GRANDES RAYOS (45)


GRANDES RAYOS (45)

conocimiento: la extensión de la luz de Dios, nuestra verdadera realidad como Cristo; los Grandes Rayos son del espíritu, y no tienen que ver con el cuerpo en lo absoluto.

percepción verdadera: la presencia de la luz de Cristo en la mente separada; aparentemente separados de los Grandes Rayos de Dios los cuales no se ven, esta luz se manifiesta como una chispa en cada Hijo, y se hace visible a través del perdón de nuestras relaciones especiales.

GLOSARIO-ÍNDICE / Grandes Rayos

chispa
T-10.IV.7-8;
T-10.V.2; T-11.II.5-6
T-16.VI.6; T-18.III.8
Cielo

T-18.III.8; C-ep.2
cuerpo
T-15.IX.1,3; T-16.VI.4,6
ego
T-11.in.3
Hijo de Dios
T-11.III.4-5; L-pII.360; T-17.II.5
instante santo
T-15.IX.1,3
relaciones especiales
T-16.VI.4
rostro(faz) de Cristo
T-19.IV-D.2
sueño
T-29.III.3-5


chispa
T-10.IV.7-8; T-10.V.2; T-11.II.5-6
T-16.VI.6; T-18.III.8

IV. El fin de la enfermedad

T-10.IV.7 Un milagro es el acto de un Hijo de Dios que ha abandonado a todos los dioses falsos y exhorta a sus hermanos a que hagan lo mismo. Es un acto de fe porque es el reconocimiento de que su hermano puede hacerlo también. Es un llamamiento al Espíritu Santo en su mente, que se refuerza mediante la unión. Puesto que el obrador de milagros ha oído la Voz de Dios, la refuerza en sus hermanos enfermos al debilitar su creencia en la enfermedad, que él no comparte. El poder de una mente puede irradiar hasta otra porque todas las lámparas de Dios fueron encendidas por la misma chispa, la cual está en todas partes y es eterna.

T-10.IV.8 En muchos lo único que queda es la chispa, pues los Grandes Rayos están velados. Aun así, Dios ha mantenido viva la chispa de manera que los Rayos nunca puedan olvidarse completamente. Sólo con que veas la pequeña chispa podrás conocer la luz mayor, pues los Rayos están ahí aunque sin ser vistos. Al percibir la chispa sanas, mas al conocer la luz creas. En el proceso de retornar, no obstante, la pequeña chispa debe reconocerse primero, pues la separación fue el descenso desde la grandeza a la pequeñez. La chispa, no obstante, sigue siendo tan pura como la luz mayor porque es lo que queda de la llamada de la creación. Deposita toda tu fe en ella y Dios Mismo te contestará.

V. La negación de Dios

T-10.V.2 Mas no te olvides que negar a Dios dará lugar inevitablemente a la proyección, y creerás que son otros y no tú, los que te han hecho esto a ti. Es imposible que no recibas el mensaje que envías, pues ése es el mensaje que quieres. Tal vez creas que juzgas a tus hermanos por los mensajes que ellos te envían a ti, pero por lo que los juzgas es por los mensajes que tú les envías a ellos. No les atribuyas a ellos tu propia negación de tu alegría, o no podrás ver en ellos la chispa que te haría dichoso. Negar la chispa conduce a la depresión, pues siempre que ves a tus hermanos desprovistos de ella, estás negando a Dios.

II. La invitación a curar

T-11.II.5 El Espíritu Santo no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la bienvenida, puesto que no sería oído. El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez más tenue en compañía de extraños. Necesita tu protección, únicamente porque la atención que le prestas es señal de que deseas Su Compañía. Piensa como Él aunque sólo sea por un momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan resplandeciente que inundará tu mente para que Él se convierta en tu único Invitado. Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la bienvenida que le das al Espíritu Santo. Él no sé ausentará, pero habrás hecho una alianza contra Él. Sea cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará. Puedes confiar plenamente en Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna parte de Dios. Mas tú necesitas mucho más que paciencia.

T-11.II.6 No podrás descansar hasta que sepas cuál es tu función y la lleves a cabo, pues sólo en esto pueden estar completamente unidas la voluntad de tu Padre y la tuya. Tener a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo a ti. Tú que tienes a Dios debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su función se convirtió en la tuya. Invita este conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna otra cosa que lo pueda enturbiar. El Invitado que Dios te envió te enseñará cómo hacer esto sólo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a dejar que se expanda. No es necesario que estés enteramente dispuesto a ello porque Él lo está. Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará tanto que gustosamente dejarás que éste se expanda. Y mediante esta expansión, comenzarás a recordar la creación.

VI. El puente que conduce al mundo real

T-16.VI.6 ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus hermanos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.

III. Luz en el sueño

T-18.III.8 Ni una sola luz en el Cielo deja de acompañaros. Ni uno solo de los rayos que brillan para siempre en la mente de Dios deja de iluminaros. El Cielo se ha unido a vosotros en vuestro avance hacia Él. Si se han unido a vosotros luces tan potentes que infunden a la pequeña chispa de vuestro deseo el poder de Dios Mismo, ¿cómo podríais vosotros seguir en la oscuridad? Tú y tu hermano estáis retornando a casa juntos, después de un largo e insensato viaje que emprendisteis por separado y que no os condujo a ninguna parte. Has encontrado a tu hermano, y cada uno de vosotros alumbrará el camino del otro. Y partiendo de esa luz, los Grandes Rayos se extenderán hacia atrás hasta la oscuridad y hacia adelante hasta Dios, para desvanecer con su resplandor el pasado y así dar lugar a Su eterna Presencia, en la que todo resplandece en la luz.

Cielo
T-18.III.8; C-ep.2

C-ep.2 Tu eres un extraño aquí. Pero le perteneces a Aquel que te ama como Él se ama a Si Mismo. Sólo con que me pidas que te ayude a hacer rodar la piedra, ello se hará conforme a Su Voluntad. Nuestra jornada ya ha comenzado. Hace mucho tiempo que el final se escribió en las estrellas y se plasmó en los Cielos con un rayo de luz brillante que lo ha mantenido a salvo en la eternidad y a lo largo del tiempo, y que aún lo conserva inalterado, imperturbable e inmutable.

cuerpo
T-15.IX.1,3; T-16.VI.4,6

IX. El instante santo y la atracción de Dios

T-15.IX.1 Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu Visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la Visión es lo que se logra en el instante santo. Mas es necesario que aprendas exactamente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. Una vez que estés dispuesto, esta Visión no te abandonará nunca, pues es permanente.

T-15.IX.3 En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. Mas esto nunca tendrá lugar. Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objetivos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.

VI. El puente que conduce al mundo real

T-16.VI.4. La relación especial no significa nada sin un cuerpo. Si le atribuyes valor a la relación especial, tienes que atribuírselo también al cuerpo. Y no podrás sino conservar aquello a lo que atribuyas valor. La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. Pues al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. Y de este modo, perderías todo tu interés en verlo.

T-16.VI.6. ¡Qué diferentes son las cosas al otro lado del puente! Durante algún tiempo se sigue viendo el cuerpo, pero ya no es lo único que se ve, como ocurre aquí. La pequeña chispa que contiene los Grandes Rayos también es visible, y no puede ser confinada a la pequeñez por mucho más tiempo. Una vez que hayas cruzado el puente, el valor del cuerpo disminuirá tanto ante tus ojos, que ya no tendrás ninguna necesidad de enaltecerlo. Pues te darás cuenta de que su único valor es el de permitirte llevar a tus hermanos contigo hasta el puente, para allí ser liberados juntos.

ego
T-11.in.3

T-11.in.3 Tú fabricas mediante la proyección, mas Dios crea mediante la extensión. Tú eres la piedra angular de la creación de Dios, pues Su sistema de pensamiento es la luz. Recuerda que los Rayos están ahí sin ser vistos. Cuanto más te aproximas al centro de Su sistema de pensamiento, más clara se hace la luz. Cuanto más te aproximas al sistema de pensamiento del ego, más tenebroso y sombrío se vuelve el camino. Sin embargo, incluso la pequeña chispa que se encuentra en tu mente basta para iluminarlo. Lleva esa luz contigo sin ningún temor, y valerosamente enfócala a los cimientos del sistema de pensamiento del ego. Estáte dispuesto a juzgarlo con absoluta honestidad. Pon al descubierto la tenebrosa piedra angular de terror sobre la que descansa y sácala a la luz. Ahí verás que se basaba en la insensatez y que todos tus miedos eran infundados.

Hijo de Dios
T-11.III.4-5; L-pII.360; T-17.II.5

T-11.III.4 El camino no es arduo, pero es muy diferente. El tuyo es el camino del dolor, de lo cual Dios no sabe nada. Ése es el camino que en verdad es arduo y muy solitario. El miedo y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que vas. Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea recorrer. Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. La Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los compañeros siniestros en una luz como ésa? Si los ves es únicamente porque estás negando la luz. Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está aquí y el camino ha sido despejado.

T-11.III.5 Dios no le oculta nada a Su Hijo, aun cuando Su Hijo quiere ocultarse a sí mismo. El Hijo de Dios, no obstante, no puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y le dio la luz que refulge en él. Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía. Cuando vagas sin rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. Los compañeros siniestros y el camino tenebroso, no son más que ilusiones. Vuélvete hacia la luz, pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz tan espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. Pues tu Padre es tu creador y tú eres como Él.

[L-pII.360] Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que a través nuestro, el mundo sea bendecido con paz.

L-pII.360.1 Padre, Tu paz es lo que quiero dar, al haberla recibido de Ti. Yo soy Tu Hijo, eternamente como Tú me creaste, pues los Grandes Rayos permanecen en mí por siempre serenos e imperturbables. Quiero llegar a ellos en silencio y con certeza, pues en ninguna otra parte se puede hallar certeza. Que la paz sea conmigo, así como con el mundo. En la santidad fuimos creados y en la santidad seguimos. En Tu Hijo, al igual que en Ti, no hay mancha alguna de pecado. Y con este pensamiento decimos felizmente “Amén”.

II. El mundo perdonado

T-17.II.5 El mundo real se alcanza simplemente mediante el completo perdón del viejo mundo, aquel que contemplas sin perdonar. El Gran Transformador de la percepción emprenderá contigo un examen minucioso de la mente que dio lugar a ese mundo, y te revelará las aparentes razones por las que lo construiste. A la luz de la auténtica razón que le caracteriza te darás cuenta, a medida que lo sigas, de que ese mundo está totalmente desprovisto de razón. Cada punto que Su razón toque florecerá con belleza, y lo que parecía feo en la oscuridad de tu falta de razón, se verá transformado de repente en algo hermoso. Ni siquiera lo que el Hijo de Dios inventó en su demencia podría no tener oculto dentro de sí una chispa de belleza que la dulzura no pudiese liberar.

instante santo
T-15.IX.1,3

IX. El instante santo y la atracción de Dios


T-15.IX.1 Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus hermanos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. Mas es necesario que aprendas exactamente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es permanente. Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. Dios ya está listo, tú no.

T-15.IX.3 En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. Mas esto nunca tendrá lugar. Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objetivos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.

relaciones especiales
T-16.VI.4

T-16.VI.4 La relación especial no significa nada sin un cuerpo. Si le atribuyes valor a la relación especial, tienes que atribuírselo también al cuerpo. Y no podrás sino conservar aquello a lo que atribuyas valor. La relación especial es un recurso para limitar tu Ser a un cuerpo, y para limitar la percepción que tienes de los demás a los suyos. Si pudieses ver los Grandes Rayos, éstos te demostrarían que la relación especial no tiene absolutamente ningún valor. Pues al verlos, el cuerpo desaparecería, ya que perdería su valor. Y de este modo, perderías todo tu interés en verlo.

rostro(faz) de Cristo
T-19.IV-D.2

D. El cuarto obstáculo: El temor a Dios

T-19.IV.D.2 El cuarto obstáculo a superar pende como un denso velo ante la faz de Cristo. No obstante, a medida que Su faz se revela tras él, radiante de júbilo porque Él mora en el amor de Su Padre, la paz descorrerá suavemente el velo y se apresurará a encontrarse con Él y a unirse finalmente a Él. Pues este velo oscuro, que hace que la faz de Cristo se asemeje a la de un leproso y que los radiantes rayos del amor de Su Padre que iluminan Su rostro con gloria parezcan chorros de sangre, se desvanecerá ante la deslumbrante luz que se encuentra más allá de él una vez que el miedo a la muerte haya desaparecido.

sueño
T-29.III.3-5

T-29.III.3 En el sueño de cuerpos y muerte aún puede vislumbrarse un atisbo de verdad que tal vez no es más que una pequeña chispa, un espacio de luz creado en la oscuridad donde Dios refulge todavía. Tú no puedes despertarte a ti mismo. No obstante, puedes permitir que se te despierte. Puedes pasar por alto los sueños de tu hermano. Puedes perdonarle sus ilusiones tan perfectamente, que él se convierte en el que te salva de tus sueños. Y al verlo brillar en el espacio de luz donde Dios mora dentro de la oscuridad, verás que Dios Mismo se encuentra allí donde está su cuerpo. Ante esta luz el cuerpo desaparece, de la misma manera en que las sombras densas ceden ante la luz. La oscuridad no puede decidir que el cuerpo siga presente. La llegada de la luz supone su desaparición. Verás entonces a tu hermano en la gloria, y entenderás qué es lo que realmente llena la brecha que por tanto tiempo pensaste que os mantenía separados. Ahí, en lugar de ella, el testigo de Dios ha trazado el dulce camino de la bondad para que el Hijo de Dios lo recorra. A todo aquel que perdonas se le concede el poder de perdonarte a ti tus ilusiones. Mediante tu regalo de libertad te liberas tú.

T-29.III.4 Hazte a un lado y deja pasar al amor, el cual tú no creaste, pero sí puedes extender. En la tierra eso quiere decir perdonar a tu hermano, para que las tinieblas desaparezcan de tu mente. Una vez que la luz haya llegado hasta tu hermano a través de tu perdón, él no se olvidará de su salvador ni lo dejará sin absolver. Pues fue en tu rostro donde vio la luz que quiere mantener a su lado, a medida que camina a través de las tinieblas hacia la Luz eterna.

T-29.III.5 ¡Cuán santo debes ser tú para que el Hijo de Dios pueda ser tu salvador en medio de sueños de desolación y de desastres! Observa cuán deseoso llega, apartando las densas sombras que lo mantenían oculto, para poder brillar sobre ti lleno de gratitud y amor. Él es él mismo, pero no él mismo solo. Y de la misma manera en que su Padre no perdió parte de él al crearte a ti, así la luz en él es aún más brillante por tú haberle dado tu luz para salvarlo de las tinieblas. Y ahora la luz en ti tiene que ser tan brillante como la que refulge en él. Ésta es la chispa que brilla en el sueño: que tú puedes ayudarle a despertar, y estar seguro de que sus ojos despiertos se posarán sobre ti. Y con su feliz salvación, te salvas tú.