Principio 31

Los milagros deben inspirar gratitud, no reverencia. Debes dar gracias a Dios por lo que realmente eres. Los Hijos de Dios son santos, y los milagros honran su santidad, que ellos pueden ocultar, mas nunca perder.

Este es el mismo punto que presenté antes en relación con lo que dice Jesús de que no debemos sentir reverencia ante él. Debemos sentirnos agradecidos por el milagro debido a la curación y a la paz que nos ofrece, pero no debemos sentir reverencia por el mismo porque es algo que existe aquí en el mundo. Debemos reverenciar a la Fuente del milagro, que es Dios, pero no a los milagros en sí.

Este es otro planteamiento del principio de Expiación. El ego enseña que la santidad de Cristo, la santidad de Lo que realmente somos, se ha perdido por causa de nuestro pecado. El pecado ha cambiado la realidad del Cielo, ha cambiado la realidad de nuestra relación con Dios; nos ha convertido en miserables pecadores y ha convertido a Dios en un Dios vengativo y vengador. Todo eso se ha tornado real. 

Pero todo lo que ha ocurrido es que nos hemos quedado dormidos y hemos cubierto nuestra santidad con velos de tinieblas. Y ahora creemos que el sueño es realidad y que la realidad es sueño. La verdad acerca de nosotros, que es el hecho de que somos santos, puede esconderla nuestro ego, pero jamás se ha perdido. El milagro nos muestra que el velo de la maldad es meramente una defensa contra nuestra santidad, un pedido de ayuda y de amor.

Un Curso En Milagros es amoral con respecto a toda la cuestión de maldad o de obscuridad en el mundo, y de que hay que hacer cosas buenas o malas. Esto, por supuesto, no es lo mismo que decir que es inmoral. No contiene una moralidad porque la moralidad está relacionada con el juicio de la forma o conducta. La "moralidad" del Curso es el deshacimiento de la culpa. El Curso no está "en contra de" nada en el mundo; está "en contra de" la culpa.

¿Qué tal el sentirse bien cuando uno se enoja?


Por supuesto que uno se siente bien cuando se enoja. En ese instante cuando usted siente ira cree que por fin se ha liberado de la culpa. ¿Y cómo no va sentirse de maravilla por eso? Claro que sí, pero sólo hasta que la culpa surge de nuevo en su consciencia, fortalecida por el hecho de que ha atacado a alguien injustamente.