que ya dispones de ella.

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T-13.VII.14. Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil que no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres, y di:

El Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues, ¿a qué otro sitio querría ir?
¿Qué otra necesidad tengo, salvo la de despertar en Él?

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T-13.X.11. No puedes entablar ninguna relación real con ninguno de los Hijos de Dios a menos que los ames a todos, y que los ames por igual. El amor no hace excepciones. Si otorgas tu amor a una sola parte de la Filiación exclusivamente, estarás sembrando culpabilidad en todas tus relaciones y haciendo que sean irreales. Sólo puedes amar tal como Dios ama. No intentes amar de forma diferente de como Él lo hace, pues no hay amor aparte del Suyo. Hasta que no reconozcas que esto es verdad, no tendrás idea de lo que es el amor. Nadie que condena a un hermano puede considerarse inocente o que mora en la paz de Dios. Si es inocente y está en paz, pero no lo ve, se está engañando, y ello significa que no se ha contemplado a sí mismo. A él le digo:

Contempla al Hijo de Dios, observa su pureza y permanece muy quedo.
Contempla serenamente su santidad, y dale gracias a su Padre por el hecho
de que la culpabilidad jamás haya dejado huella alguna en él.

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T-14.II.3. El Espíritu Santo ve esto y enseña simplemente que nada de ello es verdad. A esos infelices alumnos que quieren enseñarse a sí mismos lo que no es nada y que se engañan creyendo que es algo, el Espíritu Santo les dice con perfecta serenidad:
La verdad es verdad. Es lo único que importa, lo único que es real y lo único que existe. Permíteme hacer por ti la única distinción que tú no puedes hacer, pero que necesitas aprender. La fe que tienes en lo que no es nada te está engañando. Deposítala en mí, y yo, a mi vez, la depositaré delicadamente en el santo lugar donde le corresponde estar. Allí no encontrarás engaño, sino únicamente la simple verdad. Y la amarás porque la comprenderás.
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T-14.III.3. No puedes establecer ningún acuerdo con la culpabilidad, y al mismo tiempo escaparte del dolor que sólo la inocencia mitiga. Vivir aquí significa aprender, de la misma manera en que crear es estar en el Cielo. Cada vez que el dolor de la culpabilidad parezca atraerte, recuerda que si sucumbes a él estarás eligiendo en contra de tu felicidad, y no podrás aprender a ser feliz. Con dulzura, por lo tanto, aunque con la convicción que nace del amor del Padre y de Su Hijo, repite para tus adentros lo siguiente:

Pondré de manifiesto lo que experimente.
Si Soy inocente no tengo nada que temer.
Elijo dar testimonio de mi aceptación de la Expiación, no de su rechazo.
Quiero aceptar mi inocencia poniéndola de manifiesto y compartiéndola.
Quiero llevarle paz al Hijo de Dios de parte de su Padre.

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T-14.III.19. Siempre que tengas dudas acerca de lo que debes hacer, piensa en Su Presencia y repite para tus adentros esto y sólo esto:

Él me guía y conoce el camino que yo no conozco.
Mas nunca me privará de lo que quiere que yo aprenda.
Por eso confío en que me comunicará todo lo que sabe por mí.

Déjale entonces que te enseñe quedamente cómo percibir tu inocencia, la cual está ya ahí.

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T-14.XI.6. No te preocupes por cómo vas a aprender una lección tan diametralmente opuesta a todo lo que te has enseñado a ti mismo. ¿Cómo ibas a poder saberlo? Tu papel es muy simple. Sólo tienes que reconocer que ya no deseas lo que has aprendido. Pide nuevas enseñanzas, y no te valgas de tus experiencias para confirmar lo que has aprendido. Cuando de alguna manera tu paz se vea amenazada o perturbada, afirma lo siguiente:

No conozco el significado de nada, incluido esto.
No sé, por lo tanto, cómo responder a ello.
No me valdré de lo que he aprendido en el
 pasado para que me sirva de guía ahora.

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T-15.XI.10. Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario cristiano. Tengo absoluta confianza en que lograrás todo lo que te propongas hacer. Nada te ha de faltar, y tu voluntad será completar, no destruir. Dile, entonces, a tu hermano:

Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.
Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti
para aprisionarme a mí mismo.
En nombre de mi libertad elijo. tu liberación porque
reconozco que nos hemos de liberar juntos.

De esta forma damos comienzo al año con alegría y en libertad. Es mucho lo que aún os queda por hacer, y llevamos mucho retraso. Acepta el instante santo con el nacimiento de este año, y ocupa tu lugar -por tanto tiempo vacante- en el Gran Despertar. Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. Y permite que todas tus relaciones te sean santificadas. Ésta es nuestra voluntad. Amén.

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T-16.I.3. Tu papel consiste únicamente en recordar esto: no quieres que nada que tú consideres valioso sea lo que tiene lugar en una relación. No decides hacer nada a tu manera para deteriorarlas o para crear armonía en ellas. No sabes lo que es curar. Todo lo que has aprendido acerca de la empatía procede del pasado. Y no hay nada del pasado que desees compartir, pues no hay nada del pasado que desees conservar. No te valgas de la empatía para otorgarle realidad al pasado y así perpetuarlo. Hazte a un lado tranquilamente y deja que la curación se lleve a cabo por ti. Mantén un solo pensamiento en la mente y no lo pierdas de vista, por muy grande que sea la tentación de juzgar cualquier situación, y de determinar tu reacción basándote en los juicios que has hecho de la misma.

Concentra tu mente sólo en esto:

No estoy solo, y no quiero imponer el pasado a mi Invitado.
Lo invité y Él está aquí. No tengo que hacer nada, excepto no interferir.

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T-16.VII.11. Busca y encuentra Su mensaje en el instante santo, en el que se perdonan todas las ilusiones. Desde ahí, el milagro se extiende para bendecir a todo el mundo y resolver todo problema, percíbase como grande o pequeño, como que puede ser resuelto o como que no. No hay nada que no ceda ante Él y Su majestad. Unirse en estrecha relación con Él es aceptar todas las relaciones como reales, y gracias a su realidad, abandonar las ilusiones a cambio de la realidad de tu relación con Dios. Alabada sea la relación que tienes con Él y ninguna otra. La verdad reside en ella y no en ninguna otra parte. Eliges esto o nada.

Perdónanos nuestras ilusiones, Padre, y ayúdanos a aceptar nuestra verdadera relación Contigo, en la que no hay ilusiones y en la que jamás puede infiltrarse ninguna. Nuestra santidad es la Tuya. ¿Qué puede haber en nosotros que necesite perdón si Tu perdón es perfecto? El sueño del olvido no es más que nuestra renuencia a recordar Tu perdón y Tu amor. No nos dejes caer en la tentación, pues la tentación del Hijo de Dios no es Tu voluntad. Y déjanos recibir únicamente lo que Tú has dado, y aceptar sólo eso en las mentes que Tú creaste y que amas. Amén. - T-16.VII.11

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T-18.IV.5. Limítate simplemente a hacer la pregunta. La respuesta se te dará. No trates de contestarla; trata simplemente de recibir la respuesta tal como se te dé. Al prepararte para el instante santo, no intentes hacerte santo de antemano a fin de estar listo para él. Eso sería confundir tu papel con el de Dios. La Expiación no puede llegarles a los que piensan que primero tienen que expiar, sino sólo a aquellos que simplemente le ofrecen su buena voluntad para de este modo hacer posible su llegada. La purificación es algo que es únicamente propio de Dios, y, por lo tanto, es para ti. En vez de tratar de prepararte para Él, trata de pensar de esta manera:

Yo que soy anfitrión de Dios, soy digno de Él. Aquel que estableció
Su morada en mí la creó como Él quiso que fuese. No es necesario
que yo la prepare para Él, sino tan sólo que no interfiera en Su plan
para reinstaurar en mí la conciencia de que estoy listo, estado éste
que es eterno. No tengo que añadir nada a Su plan. Mas para aceptarlo,
tengo que estar dispuesto a no substituirlo por el mío.

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T-18.V.7. Él que esté más cuerdo de los dos en el momento en que se perciba la amenaza, debe recordar cuán profundo es su endeudamiento con el otro y cuánta gratitud le debe, y alegrarse de poder pagar esa deuda brindando felicidad a ambos. Que recuerde esto y diga:

Deseo que éste sea un instante santo para mí, a fin de compartirlo con mi hermano, a quien amo. Es imposible que se me pueda conceder a mí sin él o a él sin mí. Pero nos es totalmente posible compartirlo ahora. Elijo, por lo tanto, ofrecerle este instante al Espíritu Santo, para que Su bendición pueda descender sobre nosotros, y mantenernos a los dos en paz.

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T-19.IV.C.11. Cuando alguna cosa te parezca ser una fuente de miedo, cuando una situación te llene de terror y haga que tu cuerpo se estremezca y se vea cubierto con el frío sudor del miedo, recuerda que siempre es por la misma razón: el ego ha percibido la situación como un símbolo de miedo, como un signo de pecado y de muerte. Recuerda entonces que ni el signo ni el símbolo se deben confundir con su fuente, pues deben representar algo distinto de ellos mismos. Su significado no puede residir en ellos mismos, sino que se debe buscar en aquello que representan. Y así, puede que no signifiquen nada o que lo signifiquen todo, dependiendo de la verdad o falsedad de la idea que reflejan. Cuando te enfrentes con tal aparente incertidumbre con respecto al significado de algo, no juzgues la situación. Recuerda la santa Presencia de Aquel que se te dio para que fuese la Fuente del juicio. Pon la situación en Sus manos para que Él la juzgue por ti, y di:

Te entrego esto para que lo examines y juzgues por mí. No dejes que lo vea como un signo de pecado y de muerte, ni que lo use para destruir. Enséñame a no hacer de ello un obstáculo para la paz, sino a dejar que Tú lo uses por mí, para facilitar su llegada.

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T-21.II.2. Esto es lo único que tienes que hacer para que se te conceda la Visión, la felicidad, la liberación del dolor y el escape del pecado. Di únicamente esto, pero dilo de todo corazón y sin reservas, pues en ello radica el poder de la salvación:

Soy responsable de lo que veo.
Elijo los sentimientos que experimento y decido el objetivo que quiero alcanzar.
Y todo lo que parece sucederme yo mismo lo he pedido, y se me concede tal como lo pedí.

No te engañes por más tiempo pensando que eres impotente ante lo que se te hace. Reconoce únicamente que estabas equivocado, y todos los efectos de tus errores desaparecerán.

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T-21.VII.5. El odio, no obstante, tiene que tener un blanco. No se puede tener fe en el pecado sin un enemigo. ¿Quién, que crea en el pecado, podría atreverse a creer que no tiene enemigos? ¿Podría admitir que nadie lo hizo sentirse impotente? La razón seguramente le diría que dejase de buscar lo que no puede ser hallado. Sin embargo, tiene primero que estar dispuesto a percibir un mundo donde no hay enemigos. No es necesario que entienda cómo sería posible que él pudiese ver un mundo así. Ni siquiera debería tratar de entenderlo. Pues si pone su atención en lo que no puede entender, no hará sino agudizar su sensación de impotencia y dejar que el pecado le diga que su enemigo debe ser él mismo. Pero deja que se haga a sí mismo las siguientes preguntas con respecto a las cuales tiene que tomar una decisión, para que esto se lleve a cabo por él:

¿Deseo un mundo en el que gobierno yo en lugar de uno que me gobierna a mí?
¿Deseo un mundo en el que soy poderoso en lugar de uno en el que soy impotente?
¿Deseo un mundo en el que no tengo enemigos y no puedo pecar?
¿Y deseo ver aquello que negué porque es la verdad?

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T-21.VII.8. Considera detenidamente qué respuesta vas a dar a esa última pregunta que todavía no has contestado. Y deja que la razón te diga que debe ser contestada, y que su contestación reside en las otras tres. Te resultará evidente entonces que cuando observes los efectos del pecado en cualquiera de sus formas, lo único que necesitarás hacer es simplemente preguntarte a ti mismo lo siguiente:

¿ Es esto lo que quiero ver? ¿Es esto lo que deseo?

Ésta es tu única decisión, la base de lo que ocurre. No tiene nada que ver con la manera en que ocurre, pero sí con el por qué. Pues sobre esto tienes control. Y si eliges ver un mundo donde no tienes enemigos y donde no eres impotente, se te proveerán los medios para que lo veas. T-21.VII.9.

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T-25.I.7. De acuerdo con esto, se considera al tiempo y al espacio como si fueran distintos, pues mientras pienses que una parte de ti está separada, el concepto de una unicidad unida cual una sola no tendrá sentido. Es obvio que una mente así de dividida jamás podría ser el maestro de la Unicidad que une a todas las cosas dentro de Sí. Y, por lo tanto, lo que está dentro de esta mente, y en efecto une a todas las cosas, no puede sino ser su Maestro. Él necesita, no obstante, utilizar el idioma que dicha mente entiende, debido a la condición en que esta mente cree encontrarse. Y tiene que valerse de todo lo que ella ha aprendido para transformar las ilusiones en verdad y eliminar todas tus falsas ideas acerca de lo que eres, a fin de conducirte allende la verdad que se encuentra más allá de ellas. Todo lo cual puede resumirse muy simplemente de la siguiente manera:

Lo que es lo mismo no puede ser diferente,
y lo que es uno no puede tener partes separadas.

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T-25.IX.10. Das el milagro que recibes. Y cada uno de ellos se convierte en un ejemplo de la ley en la que se basa la salvación: que si uno solo ha de sanar, se les tiene que hacer justicia a todos. Nadie puede perder y todos tienen que beneficiarse. Cada milagro es un ejemplo de lo que la justicia puede lograr cuando se ofrece a todos por igual, pues se recibe en la misma medida en que se da. Todo milagro es la conciencia de que dar y recibir es lo mismo. Puesto que no hace distinciones entre los que son iguales, no ve diferencias donde no las hay. Y así, es igual con todos porque no ve diferencia alguna entre ellos. Su ofrecimiento es universal y sólo enseña un mensaje:

Lo que es de Dios le pertenece a todo el mundo, y es su derecho inalienable.

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T-26.X.6. No puedes ni siquiera imaginarte los efectos que esa injusticia tiene sobre ti que juzgas injustamente y que ves tal como has juzgado. El mundo se vuelve sombrío y amenazante, y no puedes percibir ni rastro de la feliz chispa que la salvación brinda para alumbrar tu camino. Y así, te ves a ti mismo privado de la luz, abandonado en las tinieblas e injustamente desposeído de todo propósito en un mundo fútil. El mundo es justo porque el Espíritu Santo ha llevado la injusticia ante la luz interna, y ahí toda injusticia ha quedado resuelta y reemplazada con justicia y amor. Si percibes injusticias en cualquier parte, sólo necesitas decir:

Con esto niego la Presencia del Padre y la del Hijo.
Mas prefiero conocerlos a Ellos que ver injusticias,
las cuales se desvanecen ante la luz de Su Presencia.

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T-30-V.10. No mires atrás excepto con honestidad. Y cuando un ídolo te tiente, piensa en lo siguiente:

Jamás te dio un ídolo cosa alguna, excepto el "regalo"
de la culpabilidad. Cada uno de ellos se compró con la
moneda del dolor, y nunca fuiste tú solo quien pagó por él.

Sé, pues, Misericordioso con tu hermano. Y no aceptes nunca un ídolo irreflexivamente, ni te olvides de que tu hermano pagará el costo al igual que tú. Pues se demorará cada vez que tú vuelvas la vista atrás y no percibas de Quién es la amorosa mano de la que vas asido. Mira, pues, sólo hacia adelante; y camina lleno de confianza con el corazón latiendo felizmente con esperanza y no palpitando con temor.

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T-30-VI.9. El Hijo de Dios es perfecto, ya que de otro modo no podría ser el Hijo de Dios. Y no lo podrás conocer mientras creas que no merece librarse de todas las consecuencias y manifestaciones de la culpabilidad. De la única forma que debes pensar acerca de él si quieres conocer la verdad acerca de ti mismo es así:

Te doy las gracias, Padre, por Tu perfecto Hijo, pues en su gloria veré la mía propia.

He aquí la jubilosa afirmación de que no hay ninguna forma de mal que pueda prevalecer sobre la voluntad de Dios, el feliz reconocimiento de que la culpabilidad no ha triunfado porque tú hayas deseado que las ilusiones sean reales. ¿Y qué es esto sino una simple afirmación de la verdad?

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T-31-II.6. Antes de contestar, haz una pausa y piensa en lo siguiente:

La respuesta que le dé a mi hermano es la que yo estoy pidiendo.
Y lo que aprenda acerca de él, es lo que aprenderé acerca de mí.

Aguardemos luego un instante y estemos muy quietos, olvidándonos de todo lo que habíamos creído oír y recordando cuán poco sabemos. Este hermano ni nos dirige ni nos sigue, sino que camina a nuestro lado por la misma senda que nosotros recorremos. Él es como nosotros, y se halla tan cerca o tan lejos de lo que anhelamos como le permitamos estar. No hacemos ningún avance que él no haga con nosotros, y si él no avanza, nosotros retrocedemos. No le des la mano con ira, sino con amor, pues su progreso es el tuyo propio. Y recorreremos la senda por separado a no ser que lo mantengas a salvo a tu lado.

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T-31.V.17. El mundo no puede hacer que aprendas estas imágenes de ti mismo a no ser que tú desees aprenderlas. Llegará un momento en que todas desaparecerán, y te darás cuenta de que no sabes lo que eres. A esta mente abierta y receptiva es a la que la verdad retorna, sin impedimentos ni limitaciones. Allí donde todos los conceptos del yo han sido abandonados, la verdad se revela tal como es. Cuando todo concepto haya sido cuestionado y puesto en tela de juicio, y se haya reconocido que está basado en suposiciones que se desvanecerian ante la luz, la verdad quedará entonces libre para entrar a su santuario, limpio y despejado ahora de toda culpa. No hay afirmación que el mundo tema oír más que ésta:

No sé lo que soy, por lo tanto, no sé lo que estoy haciendo,
dónde me encuentro, ni cómo considerar al mundo o a mí mismo.

Sin embargo, con esta lección nace la salvación. Y lo que tú eres te hablará de Sí Mismo.

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T-31.VIII.1. La lección que la tentación siempre quiere enseñar, en cualquier forma en que se presente e independientemente de donde ocurra, es ésta: quiere persuadir al Hijo de Dios de que él es un cuerpo, nacido dentro de lo que no puede sino morir, incapaz de librarse de su flaqueza y condenado a lo que el cuerpo le ordene sentir. El cuerpo fija los límites de lo que el Hijo de Dios puede hacer. El poder del cuerpo es la única fuerza de la que el Hijo de Dios dispone y el dominio de éste no puede exceder el reducido alcance del cuerpo. ¿Querrías seguir siendo eso, si Cristo se te apareciese en toda Su gloria, pidiéndote solamente esto?:

Elige de nuevo si quieres ocupar el lugar que te
corresponde entre los salvadores del mundo, o si
prefieres quedarte en el infierno y mantener a tus
hermanos allí.

Él ha venido, y esto es lo que te está pidiendo.

[]

T-31.VIII.5. Aprende, pues, el feliz hábito de responder a toda tentación de percibirte a ti mismo débil y afligido con estas palabras:

Soy tal como Dios me creó. Su Hijo no puede sufrir. Y yo soy Su Hijo.

De este modo se invita a la fortaleza de Cristo a que impere y reemplace todas tus debilidades con la fuerza que procede de Dios, la cual es infalible. Y de este modo también, los milagros se vuelven algo tan natural como el miedo y la angustia parecían serlo, antes de que se eligiese la santidad. Pues con esa elección desaparecen las distinciones falsas; las alternativas ilusorias se dejan de lado y no queda nada que interfiera en la verdad.

[]